Capitulo 14

110 7 1
                                    


*Antony.


El viento acaricia tu rostro, el sol penetra en tu cuerpo y nuestros labios juegan curiosos.

La solicitud para mi cambio ha llegado y ha sido aceptada, pero primeramente quieren conocer a fondo mis motivos. No daré suficiente información; claro.

Doy por aprobado que pueden venir cuando quieran, tomo mi almuerzo y tomo una pequeña siesta antes de dar la misa de cinco de la tarde.

Las luces se encuentran apagadas, mas la brillante luna hace presencia. Siento mis manos puestas en otro cuerpo, pero helado y sudado lo siento. Abro los ojos, para encontrarme con una joven de 18 años. Su rostro fino y delicado se encuentra acostado a mi pecho. Veo hacia abajo y mis manos se encuentran en su espalda, su espalda esta descubierta. Y es cuando enfrente esta un espejo, nos encontramos desnudos. Ella y yo estamos desnudos, sentada a mis piernas y acariciando su cuerpo. Hasta que el piso hace ruido, veo el espejo para ver el suelo, es un rojo brillante cayendo del cuerpo de ella, levanto su rostro y...no esta respirando.

¡No!

Limpio el sudor de mi frente, me levanto y empiezo a tomar algo de agua. Cierro mis ojos y ese sueño regresa. Lavo mi cara y me doy cuenta que ya es noche, observo el reloj, es las cinco de la tarde. Salgo rápidamente a cambiarme, tengo sudada toda la camisa.

Cuando entro al altar mayor me doy cuenta que ya hay mucha gente. Claro, era de esperarse me retrase diez minutos.

Cuando doy por iniciada la ceremonia, un fuego quema mi pecho y es cuando me doy cuenta que me siento inmóvil. La sacristana da cuenta de ellos y me pasa un vaso con agua. Me dice que estoy sudado y caliente. Las demás personas notan al parecer que entran en busca de auxilios, me dicen que estoy algo rojo.

Se cancela la misa, el doctor me revisa y dice que tengo una infección, del cual fue el motivo de tener fiebre.

Tomo los medicamentos indicados. Me arrodillo frente al altar de Jesús y empiezo a orar. No debí salir y celebrar eucaristía, cometí un grave pecado.

Paulina no estaba en misa, de lo cual fue raro pero creo que fue lo mejor, lo que paso entre ella y yo no debió pasar. Y no debe seguir pasando.

Entra la mañana, no he podido dormir, me siento cansado y cierro los ojos y no logro dormir. Quiero dejar mis pensamientos lejos de Paulina, es como que a la fuerza después de ese beso me haya enloquecido más por ella.

Golpea la puerta, la señora que cuida va a abrir. Me levanto para recibir al obispo. Es alto y algo rubio. Su edad se remota entre los cincuenta año.

- Buenos días señor – beso su mano.

- Buenos días hijo – sonríe.

- Tu petición ha sido escuchada, pero apenas tienes un año y quisiera saber tus motivos, ¿el pueblo te rechaza?

- El pueblo es muy atento conmigo.

- No entiendo tal motivo, por lo general es la feligresía la que pide que se les retire. Pero es raro que un sacerdote me pida.

- No puedo mentirle.

- Y no debes de hacerlo, cuenta hijo.

- Los ángeles lo llaman placer divino, los demonios sufrimiento infernal, los hombres, AMOR... a lo que siento por una mujer.

El obispo queda desconcertado, su frente se arruga y sus ojos ven el crucifijo. Da tres pasos y se detiene, se apoya en el escritorio y levanta la vista para un enfrentamiento a los míos.

- ¿Desde cuando?

- A los dos meses de haber venido acá.

- ¿Hasta ahora reaccionas?

- No pensé que fuera eso, pensé que era solo locuras mías pero....

- ¿Pero?

Mis manos estan sudando, no puedo mentir, pero si digo que bebe a Paulina es posible que quede expulsado del orden sacerdotal. Y no quiero eso, con la distancia podre deshacerme de esto.

- Cuando en verdad supe que me llamaba la atencion esa joven.

- ¿Joven? – levanta el volumen de su voz.

- Es una joven de 18 años apenas – mi voz se agudiza, como si mi ser quisiera decir la verdad.

- No has tenido nada de contacto ¿no es cierto?

- No – miento.

El obispo lleva su mano a su abdomen, escribe algo en un papel y luego se lo guarda.

- Alista tus maletas, en un mes te retiras. Iras al seminario, harás un retroceso de tu vocación.

- Pensé que me iría posiblemente mañana.

- Tengo otros asuntos que atender, el seminario te llamara cuando puedas ir. Pero tienes un mes.

- Muchas gracias.

- No quiero escuchar más, me tengo que ir.

Lo acompaño a la puerta, cuando él va saliendo se queda parado. Veo una sombra parada y me asomo a ver quién es.

- Hija, el padre Antony saldrá un momento.

Le dice el obispo a Paulina. Este ha de verse dado cuenta que esta es la joven. Como la mire y ella me miro fue obvio. Es como un aléjate en este mes, me la aparto.

Te querré que no sabrás que hacer.

Entramos a una cafetería, el obispo se despide y toma el tren destino al vaticano. Me quedo sentado por un momento. Muchas jóvenes estan cuchichiando y los muchachos estan detrás de ellas, como comiéndoselas con la mente.

Cierro mis ojos, y esa pesadilla regresa, como si fuera advertencia.

Entro a mi habitación, cierro las ventanas. Un sacerdote me está reemplazando, ya que por el pecado que cometí no puedo consagrar nada. Tengo que esperar un mes para irme. El obispo dijo que me encuentro enfermo y es por eso que necesito reposo.

Se cumple una semana, casi no salgo de esta habitación, me dijo la sacristana que los demás preguntan por mí. A algunos los atiendo pero a otros prefiero guardarme.

Decido ir a tomar aire. Aunque sé que luego me arrepentiré.

La veo caminar rumbo por mi dirección, me retrocedo y entro a la casa cural. Cierro rápidamente y unos pasos se detienen detrás de mí.

- ¿Sucede algo?

- No señora, solo me sentí mareado y preferí regresar – comento a la sacristana.

- Si, esta pálido – me informa.

Le sonrío como es mi costumbre y camino a mi habitación.

El viento es demasiado fuerte, el olor a rosas inunda el ambiente. Empiezo a caminar sin rumbo quien sabe donde, solo camino. De la nada mis manos se han sujetado a otra, es un peso grande y con fuerza. Me encuentro en una cima alta, Paulina esta cayendo a un abismo, esta sujeta a mi, pidiéndome ayuda. Me arrodillo e intento subirla, pero esta llorando y me pone débil. Ella cae y mis lágrimas ahora son el que moja esta montaña.

¡Paulina!

Su cuerpo esta puesto detrás de mí, ella acaricia mi pecho mientras tengo cerrados los ojos, se siente relajante sentir esto. Sus labios se depositan en mi cuello, mi mano acaricia su muslo. Abro mis ojos y noto que las paredes estan pintadas en rojo, hay rosas blancas a mi alrededor. Me levanto y hay un ataúd, me acerco y....

La sacristana está limpiando el escritorio, toco mi frente y estoy sudando. Nuevamente tuve una pesadilla. No se que significara esto, pero la muerte no la quiero aun. 








Sumisión del Pecado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora