Capítulo 1.

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Alas de Libertad: Senda del Destino.

Capítulo 1.

Camino al Oráculo del Infierno.

Ella no sabía por qué se encontraba allí. Quizás, porque tenía la secreta esperanza de que el Oráculo hubiese cambiado de opinión, con todo y que jamás en los miles de años que llevaba existiendo había intercambiado una profecía por otra. Sin embargo, ella no se consideraba cualquier diablesa, así que quizás por ella el Oráculo haría una excepción. Necesitaba otra profecía, la que fuera, con tal de que ella no tuviera que estarse preocupando por toparse con algún estúpido ángel en su camino. No le temía a los ángeles, todo lo contrario, pero no quería tener a ninguno de esos infames alados persiguiéndola por todos lados.   

Adyra se tocó levemente el arete que llevaba en su oreja izquierda. Era una leyenda bien fundamentada la que decía que esa pieza de joyería estaba confeccionada con un diente de Cancerbero, el guardián del Inframundo. Adyra había conseguido, con muchos esfuerzos, quitarle un diente al mítico portero, llevándose varias heridas de consideración en el proceso, pero bien valía la pena, ya que el poder de Cerbero le bastaría para poder entrar y salir del Infierno, si conseguía hacerse con un segundo diente. Muy pocos demonios sabían cómo fue que ella había obtenido la segunda pieza dental, si bien era cierto que estuvo a punto de morir en la pelea por el primer molar. Sólo Adyra y unos cuantos demonios de alto nivel sabían que fue la misma Catrina, reina del mundo de los Muertos, quien le regaló el otro diente, como recompensa a su osadía y valor. Gracias a esto, la diablesa podía entrar y salir del Infierno cuando quisiera, evadiendo así la maldición que le había puesto Rosier, reina de los Súcubos, al colocarle a Adyra el maldito Ojo del Infierno, el cual evitaba que ella pudiese tener acceso a todos sus poderes de diablesa.

Cubierta con una larga capa negra, Adyra se abría paso por el camino que conducía al Oráculo Infernal, el cual había guiado la vida de los demonios y los ángeles caídos por siglos. Nadie en el Infierno podía ignorar sus profecías, todo lo que el Oráculo decía siempre se cumplía, sin falta. Varios demonios de alto rango pasaron junto a ella, pero siguieron de largo ya que en ese lugar abundaban las criaturas inferiores cubiertas con capas largas. Adyra hizo con facilidad a un lado a este tipo de seres una vez que llegó hasta la cima del monte en donde se encontraba el Oráculo, y se dirigió a él tras comprobar que no había nadie escuchando.

El Oráculo Infernal, cuando no era consultado, se mantenía presente en forma de una llamarada que no se apagaba jamás, cercada por un círculo de piedras; sólo cuando alguien lo consultaba, el fuego tomaba la forma de un hombre. Se decía en el Infierno que el Oráculo Celestial tomaba la forma de una mujer, pero esto era algo que a Adyra tenía muy sin cuidado. El Cielo era un lugar que no formaba parte de sus pensamientos, sin duda alguna.

-          Gran Oráculo de los Infiernos, vengo a consultarte.- habló Adyra, bajándose la capucha de la capa para que el Oráculo pudiese verle el rostro.- Deseo saber qué va a ser de mi destino.

-          Adyra, hija de Rosier.- habló el Oráculo, una vez que éste pudo captar sus facciones.- Princesa Infernal, perseguida por los de su estirpe. Llevas una vida de lujuria, avaricia y excesos, todo aquello para lo que fuiste creada.

La diablesa torció la boca al escuchar su condición de hija de la Reina de los Súcubos. Odiaba ese título y hubiese deseado poder quitárselo.

-          Sin embargo, todo eso desaparecerá cuando se cruce en tu camino un ser de luz.- continuó el Oráculo.- Un ángel que será el dueño de tu destino. Una vez que veas la luz dorada en sus ojos, tu vida quedará por siempre sellada a la voluntad de él.

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