Capitulo 8

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*Antony 


La tarde trascurre normal, el día de ayer fue el cumpleaño de Paulina y como mi muestra de afecto le regale un obsequio que compre en España días antes de venir a este país de Italia. Lo compre por pura curiosidad o simplemente porque me gusto, pero no lo había usado lo mantuve en su cajita todo este tiempo además que era imposible algún daño ya que es de oro.

Esta noche la familia Montenegro me ha invitado a una cena por el motivo de cumpleaño de Paulina, el día de ayer fue para celebrar con sus conocidos el día de hoy con familiares y pues su familia me ha considerado parte de ella.

Tomo mi sotana negra y mi rosario de 50 cm de largo. Anuncio que saldré para que la sacristana cuide la parroquia en mi ausencia. Salgo en busca de la casa Montenegro que queda a tres cuadras. Algunas gentes amables me saludan al paso otros solamente deciden ignorarme.

Es mi costumbre ir viendo los alrededores por lo cual soy muy descuidado con mi frente que no me percato que he golpeado.

- Auch – se quejan.

- Disculpe Paulina – he golpeado con ella.

El encanto de ella es singular, su cabello castaño brilla al son de los rayos del sol, sus pestañas largas dan un toque elegante a sus ojos miel para finalizar a sus labios rosados que el día de hoy viene al color del corazón.

Esta chica que ayer cumplió su mayoría de edad esta parada frente a mí. La veo y doy cuenta que porta el collar que le regale, luce perfecto en una fina chica como ella. Pero es desagradable decir esto, soy un sacerdote y no debería tener ni por lo menos estos pensamientos. Cierro mis ojos y borro lo dicho, le sonrío y pregunto.

- ¿Dónde vas?

- Escapo – muerde su labio.

- ¿Se puede saber porque?

- Mi familia organizo una cena del cual no estaba enterada e invitaron a todos su conocido menos a los míos, ¿tiene algún sentido eso?

- Injustificado que ellos hayan hecho eso, pero no debes despreciar.

- Igual será como que no este, la misma cosa de todos los años ellos conversan mientras yo veo y veo, me retiro y ni siquiera se dan cuenta. Al día siguiente solo dicen que estuvo muy alegre, ¿importa cómo me sentí? No.

- Mejoremos eso – a tomo de los hombros y la conduzco hacia su casa, primeramente ella se resiste pero luego acepta.

Frente a su hogar-si a eso se le puede llamar hace pucheros para que no entremos. Me da gracia lo que hace pero entramos. Inmediatamente el mayordomo me atiende y lleva a la jovencita a dentro. Me invita a la sala y acepto, pero antes llamo a Paulina pero me doy cuenta que ella ya ha subido a su habitación.

Espero que no se escape por la ventana.

- Señor cura un gusto tenerlo en nuestro hogar – me saluda la madre de Paulina.

- El gusto es mío señora.

- La festejada debe estar preparándose, el banquete estará listo en minutos, tome asiento – como siempre tal formal este tipo de familias de clase alta.

Hago caso y me siento.

Espero ahí como cinco minutos cuando otro mayordomo anuncia que la cena esta lista. Sin darme cuenta ya hay muchas personas, creo reconocer que hasta el embajador este presente.

Sumisión del Pecado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora