Capítulo 10.

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Capítulo 10.

Castillo de Vajk.

Adyra regresó muy noche al castillo, casi cuando la luna estaba por aparecer por encima de las copas de los árboles. Neal la vio llegar por uno de los caminos secundarios que llegaban al castillo, mitad enfurecido por su partida, mitad aliviado de que ella hubiese vuelto una noche más. Algo que al vampiro sacaba mucho de quicio era que la diablesa se marchara de día, pues ella sabía bien que él no podría seguirla. El momento menos pensado, Adyra se marcharía, o la capturarían, y Neal no podría hacer absolutamente nada para impedirlo.

"¿Y por qué carajos te importa, en primer lugar?", habló una vocecilla en el cerebro del vampiro. "No es nada tuyo, es otra criatura de la oscuridad, como lo eres tú. Ambos han trabajado y vivido solos por muchas centurias, ¿por qué te afectaría si Adyra se marcha ahora? Las cosas seguirían como antes de que ella se quedara en el castillo".

Neal conocía bien la respuesta, pero se resistía a aceptarla. Quería creer que había otra explicación lógica al suceso, algo relacionado con el hecho de que ambos eran poderosos trabajando juntos, más que por separado, pero el vampiro sabía bien que se estaba engañando a sí mismo. Y si de verdad, él temía la partida de ella por esa "razón", sabía bien que estaría condenado a sufrir una desilusión una vez más, pues era obvio que Adyra jamás correspondería a ese sentimiento.

"Hacía mucho tiempo que no experimentaba esta sensación de impotencia", pensó Neal, decaído, recordando que la última vez que sintió algo semejante fue el día en que lo transformaron en vampiro. Años atrás, muchos años atrás, el Neal Vajk humano habría abierto su corazón y le habría dicho a Adyra que él no quería que lo dejara solo, pero ahora, para empezar, si Neal aún fuese humano, ella ya hubiera jugado con él antes de comérselo, como un gato que juega con un ratón, y ni remotamente le habría prestado atención a lo que tenía que decir. Así mismo, se tenía que señalar también el hecho de que el vampiro se había transformado no sólo en cuerpo, sino también en alma y corazón, y la amargura le había corroído su espíritu de condenado, lo que le impediría confesarse ante Adyra o ante cualquier otro ente o criatura, ni hablar de pedir que no lo dejaran solo.

"Y más sabiendo que ella no siente lo mismo", recordó Neal, con tormento, pensando también en Alessandro Lua. "No necesito a nadie... Nunca lo he necesitado...".

Adyra llegó al castillo con la cabeza gacha. Se sentía fracasada y desalentada, sus esfuerzos por matar a Alessandro se habían ido a pique con la aparición del ángel pelirrojo. Y por si eso fuera poco, la súcubo se había visto forzada a pedirles a sus súbditos que se retiraran para que los ángeles pudieran llevarse a su compañero herido. Era desesperante para ella el darse cuenta que toda su voluntad quedaba bajo las órdenes de Alessandro Lua, un mugroso capitán angelical que, a pesar de todo, se resistía a hacerle daño, humillándola aún más con su compasión. "Tengo que matarle a como dé lugar", pensó la diablesa. "O nunca más podré volver a ser libre".

Ella sabía que Neal vigilaba cada uno de sus movimientos, así como también sabía que él estaba enojado. Cierto era que Adyra no tenía ninguna obligación con el vampiro, pero aún así, se sentía ofuscada por este hecho. ¿Por qué habría Neal de estar molesto? No era la primera vez que la diablesa entraba y salía del castillo a sus anchas, para ir a cazar o robar almas, o simplemente para causar revuelo entre los humanos, pero en esta ocasión, Neal se había enfurecido por su ausencia, como acostumbraba a hacerlo a últimas fechas. No marcaba una diferencia importante el que ella se hubiese ido a buscar a Alessandro Lua, o mejor dicho, no debería de marcarla, ya que eso era asunto de Adyra y de nadie más. Y aún así, Neal la miraba con la furia impresa en sus ojos color miel, que en esos momentos amenazaban con tornarse de color rojo. Adyra no estaba de humor para explicaciones, por lo que consideró seriamente ignorarlo y marcharse directo a otra habitación, pero él, adivinando sus intenciones, le cortó el paso.

Alas de Libertad: Senda del Destino.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora