Capítulo 12.

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Capítulo 12.

Poblados de Véres, Sötet y Steindelberg.

Rosier miró a las dos capitanas acercarse a ellas, y se preguntó si las malditas tendrían alguna especie de radar integrado a sus miserables cuerpos. A donde quiera que fuese, ellas la seguían como fastidiosas sombras que no la dejaban hacer sus labores en paz. Sin embargo, Rosier sonrió al ver que ambas iban solas, al parecer ese día no las acompañaban sus Legiones, y los demonios las sobrepasaban en número, con mucha diferencia. Quizás en esa ocasión podría deshacerse de dos capitanas más, para dejar al final al premio mayor, el ángel que tenía esclavizada a Adyra.

Irinia y Elizabeth, quizás un poco tarde, se dieron cuenta de que habían quedado en desventaja. De buenas a primeras, las capitanas se habían visto rodeadas de súcubos e íncubos que rodearon por completo los poblados. No habría oportunidad de escapar, los demonios habían sellado cualquier ruta de escape posible, así que a las ángeles no les quedaría más remedio que pelear, no sin antes enviar mensajes a sus respectivas Legiones, las cuales no se encontraban tan lejos como Rosier creía (por indicación de sus capitanas, los ángeles de los dos comandos se encontraban vigilando las cercanías del lugar). Aún así, quizás las Legiones tardarían demasiado en llegar, lo suficiente como para considerar el tener que elegir capitanes de reemplazo. Lo peor, sin embargo, aún estaba por venir, pues los súcubos e íncubos se alimentaban de la energía sexual que emanaban los habitantes de los tres poblados, haciéndose más poderosos. Entre tanta energía negativa, Elizabeth e Irinia sentían que su energía angelical se hacía más débil. Cualquier ángel de rango inferior habría sucumbido ante las ondas lujuriosas tan potentes que impregnaban el lugar, no teniendo ni la más mínima oportunidad de poder escapar.

Sin embargo, ni Irinia ni Elizabeth eran ángeles comunes. Ambas pertenecían a la élite de cazadores celestiales, aquéllos entrenados para proteger a la Tierra y al Cielo de ataques provenientes del Infierno. Muy pocos seres de luz alcanzaban, además, el rango que este par de jóvenes tenían, capitanes de la Rosa de los Vientos, reservados sólo a los cuatro mejores y más expertos ángeles de todo el Ejército Celestial, protegidos por el arcángel Miguel. Y el estar bajo el mandato de este arcángel otorgaba una ventaja que los demonios no sospechaban.

-          Poder de la Luz Eterna.- murmuró Elizabeth, y la marca en su brazo comenzó a brillar.- Necesito de tu fuerza y de tu verdad, ayúdame a cumplir la misión que el arcángel Miguel me ha encomendado, y a proteger la región del Sur de la Rosa de los Vientos.

Una potente luz iluminó el sitio por un momento, la cual cegó a los demonios, y cuando Rosier, parpadeando furiosamente, pudo volver a ver, se dio cuenta que Elizabeth estaba recubierta de una película dorada, casi como si estuviese encerrada en una burbuja hecha con este material. La pelirroja sacó su reluciente espada, dispuesta a enfrentarse a sus enemigos.

-          ¿Qué es eso?.- preguntó Rosier, perpleja.- ¿Cómo es posible que haya tanta luz en un sitio sofocado por la lujuria?

-          ¿Te sorprende?.- comentó Irinia, sonriendo.- Te falta mucho por aprender acerca de nosotros.

La joven se tocó el símbolo que tenía en el pecho, el cual comenzó a brillar. Irinia dejó que la Fuerza Celestial se manifestara en ella.  

-          Poder de la Luz Eterna.- ella repitió casi las mismas palabras que había dicho su compañera.- Necesito de tu fuerza y de tu verdad, ayúdame a cumplir la misión que el arcángel Miguel me ha encomendado, y a proteger la región del Este de la Rosa de los Vientos.

E, igual que como sucedió con Elizabeth, el cuerpo de Irinia fue recubierto con una iridiscencia dorada. Rosier jamás había visto nada similar, pero no se dejaría engañar por truquitos baratos de Luz. Después de todo, ellos, los súcubos, llevaban la ventaja en número. Sin embargo, cuando el primer íncubo intentó atacar a Irinia, ésta hizo un grácil movimiento y, con una espada que pareció materializarse en ese instante, cortó en dos al demonio. El íncubo soltó un terrible quejido, y pronto desapareció entre el murmullo de asombro que recorrió a sus compañeros.

Alas de Libertad: Senda del Destino.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora