15. Amor de verdad.

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Lenna

La puerta principal se cerró de golpe, el sonido me despertó y salí de la cama en busca de algo de ropa.

Sabía quién había sido aun sin haberlo visto. Las llaves sobre la mesa me confirmaron todo.

Entré a su casa que se encontraba sumida en completo silencio... o casi.

Caminé hacia el despacho de Ángel, el sonido de cosas siendo arrojadas me despertó por completo.

Me armé de valor cuando el sonido cesó. El libro que le había regalado estaba totalmente desecho, eso seguramente estaba haciendo que el abuelo se retorciera en su tumba, las hojas estaban esparcidas por el lugar.

«Era un ejemplar auténtico» Estaría gritando justo antes de abalanzarse sobre Ángel y arrancarle los ojos. El antes ordenado despacho de Ángel ahora estaba destruido.

Él estaba sentado de espaldas a la puerta sosteniendo la última hoja del libro como si no pudiera creer lo que veía.

Suspiré al recordar cada palabra que había escrito.

En ese entonces estaba dispuesta a todo y esperé con paciencia a que él decidiera que era momento de empezar de nuevo en otro lugar.

Me senté a su lado sin decir ninguna palabra. Él debía romper el silencio, habíamos postergado tanto esta plática que cada vez había más cosas acumulándose; era como armar una bola de nieve que terminaría por aplastarnos si seguíamos postergando el  momento.

Me pidió que huyéramos juntos, por fin, sólo que ahora no iba a aceptar.

Hice un intento de levantarme y una fuerte punzada atravesó mi cadera, cuando lo intenté de nuevo lo logré pero el dolor seguía allí.

A penas di un par de pasos cuando sentí algo tibio recorrer mis piernas seguido del sonido de agua cayendo.

¡Oh, Dios!

—Llévame con Adrián —era a quien necesitaba a mi lado justo ahora.

Me tomó en sus brazos y entramos a mi apartamento haciendo mucho ruido.

—¡Adrián!— respiré tratando de tranquilizarme— ¡Amor!

Bajó corriendo, gracias al cielo se había puesto un pantalón deportivo, sus ojos viajaron inquisitivamente de Ángel a mí. La sangre se drenó por completo de su cara cuando vio mi cara de dolor a causa de las contracciones.

—¡Oh, vamos cariño corre que estamos por tener un bebé! —se movió de una manera casi robótica y volvió casi un minuto después.

Terminamos en el auto de Ángel con él como chófer. Adrián sujetaba mi mano e intentaba tranquilizarme. Honestamente lo único que quería en este momento era que cerrara la boca de una vez e hiciera que el dolor cesara.

Otra contracción y gruñí intentando deshacerme un poco del dolor.

La mirada de cachorro abandonado de Ángel no surtía efecto justo ahora. Estaba demasiado abrumada como para preocuparme por alguien que no fuera mi bebé.

Adrián me cargó y corrió conmigo hacia el hospital. El olor a antibacterial y esterilización era asqueroso, pero lo soportaría con tal que el dolor cesara y mi bebé naciera sano y salvo.

Las enfermeras corrían de un lado a otro buscando a mi doctora, que por primera vez en años no aparecía.

« ¡Maldita sea! »

El dolor era más fuerte a cada segundo. Sentía que estaba por partirme a la mitad.

Estar embarazada es maravilloso, el parto un absoluto horror. Si alguien describiera el dolor de parto, en lugar de los aburridos discursos que daban en el colegio sobre lo efectiva que es la abstinencia, seguro habría menos adolescentes embarazadas en el mundo.

Ecos de amor (#2 PeR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora