Querido Usui, si no pusieras tu mano encima de la mía y me la sujetaras con suavidad, haciéndome caricias con tus dedos en ella, a lo mejor podría concentrarme en la jodida película.
Eso fue lo que pensé para mis adentros después de que Usui me cogiera la mano sin dejar de mirar a la pantalla.
Estaba nerviosa, muy nerviosa. Me dolía el estómago de los nervios y apenas había probado las palomitas por este motivo. Lo que sí que hacía era beber, mi botella de agua no sobrevivió a los primeros veinte minutos de la película. Yo me había puesto cómoda en mi asiento hacía unos diez.
Tenía las piernas dobladas encima de mi butaca y mi cuerpo estaba ligeramente inclinado mirando hacia Usui, que estaba a mi lado. De repente en la película, los dos protagonistas se empezaron a enrollar. Yo miré a Usui, al principio no me miraba pero cuando vio que giraba la cabeza hacia él me empezó a mirar. Ya no había vuelta atrás, no podía volver a girar la cabeza simulando que no había pasado nada. Tenía que aguantar la mirada. Él me sonrió con dulzura, seguramente se había dado cuenta de lo nerviosa que estaba. Yo le devolví la sonrisa y me miró los labios, pero no se movió.
Probablemente quería esperar a que diera yo el primer paso, a lo mejor porque quería que estuviera segura de que quería hacerlo. A lo mejor quería hacerse el duro. A lo mejor por evitarse que yo le apartara la cara. A lo mejor porque en realidad no quería besarme. A lo mejor yo tenía que dejar de pensar tanto y besarle. Pero no lo hice, yo tampoco me moví. Así que poco después él volvió a girar la cabeza para mirar la película. Yo me sentí mal. ¿Por qué no me había besado? Aunque en realidad sabía que la culpa la tenía yo.
Al rato de aquella situación incómoda nos soltamos la mano. No volví a comer más palomitas, se las acabó él, tranquilamente y sin decir ni palabra. No disfruté en absoluto de la película. Nunca había sido de risa fácil pero no me reí ni una sola vez en el rato de película que quedaba.
Salimos del cine y, no era que estuviera enfadada, pero sí algo decepcionada. Una vez fuera, Usui me estiró hasta un lado de la calle, para no molestar a las personas que pasaban.
-¿Qué quieres hacer ahora? ¿Vamos a comer? -me preguntó.
-La verdad es que no tengo mucha hambre -le dije desganada y avergonzada, evitando hacer contacto visual.
-¿Ni para tomarnos algo en una terraza? Unas olivas y unas cervezas, por ejemplo.
-Si te hace ilusión -le contesté sin muchos ánimos.
Él se me quedó mirando, probablemente se estaba cabreando por mi desinterés y me acabaría gritando que me llevaba a casa y punto. Eso era lo que me esperaba.
-Vamos.
Solo fue una palabra así que tampoco podía estar muy segura, pero me dio la impresión de que no lo dijo con enfado. Me puse a caminar con él hacia el coche y pude ver que sonreía. Lo cual en mi cerebro no tenía demasiado sentido.
Para mí la situación se estaba haciendo increíblemente incómoda. Un silencio de muerte que no me gustaba nada, pero tampoco tenía ganas de romperlo. Me sentía avergonzada por mi comportamiento inmaduro e infantil. Pero no estaba acostumbrada a salir con chicos, así que no sabía cómo reaccionar ante cada situación y me avergonzaban muchas cosas.
No me molesté ni en preguntarle dónde íbamos, pero mi humor mejoró considerablemente al ver el mar. Aparcó en un parking y acabamos paseando junto a la playa.
-¿Qué te pasa? Estabas la mar contenta antes de entrar al cine. Háblame -me dijo caminando a mi lado.
-No lo sé.
-Vamos, Coco. Se te nota mucho cuando estás feliz, cuando estas agobiada, cuando estas cabreada y cuando estás nerviosa. Noté que estabas nerviosa pero ahora te veo agobiada -Usui se fijó en un banco que había en el paseo marítimo y acabamos sentándonos ahí.
-Esto es nuevo para mí, ¿vale? No estoy acostumbrada a todo esto de las citas. No sé qué tengo que hacer ni cuando, me pongo muy nerviosa y acabo creando situaciones incómodas con mi comportamiento. Me siento muy rara y me agobio porque sé que soy yo la causa de los silencios incómodos.
Miré al mar en vez de mirarle a él. Notaba mi cara arder, me daba mucha vergüenza hablar de mis sentimientos. No sabía cómo lo hacía Usui pero siempre conseguía hacerme hablar. A lo mejor era su tono dulce y el interés que mostraba su cara. No me obligaba a hablar si no quería, simplemente me pedía que lo hiciera y eso me gustaba.
-No tienes que estar nerviosa. Es normal que si no has tenido muchos novios o no has estado con muchos chicos, no estés acostumbrada a esto ni sepas lo que has de hacer. Pero no es cuestión de saber o de tener las cosas planificadas. Has de hacer lo que sientes en el momento que lo sientes. Si me quieres abrazar me abrazas, si me quieres coger la mano lo haces. ¿Verdad que cuando alguien te cabrea y quieres darle una hostia lo haces en cuanto te entran las ganas?
-Sí, pero es diferente. Pegar a alguien no me da vergüenza. Ya lo he hecho muchas veces -a lo mejor eso no sonó exactamente como yo había planeado.
-Para la vergüenza no te puedo dar la respuesta. Es algo que solo tú puedes enfrentar. Pero que te de vergüenza besar a alguien no te será de ayuda en la vida. Al revés.
Me tapé la cara y me la froté con cuidado de no arruinarme el maquillaje. Tenía algo de sueño y eso me ayudó a despejarme un poco. Debo decir que me encontraba bastante avergonzada. Mucha gente pensaría que lo ideal en aquel momento era besarle, pero juro por lo que más quiero que aquel no era el momento adecuado. El ambiente no favorecía a empezar a enrollarnos. Acabábamos de tratar un tema que, al menos para mí, era bastante delicado.
-Quiero irme a casa -dije al fin.
Y era la verdad, en aquel momento no había nada que me apeteciera más que eso. Sentía tanta vergüenza y humillación que quería llorar. Sabía perfectamente que Usui no había dicho sus palabras con animo de hacerme quedar mal ni nada por el estilo, pero me sentía tan niñata que quería encerrarme en mi cuarto y no salir nunca más.
Se me estaba empezando a crear un nudo en la garganta que apretaba y me dolía, no quería llorar por eso. Eso solo me haría quedar aún más como una niña tonta. Mis ojos empezaban a llenarse de lágrimas cuando Usui me abrazó. Me abrazó con fuerza pero sin llegar a hacerme daño. Yo escondí la cara en su pecho, y gracias a Dios, eso me ayudó a tragarme las lagrimas. Me alegró, porque con ese abrazo me indicaba que me apoyaba y que no le importaba mi poca experiencia en relaciones amorosas.
El ambiente tenso se fue con el viento y fue reemplazado por una sensación de tranquilidad y confianza. Yo le rodeé con mis brazos también, entonces me sentí muchísimo mejor. Incluso el abrazo me sacó una sonrisa. Y entonces fue cuando decidí, mientras deshacíamos el abrazo, que quería besarle. Y lo hice.
Le sujeté la cara entre mis manos y me acerqué a él. Le acaricié el pelo mientras nos besábamos, sin prisa y con calma. Él me cogió por la cintura, sujetándome para ayudarme a equilibrar el peso, ya que él se había echado hacia adelante obligándome a inclinarme hacia atrás. Y seguimos así durante un rato.
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Se llamaba Usui
RomanceUns vez conocí a un chico muy especial. Él cambió mi vida por completo. Fue mi primer y único amor, y no le he vuelto a ver. Pero si queréis, os puedo contar nuestra historia. Él se llamaba Usui...