Capítulo 2.

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Capítulo 2.

Periferias de Angelópolis.

Elizabeth preparó a su Legión, informando de manera muy breve que iban tras la caza de uno de los vampiros más peligrosos que habían existido, que estaba clasificado como categoría 5 y que, por tanto, la misión debía considerarse como de muy alto riesgo. De esta manera, los ángeles estaban autorizados a atacar en el momento en el que visualizasen al vampiro, sin romper las reglas del ejército angelical, por supuesto. No sería una persecución fácil, ya que ese vampiro había esquivado al grupo de Buscadores por años (conformados por ángeles encargados de perseguir la pista de los seres oscuros más peligrosos para dar aviso al arcángel Miguel y a sus Legiones), por no mencionar que había dejado una larga lista de muertos tras de sí. Además, si había acabado con su propio clan él sólo, era evidente que no se detendría para hacer lo mismo con un grupo de ángeles. Así pues, estaba indicado matar al vampiro si conseguían dar con él.

La joven alistó sus armas principales, un arco que Alessandro le había fabricado y al que le tenía mucho cariño, y una espada, la cual le correspondía usar por pertenecer al ejército del arcángel Miguel. Éste mismo en persona le había entregado la espada hacía poco, después de darle el puesto de capitana de la Legión Sur. Quizás no fuese necesario ocupar ambas armas, pero ella no iba a darle la oportunidad al vampiro de escapar. Elizabeth quería ser el ángel que detuviera a ese ser infernal y lo mandara de regreso al sitio de donde había provenido, sólo así podría vengarse de todo lo que le había hecho.

Sin embargo, y a pesar del deseo de revancha que la invadía, ella se preguntaba si acaso estaría bien el matar a un vampiro que, directamente, no le había hecho nada. Había sido una vampiresa, la cual ahora Elizabeth sabía que se llamaba Joradis, quien le había arrebatado todo, y estrictamente hablando, el vampiro al que perseguirían no la había agredido a ella (ni siquiera estaba segura de conocerlo), pero al final de cuentas, pertenecía al mismo clan de Joradis y debía ser detenido. Además, alguien debía pagar, ¿o no?

Sin saber por qué (o quizás sí sabía), Elizabeth pensó en Alessandro. Hacía ya muchos años que él había sustituido el vacío que había dejado su antiguo prometido, Neal, en su corazón, pero eso Alessandro no lo sabía. Ni lo habría de saber jamás. Elizabeth hubiera deseado saber qué pasaba con un ángel cuando se enamoraba, pero nadie en Angelópolis le supo dar una respuesta. Ni siquiera en los libros celestiales pudo encontrar información, y era que, simplemente, los ángeles no se enamoraban. Obvio era, la mayoría de esos libros habían sido escritos por seres creados a partir de luz, ángeles que no conocían lo que era el amor, ¿pero qué pasaba con los ángeles transformados, aquéllos que fueron convertidos a partir de otro ser no ángel? Alessandro le había explicado a Elizabeth que los ángeles convertidos eran muy, muy escasos, y que la mayoría eran seres humanos, aunque se había dado el caso de hadas, elfos e incluso demonios (que habían sido perdonados por el Ser Supremo), que se habían convertido en ángeles. Alessandro había hallado en la biblioteca de Angelópolis un libro titulado "Ángeles de todo tipo", que hablaba sobre los seres alados convertidos, y Elizabeth lo leyó completo, pero sólo sirvió para incrementar sus dudas, ya que un capítulo entero hablaba sobre los ángeles nacidos.

Según ese curioso libro, había una categoría de ángeles rarísimos, únicos en su género y de los cuales sólo se conocían un puñado, tan escasos que la mayoría de los seres celestiales no llegaba a conocerlos jamás: ángeles nacidos de otros ángeles. El libro en sí no hablaba mucho sobre el mecanismo en cómo esto se producía (¿nacían, como los humanos, del vientre de un ángel, o de huevos o de alguna otra manera?), pero el autor dejaba muy en claro que no había mucha diferencia entre la anatomía de un ángel y la de un humano.

Alas de Libertad: Senda del Destino.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora