7. Telaraña

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Lenna

Después de lo de esta mañana concentrarme resultaba imposible. Si las miradas mataran sería viuda, o estaría muerta, en este momento.

Me quité la bata y me tumbé sobre el sofá acariciando a mi bebé.

Aún faltaban un par de horas para ir a la universidad y no tenía mucho que hacer, a pesar de que Hanna vivía un piso debajo en este momento ella ya estaba en la universidad; Max, por otro lado, seguro aprovecharía hasta el último segundo para dormir y no quería despertarlo.

El timbre del departamento sonó, seguramente Adrián había olvidado algo.

—Tu papá es algo despistado.

Me levanté con pereza acariciando mi vientre.

—¿Qué es lo que olvidaste, cariño?— la puerta totalmente abierta dejó al descubierto a un Ángel totalmente molesto— Hasta luego— intenté cerrar la puerta y él la detuvo con una mano.

Las venas de su cuello estaban remarcadas dándome una idea de cuan molesto estaba

»Vete de aquí, —la mirada que me dio hizo que me encogiera y apartara de su camino— Ángel.

Entró al departamento fijando su vista en los cuadros que adornaban el lugar. Vi la furia creciendo en él cada vez que veía alguna fotografía de Adrián y mía. El detonante fue la primera ecografía del bebé que habíamos mandado a enmarcar.

—¿Cuánto tienes de embarazo, Lenna?— la sangre abandonó mi rostro.

Él lo sabía.

No había forma en el universo de seguir ocultandolo.

Me quedé congelada intentando encontrar fuerzas para negarlo, había planeado cientos de excusas en caso de que este momento llegara, y justo ahora mi cerebro se negaba a cooperar.

—¿Cuánto tiempo?— se acercó a mí, aún furioso. Instintivamente llevé las manos a mi vientre— ¿Cuántos meses de embarazo tienes? —su voz estaba teñida de furia y sus ojos estaban oscurecidos.

Mi mente voló años atrás, la actitud de Ángel me recordaba a la de Vladimir en cuanto lo supo.

—¡¿Cuánto tiempo, Lenna?! — la furia de Vladimir me tenía aterrada.

Jamás lo había visto así, ni siquiera cuando un chico del colegio me besó frente a él.

—Un par de meses— mi voz apenas sonaba como un silbido.

—¡¿No pensabas decírmelo?!— Sus manos apretaron con fuerza mis brazos— ¡¿De quién es?! ¡¿Con cuántos más te has acostado?!

—So...sólo contigo —hablé en medio de la histeria—, lo sabes. Sabes cuánto te amo, Vlad, no haría algo así.

—¡Eres una idiota!— mi mejilla ardió y las lágrimas brotaron más fuerte.

Después de aquel recuerdo todo se oscureció.

—¿Estás bien?— Ángel me sujetaba con fuerza y la furia había sido reemplazada por preocupación.

—S...sí— la fuerza de mi cuerpo parecía haber sido drenada, en un parpadeo mis piernas ya no me sostenían.

Los gritos de Adrián resonaban por todo el lugar; a su vez Ángel respondía de la misma forma.

—¡Casi los matas, imbécil!— esta vez Ángel no respondió— ¡¿Qué te hace pensar que puedes acercarte a mi mujer y a mi hijo?!

Ecos de amor (#2 PeR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora