Dobles Intenciones

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El tiempo pasa, claro que pasa. Conté cada paso del segundero, cada hora, cada día, cada semana, cada mes. Una cuenta regresiva que se me hacia infinita. Media muerta solo me mantenía gracias a mi fe. Quien se encuentre en mi lugar me entendería.
Una vida, una familia, un esposo, una hija. Una existencia perdida
Eso era yo, lo poco que quedaba de una mujer que se vio realizada y feliz.
¿Acaso era justo lo que me había pasado?, ¿Que fue aquello tan malo que hice?, ¿Por que cree la vida que me merezco esto?
Pero ahora estaba aquí, dispuesta a arreglar las cosas.
Dispuesta a encontrar al amor de mi vida, dispuesta a reencontrarme con cada miembro de mi familia, dispuesta a tener lo que siempre quise y consiente, consiente que Ness nunca más volverá.
Mi hija, mi niña perfecta. Esa que desee desde el primer momento, aquella a la que defendí, y que desee a mi lado. Mi hija.
Pero el momento al fin había llegado. Era tiempo de encontrarme con mi futuro, era el año de 1917, había llegado el tiempo de ir por Edward.
-¡bella el auto ya nos espera! -llamo Carlisle desde la planta baja. Me arregle mis cabellos recogiéndolos en un delicado moño y me vi por ultima vez en el espejo.
Como siempre supe el camino de Carlisle me llevaría a Edward. Le habían ofrecido un puesto en el hospital central de chicago y claramente yo iría con el.
El viaje no fue muy largo y para seres como nosotros era bastante sencillo recorrer largas distancias. Vi por la ventana interesada en lo que me rodeaba.
-¿emocionada? -me pregunto Carlisle y yo voltee a verlo con una gran sonrisa.
-mas que eso... mucho mas -solté sonriente. El auto se estaciono frente a una casa de dos pisos, sencilla y pintada en colores claros. El chofer se bajo del auto y me abrió la puerta.
A penas puse un pie fuera del auto tuve a muchos volteando a vernos. Tanto a Carlisle como a mí. No les prestamos atención y ambos avanzamos hasta la que seria nuestro hogar.
Solo una hora después el timbre de nuestra puerta ya estaba sonando. Fui yo la que bajo a abrirla. Un hombre bastante mayor, regordete me miro de forma amable.
-mucho gusto señorita...
-Isabella Cullen -me presente
-debo suponer que la bella esposa del doctor Carlisle Cullen -si hubiera podido me hubiera sonrojado. Claro eso seguro era lo que se pensaba a primera vista.
-no... -dijo Carlisle y soltó una risita -mi sobrina... Isabella por que no terminas de decorar tu alcoba -me pidió de forma amable y yo asentí.
-claro tío Carlisle -subí las escaleras, pero no fui a mi alcoba. Me quede en el pasillo prestando atención a su conversación.
Ese hombre resulto ser el director del hospital. Y me sorprendí al darme cuenta de que el ya conocía a Carlisle.
Lo saludo con un
-amigo...veo que no has cambiado nada...
Además aquel hombre parecía estar complacido del profesionalismo que demostraba Carlisle. Y además nos invito a una cena de bienvenida.
-bueno no estoy seguro... -empezó a decir Carlisle
-"vamos seria perfecto, una oportunidad que no se puede desperdiciar" -solté tan bajo, lo suficiente para que el me escuchara. Quería conocer mas de la gente de ese sitio y quizás en esa cena me tope con el. Si es un miembro activo de la sociedad en general, entonces Edward estaría ahí.
-esta bien... Isabella y yo estaremos ahí -acepto, el hombre salió de la casa bastante complacido.
-bien... creo que tenemos una reunión -dijo sonriente mientras se iba a su habitación.
Yo por mi parte fui a mi alcoba y me cambie de ropas, me coloque un sencillo vestido de color crema, mangas, suelto hasta debajo de mis rodillas, zapatos altos. No me maquille y así decidí salir a dar un paseo por la ciudad.
Sin darme cuenta como llegue a una plaza, estaba rodeado de gente y unos hombres vestidos de militares hablaban de reclutar a hombres jóvenes para ir a batalla. Les hablaban de gloria, orgullo y poder, pero no les explicaban de la realidad de las cosas. De la muerte, del peligro que correrían.
-mentiras... -salió de mis labios sin pensar
-es cierto... ellos no dicen la verdad de la situación... -me dijo una mujer mas o menos de mi estatura. Sus cabellos eran de un color cobre y sus ojos de un verde esmeralda.
Ella se dio cuenta de que yo estaba un poco extrañada, ya que me había hablado sin conocerme.
-oh linda lo siento... jamás te había visto y no me he presentado soy Elizabeth Masen -soltó y me congele en mi sitio.
-¿Elizabeth Masen? -repetí y sonó como una pregunta, ella asintió. Ella era la madre de Edward. Claro, como no me había dado cuenta, eran parecidos. El cabello, los ojos.
-querida te sientes bien... -dijo mientras se debatía si tocarme o no
-oh...si, si no se preocupe -me disculpe -es solo que su nombre a resultado familiar -le comente
-ya veo y... ¿usted es? -me pregunto con una sonrisa amable
-Isabella... Isabella Cullen -ella volvió a sonreírme y a mi me pareció un poco eufórica.
-ya veo... pequeña dime tu eres la sobrina del doctor Carlisle Cullen -soltó y yo me la quede viendo bastante interesada. Pareciese que muchas personas conocían a Carlisle. Aunque yo no sabía por que, o era que el me había ocultado algo.
-Eh... si, si el es... mi tío -dije mientras parpadeaba innecesariamente. Estaba bastante intrigada.
-¡oh! -fue lo único que dijo antes de lanzarse y darme un fuerte abraso. Me sentí aun mas sorprendida.
-Hum...señora -dije un poco incomoda por la situación
-Querida cuanto lo siento... ¡me he emocionado! -soltó alegre mientras me veían con grandes ojos llenos de esperanza.
-esta bien... no se preocupe -le pedí mientras fruncía un poco el ceño.
-pero dime cielo... su tío estará en la reunión esta noche, y supongo usted también -pregunto con oculto interés.
-eh... si, yo he convencido a mi tío de ir... ¿Por qué lo pregunta?
-por nada en especial cielo... bien ahora mismo me tengo que retirar... la veo pronto -se despidió y se dio la vuelta con un delicado andar.
Este había sido un muy extraño encuentro. Sin embargo ahora mismo iba a resolverlo todo. Camine sin fijarme en nadie más y apenas entre a la gran casa en la que estábamos, llame a Carlisle.
-¿Qué ocurre bella? -pregunto en un tono pacifico y sonriente.
-¿sabes que acabo de conocer a Elizabeth Masen? -pregunte, el negó -si y no se, pero su comportamiento me a resultado algo... diferente, quizás la mejor palabra sea...extraño
Carlisle lanzo a reírse, y lo vi con una ceja alzada. ¿Esto le parecía gracioso?, al darse cuenta de mi expresión intento controlarse.
-tranquila querida... todo esta perfecto -soltó y yo lo mire incrédula -ve y arréglate, tenemos una reunión a la cual asistir. -dijo y así sin mas salió de la habitación, dejándome sola y confundida.
Aun así hice lo que me pidió y en menos de una hora estuve lista. Me coloque un delicado vestido azul oscuro, sabia que ese era el color favorito de Edward, y esperaba que eso no hubiera cambiado.
Carlisle me tomo de la mano y me ayudo a subir al auto que nos llevaría a la mansión en la que se celebraría la reunión. Procure mantenerme en silencio durante el trayecto del viaje. Me mordí la lengua y apreté los labios, para no dejar salir todas las preguntas que tenia.
Pero en el mismo momento en el que el auto se detuvo frente a una gran mansión de color azul claro, con luces y la música resonante, fue lo que me hiso girarme sin poder soportar mas.
-dime ¿Qué ocultas? -el medio sonrió y se dio la vuelta, me ayudo a bajar, y con mi brazo agarrado al de el, me guio hacia adentro.
Un candelabro en lo alto de un salón en el que sin problemas entrarían unas doscientas personas. Una mesa llena de bocadillos, y un grupo de músicos tocando tonadas alegres. Me sentí mareada, con lo que a mi me gustaban las fiestas. Nótese el sarcasmo.
Pero esto lo hacia por el, solo por verlo a el.
-aun quieres saber que planeo... -inquirió Carlisle, y voltee de inmediato, para clavar mis ojos en los de el.
-dime... -fue lo único que salió de mis labios.
-esta noche estamos aquí para anunciar tu compromiso formal... -dijo con una gran sonrisa -te vas a casar -soltó como si nada, y yo me quede helada. Solté mi agarre, y mis brazos cayeron flácidos a cada lado de mi cuerpo.
-¿comprometida? ¿Casarme? ¿De que hablas Carlisle? -le pregunte esforzándome en controlar mi tono de voz. Aun así muchos voltearon a vernos.
-querida tranquila... -me pidió. Apreté mis manos en puños.
-sabes que yo no puedo estar comprometida... yo amo a Edward... yo -el me interrumpió
-bella... disimula -pidió y en ese preciso momento apareció el director del hospital. Con el venia un hombre al que jamás había visto, sus cabellos castaños y ojos de un color café oscuro, venia del brazo de Elizabeth Masen.
-amigo Carlisle -soltó aquel hombre que acababa de aparecer -no has cambiado nada... ¿Cuál es tu secreto? -así que no me equivoque, ellos ya lo conocían.
Carlisle rio.
-no hay secreto... es solo su impresión -dijo y entonces me señalo.
-Isabella -llamo y aquel hombre me vio con la misma sonrisa con la que me había visto la señora Masen. Con esperanza.
-si, tío...
-querida ellos son los señores Masen -los presento -Elizabeth Masen y Edward Masen -así que el era el padre de mi Edward, claro como no lo note, si son realmente parecidos, las facciones.
-un gusto conocer a una creatura tan encantadora -comento el señor Masen, antes de besar mi mano.
-permítame presentarle a mi hijo Edward Masen -soltó y en ese preciso instante, el paso a mi lado solo para ubicarse junto a su madre.
El cuerpo de aspecto desgarbado, los cabellos cobrizos desordenados, la piel tan blanca, la misma expresión seria, era el mismo, mi Edward con la diferencia de que esta vez en vez de ver dos perlas doradas, me encontré con dos hermosas esmeraldas.
Sonreí.
Sonreí de alegría, de dicha por tenerlo frente a mí, y desee lanzarme a sus brazos y retenerlo eternamente a mi lado. Desee gritar que había encontrado de nuevo al amor de mi existencia.
La tentación de lanzarme hacia el fue tan fuerte, que tuve que sostenerme de nuevo del brazo de Carlisle, solo para tener un soporte.
-al fin creo que la espera a valido la pena... ¿no lo crees Edward? -le pregunto el señor Masen, y el parecía penetrarme con sus grandes ojos. Y sonrió levemente antes de contestar.
-ciertamente valió la pena -fue lo único que dijo y no lo entendí muy bien, sobre todo por que estaba mas concentrada y feliz en el hecho de que estaba escuchando su voz. Su hermosa y aterciopelada voz.
-bien entonces es hora de anunciar el compromiso -insto Carlisle, y de nuevo estaba confundía. Abrí los ojos desmesuradamente y gire a ver a mí alrededor. Un compromiso, ¿con quien?
El señor Masen se adelanto y Carlisle hiso lo propio, dejándome a mi en compañía de la señora Masen y de un Edward que me veía con desconocido y a la vez doloroso interés.
-¡estamos felices de recibir en nuestra comunidad a tan ilustre caballero y además eminente doctor! -empezó el señor Masen, alzando la voz logrando la atención de los presentes -¡pero esta fiesta de bienvenida tiene el propósito de ser también una fiesta de compromiso! -ante aquello volví a apretar los labios y puños, lanzándole una mirada asesina a Carlisle.
-no lo puedo creer... -salió de mis labios con un dejo de rabia tan fuerte, que pareció sorprender a Edward, quien me miro de nuevo con aquel dejo de tristeza. Que no podía comprender.
-¡un compromiso entre la familia Cullen y la familia Masen! Y es por eso que con alegría anuncio el futuro matrimonio de mi hijo Edward Masen y el de la señorita Isabella Cullen.
Ante aquello no pude evitar abrir mi boca en un gesto de sorpresa, voltee y me encontré con Edward.
Me veía fijamente a los ojos, y me dio la impresión de que estaba esperando algo de mí, pero que podía hacer.
Pero claro, ahora lo entendía todo. ¿Cómo no me había dado cuenta?
Era grandioso, quería saltar de alegría, correr con Carlisle y decirle que era el mejor, abrasar y besar a Edward. No, no era posible, ese comportamiento era demasiado atrevido para la época en la que estábamos.
Por eso me tendría que conformar. Me conformaría con saber que el seria mío. Muy pronto volvería a ser todo mío.
Me volví a voltear y le dedique una pequeña sonrisa a Carlisle, imperceptible para los demás. Todo estaba listo, y era más que perfecto, de nuevo solo tenía que esperar, y me parecía que era lo suficientemente paciente.
Me di la media vuelta y casi corrí para llegar al baño, un lugar para refugiarme y el que si pudiera sonreír y saltar de felicidad.

Isabella CullenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora