Capítulo 20.
Castillo de Vajk.
El castillo de Vajk hervía en actividad. Los licántropos habían recibido la orden del jefe de la manada de prepararse para salir de cacería. Habitualmente, no tendría por qué haber tanto alboroto por una orden de caza, pues era lo común que el duque saliese a hacerlo cada tercer noche, acompañado siempre por un grupo de licántropos que más bien iban a estirar las patas y a perfeccionar sus técnicas de ataque que para defensa de su jefe, ya que era bien conocido por todos que el duque era un vampiro poderoso y un rival difícil de vencer. Sin embargo, en esa ocasión, todos los licántropos habían sido convocados para esa cacería, y era que el duque de Vajk iba por una presa grande: los ángeles del Ejército Celestial.
O al menos, ésas eran las órdenes que los licántropos habían recibido antes de que apareciera Elizabeth Wolfgang a la entrada del castillo.
Ludwing vio y escuchó todo lo ocurrido entre Neal y Elizabeth, al igual que tres licántropos que habían salido para ayudar a su amo ante el inminente ataque, así que el lobo jefe ya sabía que la joven pelirroja y angelical era en realidad el amor que había perdido Neal Vajk tantos siglos atrás. Sabiendo que se trataba de una broma cruel del destino (¿Un vampiro amando a un ángel? ¿Cuándo se ha visto eso antes?), Ludwing prohibió a los otros licántropos el comentar con el resto de la manada lo que habían visto y oído esa noche, y continuó con los preparativos de ataque, ya que Neal no había dado ninguna contraorden hasta el momento. El licántropo jefe sabía que su amo necesitaría reordenar sus pensamientos y prioridades, de manera que lo dejó solo cuando la joven se marchó, llevándose consigo a los otros lobos que habían jurado con sangre no revelar el secreto de lo ahí ocurrido.
Neal se había quedado mucho rato contemplando el cielo y las estrellas, pensando en su desgracia. La estrella de su fortuna quiso que él perdiera todo lo que amaba una vez, y cuando al fin se había adaptado a ello, cuando al fin parecía que podría superarlo, el destino le mandaba todo al traste de nuevo, poniendo frente a él ese tesoro que había creído perdido para siempre. Peor aún: se lo había traído envuelto en una cubierta intocable para él.
¿Por qué Elizabeth había tenido que convertirse en ángel y él en vampiro? ¿Por qué? El que ambos tuviesen naturalezas tan opuestas y diferentes hacía imposible que consideraran siquiera la idea de estar juntos de nuevo. Pero Neal no podía evitar experimentar sentimientos que había creído perdidos para siempre, ese amor que surgía en él cada vez que los ojos verdes de Elizabeth lo miraban. El sólo pensar que nunca podría estar con ella hacía que el sentimiento de desesperación que siempre acompañó a Neal desde su no-muerte surgiera de nuevo en él. La rabia de saber que Elizabeth estaba viva, pero que no podría tocarla, encendió una llamarada de energía cinética en el puño del vampiro, que fue a estrellarse contra una roca que pesaba toneladas, partiéndola en dos, mientras Neal soltaba un potente rugido de ira.
- ¿Por qué?.- gritó.
Neal pensó entonces que había vuelto a ver a Elizabeth para darse cuenta que la perdería de nuevo. ¿Cuál era la razón de que ambos hubiesen sobrevivido por tantos siglos, para volver a reunirse y darse cuenta que tendrían que estar por siempre en bandos contrarios? ¿Qué le quedaba a él, entonces? Otra vez, nada, sólo la muerte, nada había cambiado para Neal en tantos siglos de separación. Pero en esta ocasión, en vez de ver un futuro negro y sin esperanza, la mente caprichosa de Neal vislumbró otro rostro de mujer en medio de la oscuridad, un rostro enmarcado por una larga y rebelde cabellera negra que viraba a roja en las puntas.
Adyra.
Y fue entonces cuando Neal se dio cuenta que se había equivocado. ¿No había ella cambiado las cosas desde que apareció en su vida? ¿No había dado Adyra un nuevo sentido a la solitaria vida de oscuridad que llevaba el vampiro desde su conversión? ¿No había vuelto ella a abrir los horizontes que se creían cerrados para siempre? ¿Y no había Neal jurado protegerla de todo y de todos hasta el fin de sus días? Era obvio que lo que él sentía por Adyra era lo suficientemente fuerte como para borrar el dolor que dejara Elizabeth en su corazón, pero aún así, no se podía olvidar tan fácilmente el pasado. Antes de saber que Elizabeth seguía viva, Neal había jurado acabar con los perseguidores de Adyra, todos y cada uno de ellos. ¿Cambiarían las cosas ahora que su ex prometida seguía con vida?
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Alas de Libertad: Senda del Destino.
RomanceCuatro almas que buscan la libertad, a través de sus actos y no de sus profecías. Una historia sobre el libre albedrío y el futuro predestinado. Tercera historia de la saga "Alas de Libertad". Dibujo de portada: Lily de Wakabayashi. Dibujos de capít...