Capítulo 8.

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Capítulo 8.

Zona Cero, límite entre el Lago Encantado y la Tierra.

La batalla entre ángeles y súcubos amenazaba con extenderse por mucho tiempo más. Rosier jamás pensó que los ángeles podrían darle tanta pelea, pero lo cierto era que no se estaba enfrentando a un grupo inexperto, sino a dos experimentadas Legiones, bastaba con ver cómo habían evitado desde un inicio el truco más usado por las súcubos y los íncubos: la mordida del deseo.

-          Tengan cuidado, no vayan a permitir que un súcubo o íncubo los muerda.- había gritado Osmar a su gente.- De ser así, el final de su vida como ángeles será inevitable.

Los ángeles sabían que las mordidas de un súcubo o de un íncubo podrían resultar fatales, pues en el caso de recibir una, el ser que haya sido mordido sería presa de una incontrolable pasión, de un deseo irreprimible de tener sexo, el cual no desaparecería hasta que no se hubiese consumado el acto carnal. Esto, obviamente, atraería como consecuencia la pérdida de la pureza de un ente angelical, ya que, si bien un ángel sí podía hacer el amor con otro ángel como manera de canalizar energía, si uno de estos seres sostenía relaciones sexuales con un ser de otro tipo, llámese demonio, elfo, hada o humano, el ente de luz perdería su pureza teniendo que ser éste expulsado de Angelópolis, sin remedio. Era conocido que, en el pasado, muchos ángeles perdieron sus alas debido a este lamentable hecho, y quizás un grupo menos experimentado hubiese podido caer ante el truco más utilizado por súcubos e íncubos, pero no así las Legiones, quienes se conocían casi todas las trampas usadas por los lujuriosos demonios.

Rosier no contaba con esto, dejando en claro, una vez más, que estaba muy fuera de forma en cuanto a peleas se trataba. Realmente, ella detestaba luchar, no había sido creada para hacerlo, sino para causar lujuria y placer en los humanos y en otros seres, por lo que usar su energía y fuerza para tratar de vencer a un contrincante en una pelea que no involucrara el sexo le resultaba muy difícil. Sin embargo, la mejor manera de quitarse a un enemigo de encima era enfrentándolo, así que Rosier tendría que confiar en que sus súbditos pudiesen vencer a los mejores y más preparados ángeles de Miguel.

-          No va a resultar tan difícil como lo pensé.- comentó Irinia a Osmar, en algún momento en que ambos se detuvieron a retomar energías.- Rosier no es buena peleadora por lo que veo.

-          No te confíes.- le advirtió Osmar.- Que muchos súcubos e íncubos son buenos peleando. Puede que ella esté fuera de forma, pero sus súbditos no. Además, estamos ya en la Zona Cero, y no contamos con la protección del Lago Encantado.

-          En algún momento se descuidará y la enviaremos hacia allá.- replicó Irinia.- Yo misma me encargaré de eso.

El ángel de cabellos negros se lanzó en busca de la reina de los Súcubos; ésta, al ver a la capitana ir tras ella, tuvo la idea de degollarla en cuanto se presentase la oportunidad. Eliminando a la cabeza, el resto de la Legión quedaría inútil, o al menos eso era lo que pensaba Rosier. Sin embargo, Santé era escurridiza y veloz, y por más estacas de fuego que Rosier lanzara, el ángel las esquivaba con facilidad, enviando a su vez poderosos ataques hechos con viento. Osmar, a su vez, peleaba contra un enorme demonio de cuernos gruesos, tratando de evitar que éste lo atrapara con su mordida.

-          Por lo visto, no distinguen géneros.- comentó Osmar, de buen humor.

-          Se supone que los ángeles no tienen género.- replicó el demonio.

-          Lo que demuestra tu escaso conocimiento sobre los ángeles.- dijo Osmar.- ¿Así piensas vencerme? Apuesto a que no sabes hacer otra cosa que morder a tus víctimas, creí que eras demonio, no hombre lobo.

Alas de Libertad: Senda del Destino.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora