Introduccion

556 15 2
                                    



Somos como el día y la noche, siempre cerca y nunca juntos...

Aquí estamos, los dos, separados por una ventana, que en mi corazón es una gran distancia. No sé en qué momento confesarle esto...esto que cada día me está destruyendo.

Adoro este privilegio de estar cerca de él, sentir su ausencia, su aroma y sobre todo su voz.

Los ángeles lo llaman placer divino, los demonios, sufrimiento infernal, los hombres, amor... a lo que siento por ti.

Las mayas no me impiden verlo mientras hablo, el no desea verme por escucharme, pero cuando lo hace el mundo se detiene. Esto que siento nadie me lo impedirá, ni el mismo.


- No me agrada el modo que me trata mi madre, es por eso que he de contestarle de mala manera.

- Hija mía, escucha a tu madre. El mandamiento dice honraras a tu madre y a tu padre.

- Lo sé, pero usted sabrá, las madres son así.

- Entiendo, debes mejorar eso hija mía.

- Ya.

- ¿Algo más?

- Si.

- Confiésalo – lo veo cerrar sus ojos.

Y he aquí el miedo a confesar esto. No puedo decirle cuanto lo amo, cuanto lo deseo, pero es mi amor prohibido. Y así quedaras hasta mi última agonía.

- Pecado de omisión.

- ¿Por qué siempre me concluyes así?

- Es que hay cosas que aún no puedo revelar.

- No quedaras totalmente limpia.

- Es por eso, pecado de omisión.

- Hija mía, la comunión es con el espíritu libre de pecado, no has tomado el cuerpo desde que vine a esta parroquia. No me gusta que ninguna de mis feligreses no comulgue.

¿Ha notado que no comulgo? ¿Se ha fijado en mí?

- Y he de pasar así, si sigo siendo sumisa del pecado – una lágrima recorre mi mejilla.











Sumisión del Pecado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora