El lado oscuro de Usui

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Juan y Manu no empezaron a tratarme de manera distinta después de pasar la tarde en mi casa. Me equivoqué. Si que es verdad que Juan empezó a ser un poco más cariñoso conmigo, pero la verdad es que nuestra relación no cambió ni sintieron pena por mí.

-A ver niña rata -me dijo Manu y yo le fulminé con la mirada.

-¿A quién llamas tu niña rata, niño rata? -le contesté de mala gaita.

-A ti, ya se que eres corta pero si tengo que explicarte hasta eso...

-Calla imbécil. ¿Qué quieres? -le pregunté acostumbrada ya a sus pullitas constantes amistosas.

-Que no te olvides de que esta tarde tienes una entrevista en la cafetería de mi prima.

-Ya lo sé. Me pasó la dirección ayer por la tarde después de hablar contigo.

-¡MANUEL! ¡Gírate ahora mismo, estoy hasta las narices de que te pases el día hablando! ¿Pero qué es este cachondeo? -gritó el profesor, harto de que Manu estuviera todo el día girado hablando conmigo.

-Mire profe, es que soy irresistible entonces la pobre Coco no puede evitar llamarme todo el rato. Y claro, yo me giro para que disfrute viendo mi preciosa cara. Pero la culpa la tiene ella. 

Le pegué una patada a Manu desde mi sitio. Al resto de la clase no le hizo gracia, excepto a Juan y dos chicas coladas por Manu. Eran todos unos amargados a los que solo les importaban sus grupitos.

-¡Fuera de la clase los dos! ¡YA! -gritó el profesor enfurecido por las contestaciones de Manu.

-Me cago en San Pito Pato, te voy a matar Manu -susurré cabreada. 

Me acababa de llevar yo un castigo por culpa suya.

Salimos de la clase y vimos en el pasillo a un chico de unos veinticinco o como mucho treinta años. Era alto, fibrado, mandíbula ancha pero con los rasgos definidos, pelo castaño claro y ojos verdes. Todo un pivón. Llevaba un maletín negro. El hombre se acercó a nosotros sonriente.

-Hola. ¿Sabéis dónde está el despacho del director? -nos preguntó amablemente. 

Manu me miró y tras sonreírme le contestó.

-Le podemos acompañar -dijo. 

El hombre desplazó su mirada de los ojos de Manu a los míos, hizo un mohín divertido y aceptó.

-Disculpad mis modales. Soy Alan. Profesor de lengua inglesa. Creo que este año os daré clase a algunos de vosotros. ¿Qué nivel tenéis? -se presentó el profesor.

-Alto -contesté yo.

-Nivel pitufo -dijo Manu riendo-. Por cierto, me llamo Manu y ella es Coco.

-Entonces Coco y yo nos veremos tres veces por semana al menos -dijo con una sonrisa que podría haber significado muchas cosas pero quise tomarme como pura amabilidad-. A ti no te veré tanto. Aunque es una pena. Pongo la mano en el fuego a que tu eres el graciosillo de la clase y que os han echado por tu culpa -cuando vio que yo me sonrojaba y que Manu sonreía soltó una carcajada.

Si es que hasta riéndose es sexy. Pensé.

-En realidad fue culpa de Coco. Me giré a hablar con ella, le contesté al profesor y nos echaron -se rió solo Manu.

-Claro, ahora la culpa es mía por existir -le contesté mordaz, frunciendo el ceño.

-¡Pues claro! El efecto mariposa, si tu no estuvieras en mi misma clase o si tan solo estuvieras sentada lejos de mi yo no te hubiera hablado por tanto no nos hubieran echado -otra vez Manu se volvió a reír solo.

-Interesante teoría la del efecto mariposa. ¿Crees en el destino? -preguntó Alan.

-Bueno, no creo en Dios pero sí creo que hay algo. Además de que hay cosas que no podemos controlar así que, sí, creo en el destino y el efecto mariposa es consecuencia directa del destino -la profunda reflexión de Manu me sorprendió gratamente.

-Hemos llegado -anuncié yo.

-Gracias por acompañarme. Ha sido un placer.

Dio un apretón de manos a Manu y a mí me dio dos besos que no eran lo estrictamente necesario. Luego desapareció tras la puerta del director.

Manu soltó un silbido.

-Vaya, eso sí que es tirar la caña, las redes y el barco entero.

-Ay, por favor Manu, cállate. Vamos. Faltan cinco minutos para que acabe la clase -empecé a caminar adelantándole sin dejar cabida a una conversación sobre el nuevo profesor y su cariñosa personalidad.

-¿Qué ha sido eso de antes? ¿Ahora te van los maduritos? -preguntó Usui cabreado. 

Aparentemente había visto la amable despedida del profesor.

-¿Pero qué coño dices? -le pregunté de mala leche.

-Os acabo de ver, no finjas. Esos dos besos no son los que se suelen dar un profesor y su alumna. ¿Te pone el nuevo?

-Usui eres imbécil -le contesté.

-Tu eres más imbécil si crees que te harás un favor ligándote al profesor.

-¡Que te den Usui! Eres un gilipollas. Ni me hables -mientras empezaba a andar Usui pegó una patada a la papelera que tenía cerca.

Salí de la escuela saltando el muro yo sola. ¿Qué coño le pasaba a Usui? Nunca le había visto así de cabreado. ¿Y decirme a mí eso? ¿Que me iba a ligar al profesor? Solo le faltó llamarme zorra y decir que me lo iba a follar para que me aprobara.

Se llamaba UsuiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora