Capitulo 4

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*Antony.


Hace una semana que vine a este pueblo y todo ha ido de maravilla, los feligreses son muy atentos conmigo.

Me arrodillo frente al altar, cierro mis ojos para mayor comunicación. Orar con Dios me fortalece y siempre pido que nunca me deje caer en la tentación.

Golpean la puerta, me persigno como despedida y abro la puerta. Es una chica ojos miel, tez blanca, su rostro es delgado. Baja sus ojos y me sonríe. Me gusta sonreír a las personas, pero con esta chica me gusta hacerlo seguido. Con ella siento una bella conexión.

- Buenos días Paulina.

- Recordó mi nombre, buenos días padre.

- Es muy bonito su nombre, como olvidar ¿usted cree?

- ¿Usted?

- Bueno... ¿vos crees?

- Da igual- sonreímos.

Me pide que la confiese, que se siente mal espiritualmente.

- Dígame sus pecados.

- La mañana de hoy regresaron mis padres, en cuanto los vi sentir rencor. Es que el problema es que quieren que todo lo haga a su gusto, no me dejan expresarme ni siquiera que hable de mis cosas.... Les preguntan de mí y lo único que dicen está bien. No me dejan salir con mis amigas. Cada regaño los detesto más.

- Te aman demasiado que te cuidan mucho.

- Es sobreprotección no cuido.

- Ten paciencia hija, algunos padres son así. Pero no es motivo de rencor.

- Usted no aguantaría vivir con ellos.

- Te contare mis anécdotas.

- ¿platicaremos?

- Algo así, pero primero de bendeciré y quedaras libres de pecados.

- Agregare pecado de omisión.

- Te bendigo en el nombre del padre, del hijo y del espíritu santo.

- Amén.

- Ahora ven.

La tomo de la mano y la llevo a una de las bancas. Ella con el roce respinga, la tranquilizo con una sonrisa pero creo que hago mal, se pone más nerviosa. Sus mejillas se han ruborizado.

- Mis padres eran casi igual a los tuyos.

- No hay comparación con mis padres.

- Pueda ser, ya que los míos eran más duros. Mi madre era costurera y mi padre carpintero. Empecé las clases a la edad de ocho años, ya que mi padre decía que solo servía para el trabajo, no tenía que prepararme. Cuando no hacia bien algo bien en la trabajo de la carpintería los golpes eran fuertes, me decía que era un inútil, mi madre decía que me lo merecía, cuando terminaban los cinco golpes, ya que eran cinco golpes que me daba dependiendo el tipo de castigo. Pasaba llorando en mi cuarto y nunca sentí un calma o un estarás bien, mañana será un buen día, nunca, mi madre era muy lejana a mí. Creo que nunca sentí un te quiero de ella, ningún afecto por ninguno de los dos.

- Mis padres no me han puesto una mano en mí. Mi padre le prohibió golpes a mi madre en mí.

- Tus golpes son palabras, los míos eran físicos como por palabras.

- Y aquí esta... ¿Qué paso con ellos?

- Deje mi casa a los doce años, y a los quince entre al seminario. Mis padres me corrompieron cuando supieron que quería tener una preparación. Desde pequeño quise ser médico, pero sabrás que aquí es cara esa carrera, la gente de clase son los que tiene estudio. Los pobres al trabajo. No te digo vete de tu casa que tendrás una mejor vida, no quiero eso. Si no que ora por tus padres, eres una jovencita amada por Dios. Santa Mónica oro por muchos años por su hijo hasta su conversión, y sabrás que...

- Se hizo santo.

- Asi es, en tu caso ora por tus padres. Algún día ellos sabrán entenderte, pero no les tengas rencores ámalos muchos.

Sus ojos se cierran y se abren en los dos segundos. Cae una lágrima muy cristalina, resbala y en la caída pareciera que hiriera su mejilla. Su corazón está destrozado.

Llega la hora de la misa, Paulina decide quedarse a la misa. Los feligreses empiezan a entrar. Los de clase alta en las primeras bancas, los de mediana en medio, y las personas artesanas y las más bajas clases en la última, hay alguno que ni asientos obtiene.

Paulina está sentada en la primera banca. En mis descuidos la veo, su rostro aun esta triste. No me gustaría verla así, le sonrío y ella se ruboriza no omitiéndome.

La veo nuevamente, su rostro va mejorando en el trascurso.

Se termina la celebración, Paulina se dirige a la salida cuando la tomo del brazo. Ella hace un respingo pero se tranquiliza cuando ve que soy yo.

- ¿Te vas sola?

- El mundo me ha mandado sola y de he de estar así ¿no?

- Tu nacimiento es estar sola pero el camino te muestra personas para que puedas estar con ellos, no debes de despreciarnos.

- ¿usted desea acompañarme?

- Si no es de mal gusto pata ti – le sonrío.

- Su presencia no será nunca de mal gusto, será un placer.

Empezamos a caminar, su rostro siempre va bajo, es como que apartara su vista para mí. Tal parece que no le gusta que la vean.

- ¿Cuando empiezas tus estudios?

- La semana próxima.

- Qué bueno... ¿Qué estudiaras?

- Deseo estudiar filosofía.

- ¿te gusta?

- Mucho, me encanta platón, Aristóteles, Sócrates. Adoro la mitología también, me gustaría especializarme en eso.

- Es linda la mitología.

- Sí que lo es.

Nos detenemos en enfrente de su casa, retrocedo y ella entra. Una sensación extraña corre por mi cuerpo. Cierro mis ojos y me voy, ella seguidamente cierra la puerta y todo queda con ella.

¿Todo queda con ella? ¿qué cosas?

La semana pasa rápido. Paulina y yo pasamos el mayor tiempo platicando, ella me cuenta de lo que le ocurre con su vida y yo de lo que pase con mis padres en mi infancia, pero ahora le cuento cuanto ha mejorado mi vida. Con Dios mi vida mejora y es así como me siento bien.

Dos veces he recibido telegramas de ella, me da risa que estando cerca ella haga eso. Pero me gusta, me gusta que sea tan original.

Hoy me ha visitado una directora para poder impartir catedra. La idea de dar clases me pone nerviosa pero es una buena experiencia.

La vida me enseña muchas cosas... las cosas me enseñan la vida.









Sumisión del Pecado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora