Capítulo 18.

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Capítulo 18.

Steindelberg.

Adyra contemplaba pensativa al grupo de hombres que roncaban a sus pies. Ninguno de ellos había sido lo suficientemente interesante como para tomarlo por amante, de manera que ella había decidido arrancar sus almas sin más miramientos. En esos momentos, los hombres, entre los que se encontraban el posadero y el tabernero, eran presas de sueños lujuriosos que iban consumiendo lentamente sus conciencias y corazones. Ninguno volvería a despertar, nunca sabrían qué les sucedió realmente, pero sus almas estarían condenadas a sufrir por el resto de la eternidad.

Aún así, este pequeño "festín" no ponía feliz a Adyra. Sabía que había actuado de manera deficiente, había sido débil y, al final, no pudo llevar a cabo el acto que habría de liberarla de su destino fatal. No era la primera vez que ella había tenido que tomar el rumbo de su vida en sus manos; ya era conocido por muchos que Adyra se había tenido que rebelar contra Rosier, a fin de que ésta dejara de usarla como su esclava. Y aún con todo, la diablesa no había sido capaz de quitarse la maldición que le arrojara la reina de los Súcubos antes de "expulsarla" del Infierno, pero Adyra había conseguido sobrevivir en una tierra ajena, rechazada por todos, incluso por los de su misma especie. Ella siempre había logrado evadir todos los problemas, quitarse cualquier obstáculo del camino, seguir adelante sin importar a cuánta gente aplastara en el proceso... Hasta ese momento.

No pudo matar a Alessandro, no pudo deshacerse de él cuando tuvo la oportunidad. El ángel estuvo a su merced en dos ocasiones, y en las dos ocasiones lo dejó ir. ¿Por qué? ¿Por qué, si Adyra nunca había vacilado en dar un golpe, tratándose de Alessandro era diferente? Ella no tuvo mucho tiempo para pensar en las posibles respuestas; una conocidísima y aún más detestada aura invadió el lugar, produciéndole a Adyra unas evidentes ganas de matar al primero que se le pusiera enfrente. Lástima que Alessandro ya no se encontraba ahí para poder cumplir este capricho con él.

-          ¿Qué quieres, Rosier?.- gruñó Adyra, haciendo que su cola se moviera de un lado hacia otro, frenéticamente. A sus pies, los hombres comenzaban a retorcerse, presos del dolor al que estaban siendo sometidas sus almas.

La diablesa tomó su forma corpórea justo en frente de Adyra, la cual se encontraba recostada en el quicio de una de las ventanas de aquella enorme habitación, que correspondía al salón principal del segundo piso del sitio en donde se estaba hospedando. Rosier, con sus inquietantes ojos multicolor, miraba hacia uno y otro lado, con un gesto que indicaba repugnancia y rechazo.

-          Nunca he podido entender por qué cambiaste al Infierno por esto.- rezongó la diablesa.

-          Ni lo entenderás. Lo hemos hablado miles de veces y sigues haciéndome la misma pregunta idiota, cada vez que nos vemos.- replicó Adyra, con languidez.- ¿Qué quieres? ¿Otra batalla? Tendrás que esperar, querida madre, porque estoy a mitad de un suculento festín. ¿Qué no lo ves?

-          No te preocupes, que en esta ocasión no quiero pelear contigo.- Rosier se paseó entre el montón de hombres destinados a convertirse en alimento infernal.- Sólo vengo a decirte que eres una vergüenza para los de nuestra estirpe.

-          Vaya. Como si nunca antes me hubieras dicho algo semejante.- Adyra bostezó.- Siempre me dices que soy una vergüenza, una deshonra, una paria, bla, bla blá. ¿No tienes nada nuevo qué decirme? Sólo has repetido lo que ya antes me has dicho hasta el cansancio.

-          Esta vez es diferente, Adyra.- Rosier clavó sus ojos en ella.- Ya tienes un antecedente pasado, y es el haber ayudado a los ángeles de Miguel a ganar en la batalla contra Amón. Ese rumor se ha corrido ya en el Infierno, y créeme, los demonios superiores no se sienten muy felices con este hecho.

Alas de Libertad: Senda del Destino.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora