Capítulo 21.

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Capítulo 21.

            Lago Encantado; posteriormente Angelópolis.

            La búsqueda por ese día había resultado infructuosa. No había rastros de Rosier, en ninguna parte de la Tierra, y la Legión del Norte había tenido que dar por concluidas sus actividades poco antes de la puesta del sol. Todos habían regresado a Angelópolis, no así su capitán, quien decidió permanecer por un rato en la Tierra, para poder pensar a solas. Alessandro contemplaba melancólico la Luna, pensando en qué más misterios se esconderían en su parte oculta. Sentado en una roca, él dejaba que la brisa le acariciara las blancas alas, que brillaban como oro blanco bajo la luz del astro nocturno. Frente a él, el Lago Encantado parecía un espejo límpido, puro y cristalino, el reflejo del alma de un ser de luz, o al menos, así debería de ser, pero en el alma de Alessandro se levantaba una tempestad poco conocida para él, algo fuerte y ardiente que amenazaba con descontrolar su interior.

¿Sería que ella se sentiría igual que él? ¿O se dejaría llevar por el encanto del vampiro? Era difícil saberlo, y quizás, Alessandro no quería conocer la respuesta. El ángel suspiró, y ese suspiro arrancó un sonido de protesta que alguien pronunció a varios metros detrás de él. Al darse la vuelta, Alessandro vio a Adyra, recargada contra un árbol, con un gesto de dolor en el rostro que alertó los sentidos del ángel.

-          ¡Adyra!.- exclamó él, parándose en la roca y extendiedo sus alas.- No estoy de humor ahora para confrontaciones.

-          No vengo a confrontarte.- negó Adyra, mirando hacia el frente y no hacia el ángel.- Sólo me he dado cuenta que tú también eres un alma solitaria, como lo soy yo.

-          ¿Y a qué viene esta revelación?.- preguntó Alessandro, a la defensiva, y no dispuesto a caer en las trampas de la súcubo por segunda ocasión.- No deberías estar aquí, ni siquiera.

-          Créeme, me he dado cuenta de eso.- Adyra se puso una mano en el pecho.- Me resulta doloroso permanecer en este lugar. Aquí, en donde estoy, es lo más lejos que puedo llegar sin sentir que me partiré a la mitad. Y quizás, he perdido la razón por aceptar venir aquí de manera voluntaria, pero hace poco me di cuenta que no vale la pena pelear cuando tienes todo en contra.

-          Ésa es una manera muy mediocre de pensar.- la regañó Alessandro, saltando a tierra desde la roca.- Siempre hay algo por qué pelear, algo Más Grande que te va a impulsar a salir adelante, sino lo haces por ti mismo.

-          Tú tienes alguien en quién creer.- repuso Adyra, mirándolo por primera vez.- Tienes al Ser Supremo, por quien peleas y en quien confías, y mientras lo hagas, siempre serás libre. Yo... No tengo a nadie. ¿Para qué pelear por mí misma, si nunca podré ser libre? Siempre tendré a alguien sobre mí, esclavizándome, sino eres tú, será mi propia estirpe. ¿Vale la pena vivir así, encadenada siempre a alguien? Prefiero morir y ser libre en la inmensidad de la nada, donde ya nadie pueda sujetarme con cadenas.

Por primera vez, Adyra parecía ser sincera, y Alessandro se apiadó de ella. Con esas simples palabras había atisbado a la fragilidad de la existencia de la diablesa, a su falsa libertad, siempre truncada por alguien más. Él siempre sería libre, siempre tendría alguien por quién luchar, pero ella no tenía absolutamente nada más que su vida, y aún así, ésta no le pertenecía.

-          No me mires con esa compasión, angelito, que me vas a provocar náuseas.- murmuró Adyra, desviando la mirada.- No se debe tener lástima por un demonio. ¿No te enseñaron eso en la escuela angelical?

-          No puedo evitar sentir compasión por los demás, aún así se trate de un demonio.- replicó Alessandro, acercándose a ella.- Es mi naturaleza, forma parte de lo que yo soy, así como en tu naturaleza está el querer ser libre. Por algo el destino nos ha unido a los dos.

Alas de Libertad: Senda del Destino.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora