Capítulo 1: "Aprende a ser una chica"

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El despertador suena. Me revuelvo un poco entre las sábanas antes de apagarlo con la mano derecha. Ya son las siete de la mañana, otro día de mierda empieza, me voy a morir de sueño.

Me levanto de la cama a duras penas, abro el armario y cojo lo primero que pillo, unos vaqueros desgastados y una camiseta blanca básica, mi sudadera favorita de los Rolling Stones y mis converse negras. "Qué más da" me digo a mi misma, si nadie se va a fijar en mi.

Acabo de vestirme y bajo las escaleras camino a desayunar. En la cocina ya estaban sentados mis dos hermanos gemelos Daniel y Mario. Tienen diez años, y son unos auténticos monstruos. A veces resultan insoportables. Son rubios, delgados y con los ojos azules. No se parecen en nada a mi. Supongo que ellos han sacado lo bueno.

Como todos los días, después de desayunar, mi madre se acerca a nosotros para darnos un beso y desearnos suerte en el día, antes de irse ella a trabajar en la oficina. No tiene un trabajo muy divertido, pero dice que a ella le gusta.

-¡María! ¿Ya estamos otra vez? Te he dicho mil veces que no te pongas esa ropa amplia que pareces un chico. Aprende a ser una chica. No puedo contigo hija, ya te he dicho que eres preciosa, pero no te sacas partido.- Siempre me dice eso, día tras día.

"Aprende a ser una chica" me dice. Nunca le hago demasiado caso. Parece que para ser una chica, tienes que ir maquillada, bien vestida, y todas esas cosas. Y en cuanto haces algo que se sale del guión, te critican y te juzgan. Pero me canso de discutir siempre con la gente, antes, hace unos años me molestaban estos comentarios y me influían, pero ya he madurado y me he dado cuenta de que llevarse mal rato por estas tonterías no sirven para nada. No entran en razón, así que de momento prefiero ignorar esos comentarios y seguir con mi vida. Yo sé como soy, ellos no tienen ni idea de mi.

Antes de salir de casa me dirijo al baño a lavarme los dientes. De la que acabo, me miro al espejo y sonrío, a pesar de lo que todos me dicen, a mi me gusta ir así.

Antes de que pueda seguir pensando en mi vestimenta, oigo un pitido, y salgo corriendo de casa. Es Diego, como cada mañana, esperándome en su camioneta para ir al instituto.

"Mítica chica"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora