6. Furioso

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Ángel

Lenna había dejado en claro dos cosas: la primera lo que sentía por él se había vuelto más fuerte; en segundo lugar iba a hacer lo posible para mantenerme lejos.

Eso no iba a detenerme. Esto era un cambio radical, otro más en mi vida a causa de ella. En el pasado habría dejado ir a Lenna sin más por el simple hecho de haberse casado. Justo ahora me negaba a actuar de esa forma, ya no era ese hombre.

—Sé que vino— Rebeca mantenía su voz peligrosamente tranquila—, serías tan amable de explicar que hacía ella— el tono desdeñoso de su voz confirmó su molestia— en mi casa.

—Vino a hacer lo que tú, al parecer, no puedes— fijé la vista en el libro que Lenna me había regalado y que a raíz de su regreso había comenzado a leer—. No quiero discutir, Rebeca, hoy no.

—No la quiero cerca de mi familia.

—¿Tu familia?— me lanzó una mirada asesina— Eres la única aquí que parece estar por la fuerza.

—Eso es porque tengo que vivir intentando superar su huella.

—No habría huella que superar si no te hubieras ido en primer lugar— dejé el libro y me levanté para quedar frente a frente.

—Ella se los ganó— por primera vez parecía realmente dolida. No estaba acostumbrada a que la gente le recordara sus errores—, incluso a ti, sin hacer nada y ustedes son míos, mi familia, no de ella.

—Las personas pertenecemos a quien nos ama— pensé en Lenna y la manera de hacer cosas por nosotros sin esperar algo a cambio—. Por ridículo que parezca, Rebeca, no has ganado un lugar en la familia.

—He dado a luz a todos tus hijos, eso debe contar.

—Tu madre también te dio a luz— sus ojos se oscurecieron.

—¡Yo no soy como ella!— chilló. Rebeca era una mujer hermosa, pero tenía un carácter difícil de soportar— Yo estoy aquí con ustedes.

—Lo que digas— volví a mi lugar y centré la vista en el libro—, da igual.

Se acercó contoneándose y mostrando su escote al inclinarse. Era impresionante la facilidad con la que recuperaba su figura y suponía una gran tentación.

—Te espero en la cama— habló contra mi oído.

—Comenzaré a dormir en el sofá.

—Eres mi marido— sus manos hicieron su camino hasta mi entrepierna.

—Estamos divorciados desde hace años— alejé su mano de mi—, lo único que tenemos en común es a nuestros hijos.

—¿Crees que por no tener sexo conmigo ella también dejará de dormir con su marido?— Apreté los puños y gruñí— Eso creí.

Se alejó triunfante.



El reloj marcaba las tres de la mañana cuando mi celular comenzó a sonar. Respondí sin ver el número.

—Ángel Ivashkov, amigo mío— la voz de Vladimir me despertó por completo.

—Hijo de p...

—Sí, si lo sé. Ahora escucha... —aborrecía la manera en que parecía estar divirtiéndose.

—No tengo porque hacerlo— apreté la mandíbula al punto de doler.

—Es sobre nuestra pequeña zorra.

—¡Cierra la maldita boca! —Tenía unas ganas inmensas de matarlo.

—No tengo tiempo para tus reclamos, soy un hombre ocupado.

—Cuando te vea...

—Me matarás— la burla en su voz seguía allí—, tendrás que hacer fila. En fin, al punto ¿sabes cuánto tiempo tiene de embarazo?

—¿Qué? —me incorporé por completo— ¿De qué demonios hablas?— nadie contestó.

Miré el teléfono justo antes de arrojarlo contra la pared y ver como volaba en pedazos.

La pregunta se había cruzado en mi mente antes, aunque creí que de alguna forma Lenna me diría si algo así hubiera ocurrido.

Joder, ella no lo haría tomando en cuenta su lema de siempre hacer lo correcto.

La duda floreció aún más.

¿Y si ella no sabía quién era el padre?

Me enfureció pensarlo, de ser así me estaba privando del derecho de estar cerca de mi hijo. Por mucho que la amara esto era más de lo que podía soportar e incluso perdonar.

Lo que quedaba de la noche transcurrió de manera lenta. No pude conciliar el sueño una vez que la idea se volvió latente. Comencé a hacer cuentas mentalmente.

Me debatía entre la esperanza, el dolor, la decepción y la furia.

Los niños estaban listos para ir al colegio y como todos los días los acompañaba a esperar el bus escolar hasta la entrada del edificio.

Abrí la puerta y me quedé congelado al verla enrollándose con él junto al ascensor.

Las manos de Adrián la recorrían deteniéndose cariñosamente en su vientre. No quería ver más y mi cuerpo no cooperaba para moverme de allí.

—Listo, papá— Lenna y Adrián se despegaron al escuchar la voz de mi hijo.

Ambos voltearon y mi vieron allí parado. Lenna se sonrojó aún más al verme y trató de esconderse entre la fina tela de la bata que segundos antes parecía estorbarle.

—¿Listos para la escuela, mis niños?— su mirada me esquivó rápidamente.

—Sip —Josh sonrió y vio el vientre de Lenna con ternura— ¿podemos? —con un guiño ella afirmó y ambos gemelos se acercaron disfrutando de la sensación.

—Hora de irnos— no pude ocultar la molestia en mi voz cuando la mano de Adrián se unió.

Joshua y Mattew esperaron a que las puertas del ascensor se abrieran mientras platicaban animadamente con nuestros aparentemente fabulosos vecinos, ignorándome por completo.

Finalmente entré al ascensor procurando pasar lo más alejado que podía de ella.

—Te amo— sentí el familiar cosquilleo en el pecho y me giré. Solo que esas dos palabras no eran para mí.

Ya no.

Adrián entró al ascensor y las puertas se cerraron dejándonos a los cuatro allí. Los gemelos comenzaron a charlar por su cuenta ignorándonos.

La sonrisa de Adrián no desaparecía, y las ganas de romperle la nariz para que lo dejara de hacer me invadieron del todo.

—¿Qué tal va tu día, Ivashkov?

—Maravilloso— solté con los dientes apretados.

—Me alegra— ¿Era idiota acaso? Por supuesto que no podía estar bien después de verlo devorando a la mujer que amo.

La idea volvió a aparecer, esta vez no pude contenerme y la pregunta salió antes de detenerla.

—¿Cuantos meses tiene?

Adrián volvió a sonreír de esa manera estúpida.

—Seis, al parecer el bebé estaba esperando a que nos casáramos para llegar.

—¿Seis? —pregunté intentando contener la rabia que corría por mis venas. Él se limitó a asentir con la cabeza.

¡Seis!

¡Seis meses y ella no dijo nada!

Estaba furioso, si ese bebé era mío ella estaba en problemas y no iba a detenerme hasta averiguarlo.

Ecos de amor (#2 PeR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora