Capítulo 14.

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Capítulo 14.

Poblados de Véres, Sötet y Steindelberg.

La capitana Elizabeth Wolfgang estaba agotada. El poder de la Luz Eterna estaba a punto de consumirse, pero, por fortuna, parecía ser que no era necesario seguir utilizándolo. El fuego aún no se consumía por completo, pero ya era posible que los Escuadrones de Rescate acudieran a prestar su ayuda. Elizabeth se dedicó a auxiliar a los ángeles sanadores a sortear las pocas llamas que aún persistían, para que pudiesen otorgar sus servicios a los humanos recién salvados.

Ésa era otra de las buenas noticias: todos los humanos habían sido liberados por fin de sus ataduras infernales, gracias a la ayuda de los inesperados aliados que llegaron en el momento preciso. Gracias a ellos, la Legión del Este pudo enfocarse totalmente a sofocar el fuego infernal. Fue verdaderamente un milagro, ya que Elizabeth estaba consciente de que ellos solos no habrían podido hacerlo todo, pues los problemas estuvieron a punto de sobrepasarlos. Pero entonces, la ayuda llegó, literalmente "caída del cielo", y ahora las cosas pintaban mucho mejor. Un auténtico milagro, como ya se había dicho, pero si había alguien que podía hacerlo, eran precisamente ellos. Para eso eran ángeles, después de todo.

-          Te ves agotada, capitán.- dijo Raquiel, preocupada.- ¿Estás bien?

-          He estado mejor.- admitió Elizabeth.- Pero no te preocupes por eso, ya habrá tiempo de descansar.

-          De hecho.- intervino Lelahel.- Sería conveniente que regresaras a Angelópolis, capitana. No te ves en la mejor forma, y lo peor ya ha pasado aquí. Además, el arcángel Miguel está a punto de llegar.

-          Precisamente por eso es que no puedo marcharme.- rebatió Elizabeth.- Es necesario que reciba el informe de las cosas directamente de mí.

-          Al menos, deberías dejar que los ángeles sanadores te atiendan.- insistió Raquiel.

Elizabeth había negado la ayuda de los Escuadrones de Rescate, con todo y que un par de ángeles habían insistido en atenderla. Sin embargo, la capitana prefirió que los humanos fuesen curados primero, ya que ellos tenían la máxima prioridad. Ya después habría tiempo para atenderla a ella. Así pues, la capitana angelical luchaba contra el agotamiento, a la espera de que las cosas al fin tomaran el curso que debían llevar.

-          Bien, creo que no tenemos más qué hacer por aquí.- dijo el ángel que inesperadamente había acudido en su auxilio.- Iré a prestar ayuda a las Legiones del Norte y del Este.

-          Que la necesitan con extrema urgencia, cabe decir.- añadió Elizabeth.- Gracias en verdad, fue un auténtico milagro contar con la ayuda de ustedes.

El otro ángel asintió, y tras despedirse, emprendió el vuelo, seguido por sus compañeros, en búsqueda de los demás ángeles. Elizabeth suspiró de alivio al ver que las ciudades habían salido del peligro, pero pronto los párpados comenzaron a cerrársele, el cansancio pretendía ganarle la batalla. El ángel pelirrojo se sentó en un pequeño trozo de césped, una de las pocas cosas vivas que se salvaron del incendio, mientras observaba a los ángeles sanadores trabajar. Los discípulos de Rafael no sólo curaban a los humanos, también devolvían la salud a animales y plantas, y en ese momento, un grupo reducido de sanadores hacían su trabajo con la flora del lugar, regresando el verdor a los pastos, árboles, plantas y flores, y curando a los animales que habían sido parcialmente alcanzados por el fuego. Pronto, el lugar quedaría rejuvenecido por completo, como si nunca hubiese pasado por ahí un incendio demoniaco y devastador. La memoria de los aldeanos sería modificada, de manera que se explicara convincentemente la muerte de las pocas personas que fallecerían, por órdenes directas de los ángeles de Uriel. Todo esto era, sin duda, un milagro, en el que Elizabeth había formado parte, algo que siempre la maravillaba cada vez que hacía su trabajo.

Alas de Libertad: Senda del Destino.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora