"Salida."

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-Eres idiota lo sabes, ¿no? -rodeé los ojos.

-Sí, y me encanta-encogió los hombros y miró hacia arriba.

-Bah-gruñí- Sino te importa, ¿puedes explicarme qué pasa afuera? ¿por qué están todos muertos?¿y si solo ha pasado aquí?¿Por qué no vamos a mirar a un pueblo si hay más gente?

-Tú y tus malditos interrogatorios, ¿no puedes estar callada?-masculló.

-¡¿PERDONA?!

La ira se apoderó de mi, si aquella cosa se creía que podía hablarme así lo llevaba crudo.

Me acerqué a mi maleta, saqué una toalla de piscina y la cerré cegada de rabia.

-¿Qué haces?-elevó el tono, sus ojos eran marrones.

No me digné a contestarle, su pregunta se fundió en el ahora chispeante silencio cargado de tensión.

Recogí mi cabello alborotado en una cola dejando libres algunos mechones y envolví a Marco en la toalla.

-¡TE ESTOY HABLANDO!-gritó desesperado.

-Cállate-me limité a decirle y seguí a lo mío.

Cogí la maleta por el asa con una mano y en la otra sujeté a Marco que yacia calentito y adormiscado.

Jake me miraba con cara de asombro y fruncía el ceño. No dijo ni una palabra hasta que cayó en la cuenta de lo que estaba pensando.

-Ni se te ocurra-me agarró del brazo con tal fuerza que tiró la maleta resonando por toda la cueva un golpe seco-.

-Suéltame-le miré seriamente- ahora mismo-añadí con brusquedad.

Recogí mi equipaje y dí dos pasos antes de darme cuenta de que no me iba a dejar que me largase con facilidad.

-¡NO!-gritó y volvió agarrar mi brazo, esta vez la maleta no acabo en el suelo.

-No eres nadie para decirme lo que tengo que hacer, ¿entiendes?

-No te vas a mover de aquí...

Me reí, a carcajada limpia.

-Y en el infierno quieren agua -escupí- Y ahora, arrivederci.

Esuché como soltaba un gruñido seco y alguna que otra palabra malsonante mientras me alejaba de allí, sin rumbo. Para mi sorpresa no intentó detenerme, simplemente se limitó a mirarme mientrás me marchaba, y aunque era duro reconocerlo, me dolió, en el alma.

Jake.

Seré g*ilipollas. No había otra palabra G*ILIPOLLAS, subrayado y en mayúsculas. Le había herido, psicologicamente claro, nunca le haría daño físico, sin contar cuando quería zamparsela, claro.

Intenté detenerla, joder lo intenté, ¿pero qué iba hacer? ¿obligarle a la fuerza? pensandolo bien esa hubiera sido buena opción. Ya la rastrearía por por la noche, el sol me debilita demasiado.

Anni.

Bueno, ahora lo que tocaba era ir en busca de refugio y algo de comer. Estaba hambrienta y seguro que Marco igual.

Pasé entre los coches intentando mirar lo justo para no tropezar y darme de bruces en el suelo. Tan solo se escuchaba el ruido de las ruedas de mi maleta por el asfalto.

Pasadas unas horas llegué a mi punto máximo de calor, sed y cansancio, tenía que descansar pronto o acabaría desmayada y con suerte devorada por los cuervos.

Estaba tumbada dentro de un camión de transportes que había encontrado después de caminar unos metros.Dentro había unas 12 neveras repletas de comida y agua, pero lo más importante, aquello estaba fresquito.

Tenía que librarme de aquella pesada maleta por lo que me alegré cuando entre las neveras encontre una mochila típica de excursionistas "¡bendita gloria!" gritaron mis pensamientos.

Abrí las puertas traseras para tener luz solar, ya que aquello estaba totalmente oscuro.

Vacié mi maleta y dejé toda la ropa y demás en el suelo del camión bien colocada. Mientras, Marco, se divertía con la toalla arañandola y "haciendo la croqueta" con ella, aquella imagen me sacó una sonrisa. ¡Parecía tan feliz con la que teniamos encima! "Qué envidia" pensé.

Fui metiendo toda la ropa en la mochila, menos unos shorts y una camiseta de tirantes que me puse en seguida. En cuanto lo hize pensé que aquello no era tan horrible, la calor desapareció de mi cuerpo.

-Joder, y yo tapándote con la toalla-miré a mi amigo canino- ¿No tienes calor?

Se detuvo al escuchar mi voz y me miró fijamente, por un momento pensé que iba a contestarme, pero él tan solo ladeo la cabeza hacía un lado y siguio jugando con la toalla como si nada.

"Estás como una regadera Anni" me auto-describí.

Después de guardar toda la ropa en la mochila, miré en las neveras.

La primera estaba llena de helados, "¡Lastima!"; todos estaban deshechos pringando todos los rincones del pequeño frigorífico.

Esperaba tener más suerte con la segunda.

Y así era, había mogollones de latas en conversa, fruta, carne en salsa...etc

¡JODER QUE HAMBRE TENÍA! ¿pero cómo demonios iba abrir aquello? ¿con las uñas? Joder, con el calor que hacía afuera...Pero no me quedaba otra, así que maldiciendo todo lo que se movía -si es que quedaba algo- salí y Marco detrás mío.

Por suerte solo tuve que caminar no más de 10 metros hasta dar con un coche con las herramientas que necesitaba, alguna que otra cantimplora y un reloj.

Eran las 7 de la tarde, y si no comía pronto iba a tener que afrontar las consequencias.

Jake.

Horas, y horas esperando, miraba detalle a detalle la cueva, podía verla a la perfección por disponer de unos ojos que se adptaban a la completa oscuridad.

"¿Cuándo cojones se hará de noche?"

Necesitaba verla, saber que estaba bien, y entera. Abrazarla y sentir su piel con la mia...Y sobre todo pedirle perdón.

Anni.

-Joder, nunca hubiera deseado tanto un trozo de albondiga mugrienta.

Exclamé ansiosa mientras abría -como podía- la lata de conserva.

El hambre no me dejaba pensar y metí la mano, no hubo problema hasta que al intentar sacarla se quedó atascada y me rajó a la medida de la muñeca.

-¡MIERDA!

La sangre resvalaba por mi piel y caía al vacio después de acariciar la yema de mis dedos.

-¡MIERDA!

Repetí, como si maldecir mi estupidez fuera a curar mi herida por arte de magia.

Desesperada busqué algo con lo que limpiarme aquella sangre y sanar la herida.

Marco dejó de jugar con la toalla y me miró tras lanzar un gruñido.

-No tengo tiempo para jugar contigo cariño-dije aguantando el dolor que procedía de mi carne desgarrada.

-¡GUUUUUAUUU!-mordisqueó mi camiseta- ¡GUAAAAAAAU!

-¿Qué demonios ha...?

"Bingo" comprendí que quería decir mi amiguito canino.

-¡Eres un genio!- lo levanté del suelo y lo estruje contra mi con fuerza, el me miraba tranquilamente y con la lengua afuera- me alegro de que estes aquí.

Apocalipsis.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora