26. Resignación.

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Ángel

Cuando vi a Lenna el alivio me inundó de inmediato. La policía y todos los que estaban a cargo de su búsqueda y rescate habían dicho que ni Adrián ni yo deberíamos estar presentes.

Como si eso fuera a pasar.

Ambos corrimos a buscarla. Agradecía al cielo que Claude se haya tentado el corazón y por fin haya hablado acerca del paradero de Lenna; aun con ello no lograba quitar de mi cabeza la preocupación, si Claude llamó y se entregó fue porque algo grave la había obligado. Intenté a como diera lugar quitar la abominable sensación que provocaba que mi piel se erizara.

No podía más que pensar lo peor.

Cuando sus ojos verdes se clavaron en los míos e intentó sonreír mi corazón latió por primera vez en meses. Aunque se veía distinta y sus ojos no tenían el mismo toque electrizante, era ella, mi Lenna, y gracias al cielo estaba viva.

El alivio en mi pecho duró solo un parpadeo. La habitación se llenó con el sonido de una explosión. Crecí escuchando el sonido de las balas. Mis ojos viajaron a Vladimir y en cuanto noté la pistola en su mano y la dirección en la que apuntaba el alma se me fue. Ella ni siquiera parecía consciente de lo que acaba de ocurrir hasta que siguió la dirección en la que viajaron mis ojos. Levantó la vista asustada y esta vez sus ojos se dirigieron a algo detrás de mí.

En aquel segundo de distracción un nuevo tiro llenó la habitación. Observé como Lenna caía. No me importaba nada, en ese momento deseaba morir junto a ella. Detuve su cuerpo justo antes de llegar al piso. El nuevo disparo comenzó a atraer más personas hacia la habitación. Escuché a Adrián gritar mientras la playera que llevaba Lenna se llenaba de sangre. Acaricié su mejilla y le dije cuanto la amaba.

Deseaba no haber destrozado lo nuestro, ella estaría riendo en lugar de desangrarse. Adrián la arrebató de mis brazos y ni siquiera tuve fuerza para molestarme por eso. Él también la estaba perdiendo. Desesperado Adrián intentaba que la sangre dejara de salir. Su grito resultó desgarrador. Cuando ella cierra los ojos la atrae contra su pecho mientras suplica que no se vaya. Quedé helado cuando toda la fuerza la abandonó y suspiró.

El hijo de perra de Vladimir ni siquiera había tenido los cojones de darse un tiro en un lugar que lo matara. Dejé que todo el odio, la furia y las ganas que tenía de matarlo salieran. Los paramédicos comienzan en entrar y tardan solo un instante en dividirse y atender a los heridos en la habitación.

—¡Maldito hijo de perra! —me lancé contra Vladimir y los hombres que lo sujetaban lo soltaron al instante.

—Me la he tirado más veces que tú —sonrío con burla y todo alrededor de mí se volvió rojo—. A mí jamás me va a olvidar.

Tenía tanta rabia acumulada que el tiempo dejó de correr. Mis puños se estrellaron una y otra vez contra él. Quería matarlo como nunca había deseado nada antes. Escuchar varios crujidos me resultó reconfortante, cuando logré deshacerme de todo, la cara de Vladimir había sido reemplazada por una masa sanguinolenta y deforme. Un par de hombres me alejaron del cuerpo inerte.

—¿Y Lenna? —pregunté a nadie en específico cuando no la encontré en el sitio que la había dejado.

—Camino al hospital, su marido fue con ella— Salí de la habitación y subí al primer auto que encontré.












Ella no está.

No pudo dejarme.

Debí ser yo.

Observé mis nudillos destrozados y llenos de sangre, al igual que mi ropa. No había notado el aspecto que tenía sino hasta que las enfermeras dieron una mirada de horror al verme entrar.

Ecos de amor (#2 PeR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora