Capitulo 10

122 9 2
                                    


*Antony.


Me gusta como explicas cada detalle, tienes un arte en la escritura. Te felicito por esta nota, es la mejor del salón. Por cierto... ¿Cómo estas con tu familia? Espero que bien.

Fraternal abrazo - Antony Cardoza.


Envío el telegrama a casa de los Montenegro. Pero claro destino a las manos de Paulina.

Este año entero hemos pasado haciendo telegramas, es nuestra manera de comunicarnos y estar siempre atentos a lo que nos pasa. Me gusta que este alegre.

De lo que cada noche al acostarme temo es terminar con esto. Cada día pienso en acabar con esto. La presencia de Paulina me enloquece y es posible que mi corazón este respondiendo al amor terrestre. Sé que no debería decir esto, pero no puedo impedirme esto.

Otra cosa... ver sus labios me mata. Sus ojos es ver al mismo horizonte. Tan cálido y seguro.

Cierro mis ojos, saco mis maletas y empiezo a empacar. No quiero seguir con esto, esto tiene que terminar. Le diré al obispo que me traslade a otro lugar. No puedo caer en esta tentación. Ella es una niña, además podría ser su padre ella nunca se fijaría en mí.

Cuando cierro mi habitación, la jovencita ojos miel entra. Mis maletas caen y ella se asusta y las ve extraña.

- ¿Se va?

- Eh... no solo voy a sacarlas al sol, ¿se te ofrece algo? – miento.

- Vengo a una confesión.

- Claro.

- Pensé que se iba – su rostro parece triste.

- ¿Qué sentirías si me voy?

- ¿Qué?

- No nada – rio nervioso, tal parece que pensé en alto.

- (Lo extrañaría demasiado) – murmura.

- ¿Qué?

- Nada, cosas mías – se ubica al otro asiento del confesionario, no logre escuchar lo que dijo.

No sentamos, aunque no logre verla muy bien su aroma me indica que es ella.

- Ave María Purísima.

- Sin pecado concebida.

- Dime tus pecados Paulinas.

- Estoy enamorada.

- Eso no es malo – ha clavado un puñal en mi corazón, has cometido asesinato.

- Pero de un amor prohibido, del cual ni él ni yo podemos hacer nada.

- ¿Que tan prohibido puede ser?

- Ehm... pecado de omisión.

- ¿Qué?

- No puedo seguir.

- Pero debes continuar, hasta quedar limpia de pecados.

- Pero no puedo.

- Pero Paulina eso no se hace, no podrás comulgar.

- Y es mejor que no lo haga.

- ¿Paulina?

- ¿Sí?

- Continua.

- No puedo, no puedo, no debería seguir confesándome hasta que me sienta lista. Lo lamento padre.

Se levanta y se va corriendo. Todo está confuso para mí, ¿Qué es lo que me acaba de decir? Está enamorada de un amor prohibido, ni él ni ella pueden hacer algo. Sus confesiones siempre me concluyen con la palabrita de omisión. Conmigo se ha medio confesado veinte veces y siempre me termina así. Asi es, he contado cuantas veces se ha confesado.

Eres esa tentación que nunca pude evitar, ese torbellino que me hipnotiza, me atrae y me enloquece.



Ya vamos por mas capitulo....  voten+comenten 


Sumisión del Pecado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora