Capítulo 17.

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Capítulo 17.

Bosque aledaño a Steindelberg.

Alessandro despertó, confundido. Se sentía desorientado, no sabía en dónde estaba, ni qué hora era, ni cómo había llegado ahí. Se encontraba recostado en una cama de hojas caídas, y la luna se asomaba por entre las copas de los árboles. A su derecha, una rama crujió y él se levantó involuntariamente, sintiendo una pesadez muy extraña en el estómago, como si quisiese expulsar sus entrañas a través de la boca. El mundo empezó a darle vueltas, y sólo cerrando los ojos pudo calmar su malestar... El cual regresó de golpe al notar que estaba desnudo de la cintura para arriba, pues esto le hizo recordar qué había sucedido antes de perder el conocimiento.

Adyra lo había mordido. Y él había sucumbido, presa del veneno de súcubo.

Alessandro se sentó bruscamente. Al menos, sus pantalones seguían en su lugar, pero eso no garantizaba nada. Una ola de pánico lo invadió al darse cuenta de las repercusiones que tendría el que se acostara con Adyra. Perdería su pureza de ángel, su categoría de capitán de la Legión del Norte, sería expulsado del Cielo y se convertiría en un ángel caído. Y nunca más volvería a ver a Elizabeth. Fue esto último lo que hizo que se le encogiera el corazón. ¡No volvería a ver a Elizabeth jamás! Peor aún, siendo él un ángel caído, ella se convertiría inmediatamente en su enemigo. Alessandro se sintió enfermo y desesperanzado, y enterró su cabeza entre las manos, tratando de encontrar una solución posible a esta catástrofe.

-          Al fin despiertas.- dijo Adyra, frente a él.- Pensé que te había matado mi veneno, pero por desgracia, no fue así.

El ángel no levantó la mirada. En su escaso círculo de visión aparecieron un par de elegantes botas de piel de color negro, que sin duda pertenecían a Adyra. Su cola de diablesa se movía frenéticamente de un lado a otro, eufórica, pero Alessandro estaba demasiado aturdido como para darse cuenta que la voz femenina sonaba demasiado decaída, con cierto dejo de tristeza, como para que pudiera pensarse que pertenecía a alguien satisfecho. Además, si el ángel hubiera levantado la mirada, habría podido ver el enorme vacío que se reflejaba en los ojos violetas de la súcubo.

-          Ya no podrás lastimarme más.- dijo Adyra, aparentando sentirse triunfante.- Te he quitado tu pureza y tu fuerza, ya no eres rival para mí.

Él no contestó. ¿Eso sería verdad? Alessandro se preguntó cómo se sentiría ser un ángel caído, si acaso la marca de su frente habría desaparecido, si sus alas se habían quemado y convertido en cenizas, si sería ya incapaz de conjurar cualquier hechizo. Pero para su sorpresa, su organismo no estaba actuando de manera diferente, él se sentía igual que antes, quizás sólo un poco mareado y confuso, además de deprimido, pero fuera de eso, su cuerpo se sentía exactamente igual a como estaba antes de que Adyra lo mordiera.

-          No recuerdo nada.- dijo Alessandro, al fin, alzando la mirada.- ¿Qué sucedió?

-          ¿No es evidente?.- Adyra lo miró con evidente desdén.- Bah, creí que tener sexo con un ángel sería diferente, algo digno de recordarse pero, no eres un amante digno de mencionar.

-          ¿De verdad pasó?.- el ángel no quería creerlo?.- ¿De verdad sucedió?

Adyra se encogió de hombros, aunque desvió la mirada. Alessandro hubiera podido notar un poco raras estas actitudes, pero su tristeza estaba empañando su habitual sagacidad. En vez de responder, el ángel extendió y plegó sus alas, para que las puntas quedaran frente a sus ojos, y se sorprendió mucho cuando, en vez de encontrar cenizas o plumas negruzcas, frente a él resplandecieron, con tintes de oro, las luminosas alas blancas con las que había sido creado. Su expresión de sorpresa fue tan patente que Adyra se mordió los labios, tratando de contener la verdad que amenazaba con asomarse a los mismos.

Alas de Libertad: Senda del Destino.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora