Capítulo 9.

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Capítulo 9.

Lago Celestial.

Elizabeth, tras asegurarse que nadie la veía y que los ángeles no andarían rondando por ahí, se quitó la ropa y se sumergió en el Lago Celestial, cerrando los ojos. El contacto con el agua alivió de inmediato el dolor de sus heridas, las cuales eran más de las que ella creía, y que no recordaba haberse hecho, pero era obvio que Adyra había tenido mucho que ver en eso. Con mucho cuidado, Elizabeth dejó que el agua remojara también sus alas, ya que algunas de sus plumas habían sido arrancadas por el ataque del demonio que la tiró al suelo, pero con el agua del lago, las heridas sanarían. Lo cierto era que, en condiciones normales, ella hubiese acudido con alguno de los integrantes de los Escuadrones de Rescate, conformados por los ángeles de Rafael, para que aliviara sus heridas. Sin embargo, los ángeles sanadores estaban muy ocupados curando las lesiones de las Legiones Este y Oeste, tras su batalla contra los súcubos, por no mencionar el hecho de que el arcángel Rafael estaba haciéndose cargo de Osmar. Los ángeles de las Legiones no sabían aún si el capitán del Oeste se salvaría, eso dependería de la decisión que tomara el arcángel Uriel, así que era de esperarse que Irinia estuviese vuelta loca. La capitana del Este estaba tan a borde del colapso que un ángel del Escuadrón de Rescate optó por darle una pócima para sumirla en un sueño profundo y relajado, situación que no sólo le benefició a ella, sino a todos los que se encontraban a su alrededor. De esta manera, habiendo tanto trabajo para los ángeles sanadores, Elizabeth optó por tratar de curarse ella misma en el Lago Celestial. Cuando las heridas eran leves, no eran tan necesarias las labores de sanación angelicales, bastaba con sumergirse un rato en el agua celestial para que el problema desapareciera.

Así pues, la capitana del Sur agradeció poder encontrarse unos momentos a solas, para tranquilizar su mente y su corazón. Elizabeth cerró los ojos, tratando de borrar de su memoria la imagen de la diablesa del cabello bicolor, aunque sabía que eso sería poco menos que imposible. Adyra la perseguiría en todo momento, hasta que ella sucumbiese a su destino, o bien, consiguiera hacer caer de su condición celestial a Alessandro. Elizabeth se sentía frustrada, pues ahora no sólo debía preocuparse por el vampiro escurridizo, sino que también tendría que pensar en esa provocativa súcubo que no los iba a dejar en paz, y, peor aún, impediría que los ángeles se acercaran al vampiro. Tanto irritaba Adyra a Elizabeth que esta última casi había conseguido olvidar que tenía pendiente una venganza por cumplir.

"En verdad, es más estresante ser ángel que humano", pensó ella. "Qué irónico".

Los pensamientos de la chica fueron interrumpidos abruptamente cuando ella notó y escuchó que había alguien en los alrededores del Lago Celestial. Elizabeth abrió los ojos, se puso en pie y cubrió su cuerpo con sus alas, dispuesta a salir huyendo en cuanto se apareciese un ángel frente a ella. Sin embargo, para su muy grata sorpresa, quien apareció entre las nubes fue Alessandro, un poco sorprendido al ver que había alguien en el lago. El ángel rubio, al ver a su compañera, cuyo cuerpo sólo estaba cubierto por sus alas, se ruborizó y desvió la mirada.

-          Lo siento, pensé que no habría nadie aquí.- se disculpó Alessandro, apenadísimo.- Venía a curar mis heridas, ya que los Escuadrones están tan ocupados con nuestros compañeros...

-          Al parecer, tuvimos la misma idea.- Elizabeth, ajena a todo pudor ante la presencia de Alessandro, se relajó y le sonrió a su compañero.- Yo también vine a eso.

-          Te dejaré sola, entonces.- Alessandro miró por unos instantes a Elizabeth fijamente, desviando la mirada de nuevo.- No es correcto que te vea así...

-          ¿Y por qué no?.- Elizabeth se irguió cuan alta era.- Cuando llegué a Angelópolis por primera vez, me dijiste que no tenía nada de qué avergonzarme, porque los ángeles no ven el cuerpo desnudo con malas intenciones. ¿Por qué te avergüenzas ahora?

Alas de Libertad: Senda del Destino.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora