Capitulo 19

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*Paulina.


 No he parado de llorar, es difícil olvidar a una persona, por más que intentes no es posible, se te mete en tu mente y ni un cáncer creo que podrá quitártelo. Deje que se hospedara en mi corazón que ahora ya no puedo eliminarlo. He salido esta semana a conocer Paris y si es posible distraerme con un chico. Pero cada vez que intento entablar una plática me resulta aburrido, como si necesitara la misma conversación que con Antony. Busco a un chico igual a él y si sigo así nunca lo olvidare.

- Cariño tienes que comer algo, esto ya no es normal, necesito la verdad – pasa un mechón de cabello por detrás de mi oreja, mientras con la otra mano acaricia mi mejilla.

- No es nada – miento, justamente lo que llevo haciendo un mes entero.

- No es cierto y tú sabes, ¿Quién es el chico?- enarca una ceja mi padre.

- No entiendo....

- Me entiendes – toma mi cara con sus manos.

- Hace un año un hombre me llamo la atencion, pero es algo que no puede tener futuro, aun me duele pero debo seguir con mi vida.

- ¿Lo conozco? – pregunta

Iban a misa, lo invitaban a cenar, se hicieron buenos amigos de él, si, lo conoces perfectamente.

- No, no lo conoces, ya no quiero hablar del tema, quiero dormir – me levanto para indicarle que se tiene que ir.

- Ya no quiero que estés así amor – me besa la frente mientras cierro mis ojos.

- Eso quiero.

Y es justamente lo que hare, él se ha ido no tengo porque seguir con esto.

Empiezo a caminar por las principales calles, cada persona que me encuentro es amable, todos lo son. Cuando voy llegando a una iglesia católica el recuerdo llega a mí... ANTONY. Entro por la puerta de alado, la primera nave tiene de principio a la imagen de santa Paulina, mi santa. Es una bella imagen.

No sé muy bien la vida de ella, pero es de admirar. Ella encontró la satisfacción en Dios, ¿habrá sido capaz de enamorarse de un hombre? – no todos son como tú – me dice mi subconsciente.

Me encuentro con una sacerdote, le saludo como apenas sé que se dice – hola – el asiente y me pregunta si necesitaba algo.

- Solo pasaba a conocer, es muy linda esta iglesia – y sí que lo era, creo que es la más bella que mis ojos hayan visto.

- Tiene 200 años desde que la construyeron, es un tesoro para nuestra ciudad – me sonríe.

Su cabello blanquizco y sus ojos grises hacen a un hombre de unos sesenta años, la piel rosada muestra su ternura de hombre.

- Es un tesoro sin duda.

- Veo que te gusta mucho esa santa – me señala la imagen de santa Paulina.

- Es mi santa – sonrío – mucho gusto soy Paulina Montenegro de Italia.

Los lenguajes que nos impartían en el colegio me han dado fruto; latín, francés y español.

- Mucho gusto, me fui bautizado como Adrien Lombrad – me estrecha su mano.

El rato me la paso con este sacerdote, me habla en italiano algunas cosas ya que me cuesta el francés, la vida de santa Paulina es muy interesante, me gustaría seguir sus pasos.

De joven se hizo amiga de una muchacha sumamente vanidosa y ésta la convenció de que debía dedicarse a la coquetería. Por varios meses estuvo en fiestas y bailes y llena de adornos, de coloretes y de joyas (pero nada de esto la satisfacía). Su mamá rezaba por su hija para que no se fuera a echar a perder ante tanta mundanidad. Y Dios la escuchó. Un día en una fiesta social resbaló con sus altas zapatillas por una escalera y sufrió un golpe durísimo. Quedó muda y con grave peligro de enloquecerse. Entonces la mamá le hizo este ofrecimiento a Dios: "Señor: yo ya he vivido bastante. En cambio esta muchachita está empezando a vivir. Si te parece bien, llévame a mí a la eternidad, pero a ella devuélvele la salud y consérvale la vida".

Me recomienda ir a un convento, ahí cada mañana las hermanas se dedican a contar la historia de los santos. Me interesa mucho ir, por lo tanto le pido la dirección, me despido de él y me voy a casa.

Adoro la vida de santa Paulina de Jericot, su vida cambio bastante luego de la muerte de la madre. Y ella es de este país, Francia es su país.

Me levanto muy temprano, le doy los buenos días a mis padres – por sentido común ellos se quedan inmutados a mi tal comportamiento - me agrada la idea de visitar por primera vez un convento, además siempre me gusto leer historias, y aun mejor que me las lean.

Esta mañana, amaneció muy nublado por lo tanto por si las dudad llevo un paragua. Doy la dirección a un taxista... en el transcurso me habla de su familia, yo asiento en todo ya que ciertas cosas no entiendo.

Mis pies son puestos al sueño frente a un pequeño pero hermoso convento, el convento de las carmelitas descalzas. Asiento y pago al conductor.

Toco la puerta y aparece una señora, ella me sonríe y abre la puerta. Caminamos hacia un gran jardín lleno de rosas rojas, blancas y amarillas, claveles y girasoles. Me pregunta que se me ofrece, le digo mi motivo y sonríe, me deja entrar a un salón, el salón es algo bello, mis ojos se iluminan a tan belleza.

Cerámica blanca, las paredes celestes con cielo-raso blanco y lámparas de araña. Huele a rosas por las plantas que estan puestas en las ventanas. Me fijo que no soy la única en este salón, hay como jóvenes sentadas todas estan platicando ninguna ha reparado en mí.



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Sumisión del Pecado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora