Capitulo 3

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*Paulina.


El pueblo comenta el cumpleaño del nuevo sacerdote, mi madre ha decidido mandar hacer un pastel en su honor y claro, representar a la familia Montenegro.

No me interesa nada que tenga que ver con la iglesia, pero mis obligaciones me dicen asistir y no reprochar. Hago mis deberes matutinos y salgo a dar un paseo. Esta mañana mi padre me dio de regalo un collar en forma de corazón, dijo que era especial y que es tiempo que yo lo tenga. En un mes es mi cumpleaño, y mi padre decidió obsequiármelo antes. Es un bello detalle, amo demasiado a mi padre, sin duda con el sí puedo tener una verdadera platica lejos de las reglas y deberes femeninos que solo mi madre posee para mí.

Como es de costumbre patear las piedras del camino y más de algún quejido escuchar. No me sorprende escuchar el primero. Mi vista sube y el sol choca con el zafiro, un bonito zafiro azul.

- Oh! Dios de nuevo, perdóneme – me siento muy apenada.

- Descuida, ya me iré acostumbrando, ¿pero qué haces sola? – me responde el sacerdote nuevo del pueblo.

- ¿Y usted que hace paseando? – omito la pregunta de él.

- Pues me gusta caminar, y ahora respóndeme a mi – muestra su sonrisilla.

- Me gusta caminar.

- Wow, que bonito, una cosa en común – en mal sentido no lo tomare, así que asentiré.

- Aham.

- ¿Y qué edad tienes? – me detengo en el camino y lo veo.

Su cabello se mueve al paso del viento, sus ojos brillan haciendo juego a los rayos del sol, su rostro se humedece al calor del tiempo y ¿yo? Me sonrojo como al primer estornudo del frio.

- Tengo 17 años ¿y usted? por cierto felicidades – le estrecho mi mano.

- Que edad tan corta, yo cumplo treinta y tres y muchas gracias – me bendice mis manos.

- Su acento es muy bonito ¿español no?

- Me cuesta combinar el italiano con el español, así es, soy de España.

- Italia es sin duda mi país, es mi mundo no lo comparo con nada, pero me da curiosidad España, en un futuro me gustaría conocerla.

- Aquí tienes este fiel servidor.

- No he de entenderle – frunzo el ceño.

- Conozco mi país, podría ser tu guía.

Mis mejillas se sonrojan, lo quedo viendo, de hecho ambos nos vemos. No se que está sucediendo, pero no quiero reconocer lo que estoy sintiendo. No puedo sentir cariño ni eso por lo menos, es un sacerdote del cual no debo pecar ni con la mente. Además es mayor que yo, y sin duda no me importaría la edad pero la más grave cosa es porque es sacerdote.

Entro a mi casa, el padre Antony se quedó con una gente que nos encontramos en el camino, le obsequiaban regalos.

Tocan la puerta y la abro. Para mi sorpresa es mi vieja amiga, que sin duda la extrañaba. Teníamos cinco años sin vernos, pero la amistad nunca desaprecio, siempre nos enviábamos telegramas.

Nos vemos como por dos minutos para luego fundirnos en un cálido abrazo. Sus lágrimas las siento en mi hombro como ella debe de sentir las mías.

Sumisión del Pecado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora