Ángel
Mucha gente dice que después de la tormenta viene la calma; hoy, unos cuantos meses después de todo aquel infierno, podía asegurar que después de la tormenta tocaba recoger los pedazos, hacer el recuento de los daños y la confusión de no saber por dónde comenzar.
Cuando entré a la oficina de Lenna no pude hacer algo además de observarla como un idiota. La imagen que mostraba ahora era mil veces mejor que la de tres meses atrás. Su cabello había vuelto al negro y ahora caía en ligeras ondas apenas unos centímetros por debajo de sus hombros. Me quedé parado un par de minutos más observando como arrugaba la frente y sacaba la lengua mientras intentaba comprender que era lo que decía aquel papel.
—¿Te vas a quedar allí parado todo el día? —una sonrisa que creí jamás volvería a vera provocó que mi corazón diera un brinco.
—No, es sólo que no puedo dejar de verte.
Observé sus mejillas cubrirse de color y en un acto nervioso comenzar a jugar con el mechón de su cabello contra el que siempre luchaba.
—¿Tienes los papeles listos?
Tomé asiento frente a ella y dejé la carpeta sobre el escritorio.
Era algo inigualable verla.
«Pero nunca volverá a ser tuya» Aquel pensamiento rondaba mi cabeza cada día. No era como si yo siempre hubiese sido un soñador, tampoco me iban el romance ni los amores platónicos, pero si era esa la única manera de tenerla cerca y llenarme de su aroma entonces no iba a quejarme. A esta altura del partido sería su jodido tapete si ella lo pedía.
Los ojos de Lenna me observaban divertidos y su postura decía que esperaba mi respuesta.
—¿Perdón? —Soltó una pequeña risita antes de repetir la pregunta
—Decía que si no te parece irónico que siendo dueña de una empresa armamentista esté a punto de abrir una fundación de ayuda a personas que han vivido situaciones como...
La observé como si le hubiera salido un tercer ojo. Por supuesto que toda esta situación me resultaba extraña e irónica. Pero conociéndola como lo hacía esto era lo menos que esperaba de ella.
—Es raro combinar la industria bélica en esto, pero la empresa no tiene nada que ver. Esto es algo tuyo.
Asintió. Aún ahora me costaba un poco mantenerme al margen. Se veía tan cambiada y al mismo tiempo tan... ella, que todo parecía estar sucediendo en un universo paralelo.
Si no me hubiera acostado de nuevo con Rebeca, Lenna y yo ahora estaríamos juntos.
—¿Perdón? —ladeó un poco su cabeza hacia la izquierda, como si buscara un ángulo nuevo para ver las cosas.
—Estaba pensando.
—En voz alta. —me sonrió —También me pasa, todo el tiempo— moví la cabeza en señal de asentimiento.
El silencio llenó el lugar y resultaba un poco incómodo sentir los pensamientos de ambos revoloteando por todo el lugar. Había pasado lo que se me antojaba una eternidad desde la última vez que ella y yo habíamos estado juntos de esta manera... o de cualquier otra.
—¿De verdad volverías el tiempo atrás si pudieras? —sus ojos verdes se clavaron en los míos.
—¿Tú lo harías? —quería postergar la respuesta tanto como pudiera.
—No, no lo haría. —recargó la cabeza sobre sus manos y dejó que su mente volara al pasado— Aún con todo no imagino mi vida sin mi hija, y cambiar algo de mi pasado implicaría no tenerla a ella... también implicaría no estar nunca con Adrián. —contrario a lo que había ocurrido desde el momento en que ella me había dicho sobre su compromiso sentí que esta vez de verdad lo entendía— Él logró sacar cosas de mí que yo ignoraba y me dio el mejor regalo del mundo.
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Ecos de amor (#2 PeR)
ChickLitHistoria ganadora de Wattys 2016 en la categoría Lecturas Voraces La vida ha cambiado para Lenna, la vida de casada resulta ser más difícil de lo que creyó; aun así todo parece ir bien hasta que decide volver a la escuela de leyes en donde se encue...