Isabella

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*Edward*
Baje las escaleras a toda velocidad, y me asome a la ventaba de la planta baja. Un grupo de militares se estaban empezando a reunir en el centro de la ciudad, en la plaza.
Una sonrisa se extendió por mi rostro.
Eso era exacto lo que quería, ansiaba ser merecedor de reconocimiento. Quería honor y la gloria que solo proporcionaba ser uno de los valientes que lucha por defender a su país.
Salí de mi casa y note que mi madre venia detrás de mi. Me cole en medio del gentío, y logre obtener los requisitos, y la fecha en la que debería presentarme si deseaba entrar al ejercito.
Observe los papeles como si fueran lo mejor que me pudiera ocurrir, era lo que deseaba.
Solo debía lograr que mis padres firmaran los papeles ya que aun era menor de edad. Aunque sus deseos e ideales de vida para mi eran diferentes. Solo había una cosa que yo deseaba y era convertirme en militar.
Sin embargo mis padres siempre me estaban hablando de mi prometida. Si no me equivoco, ni lo he olvidado, su nombre es Isabella. Mi padre el señor Edward Masen me había comprometido desde el momento en el que naci.
¿A quien se le ocurría hacer eso?
Como sea poco me importaba, y lamentaba fallarle a aquella joven que quizás sueña con su prometido, pero yo debía preocuparme por mi, y por lograr mis sueños.
Y ni en mis sueños, ni en mis planes esta casarme, menos aun con una mujer que no he visto nunca.
Empecé a dar vueltas por la plaza en busca de mi madre, la encontré casi a la salida del lugar. Mi madre Elizabeth Masen estaba sonriente, pareciese que hubiera visto un ángel, o simplemente se hubiera cumplido algún deseo.
-¿Qué te pasa madre? -le pregunte, ella sonrió mas ampliamente.
-nada, nada... ahora vamos a casa que hay una cena a la que debemos acudir... -soltó mientras me empezaba a jalar de vuelta.
La observe durante la mayoría del camino, intentando descifrar que era aquello que la hacía tan feliz, pero no lo encontraba.
-¡ah por cierto madre! -Dije ya en la puerta de nuestra casa -tengo en mis manos... los requisitos para entrar al ejercito... -ante mis palabras el rostro de mi madre palideció.
-no, Edward... no entiendes que es demasiado peligroso -empezó -no voy a dejar que mi hijo se meta en aquella pelea de barbaros que llaman la guerra, es horrible.
-¡madre! -Exclame molesto -¡¿Por qué no puedo ir?!¡¿Qué debo hacer para lograr su aprobación?! -le pregunte, y en ese preciso momento mi padre venia bajando las escaleras con su mejor traje.
-¡nada! -Me grito -¡no puedes hacer nada!
-padre... -murmure, el se veía bastante molesto
-no voy a quedar mal con los Cullen... esa familia tan respetable, además Carlisle, mi amigo, es el tío de Isabella, tu prometida y futura esposa...quieras o no -soltó, mientras se acercaba a mi madre.
-pero...no es mi culpa que tu me hayas comprometido... yo no quiero esto... -empecé y el me interrumpió.
-poco me importa lo que pienses, además hijo estoy seguro de que vas a terminar adorando a Isabella
-la he conocido el día de hoy... -soltó mi madre con una gran sonrisa.
-¿en serio? ¿Como es? -pregunto mi padre interesado.
-tiene los mismos rasgos que Carlisle, a diferencia de que ella no es rubia, sino mas bien morena, y es hermosa... una creatura que no parece de este mundo -dijo mi madre con admiración, por eso era que estaba tan sonriente.
-ves Edward... tu futura esposa es una beldad, y tu aun sigues con estas tonterías de la guerra... mejor ve a prepárate, que tu madre y yo, ya vamos tarde
Molesto subí a mi habitación y me puse lo que la criada había colocado para mí. Era nuevo, un traje de color azul oscuro, realmente bonito, aunque lamentaba que iba a tener que estrenarlo en esta ocasión.
Salí de mi habitación no sin antes suspirar, sabía que esa noche iba a ser de las más largas de mi vida. Tenía que comportarme con un caballero con la señorita Isabella, y fingir.
Ella seguramente era una mas, una de aquellas muchachas que ansían casarse, tener hijos y vivir eternamente feliz, dentro de su propio cuento de hadas, sin ambiciones.
Y yo tenía que conformarme con eso, por no quedar mal. Isabella, Isabella, estaba empezando a odiar ese nombre.
No tardamos en llegar a la reunión y por la expresión de mis padres supe, que ellos aun no habían llegado. Mi padre empezó a toser.
-mi amor estas bien... -se preocupo mi madre.
-si... pero últimamente esta tos...no se me quita -soltó el, mi madre lo acompaño a buscar un trago para calmarse. Aunque no entendía como eso podría ayudarlo.
Camine por aquella fiesta, sin dirigirme a nadie en particular, hasta que decidí quedarme cerca de la mesa y a solo dos pasos un piano de color marfil precioso. Me picaron los dedos por acercarme, no sabía tocarlo muy bien, pero aun así. El piano simplemente era un instrumento que adoraba.
Pasaron unos minutos más y entonces me sentí mortificado, sabia que esta fiesta no era solo para dar la bienvenida al doctor Cullen, también seria algo que mi padre aprovecharía para hacer oficial el compromiso.
Me molestaba la idea de que tenía que dejar de lado lo que deseaba, solo por una señorita que seguramente estaba excesivamente mimada, de nuevo estaba con aquellos pensamientos poco caballeros, pero que podía hacer.
Dirigí mi vista hacia la puerta y la visión de dos seres que no parecían reales fue lo que me obligo a mantener la visión en un solo sitio. Un hombre de cabellos rubios, y de piel blanca entraba del brazo de una delicada mujer. Su rostro joven y hermoso, sus cabellos castaños.
Deduje que eran familia, ya que a pesar de ser diferentes eran similares. Sus narices rectas, su piel del mismo color, y esos ojos dorados impasibles.
Mis sospechas se confirmaron cuando vi como mis padres se acercaban a hablare con ellos. Debían ser Carlisle eh Isabella Cullen.
Era cierto ella era realmente preciosa, un ángel con rostro de muñeca de porcelana, cuerpo delgado, no extravagante, sino mas bien de curvas delicadas. Una beldad como había dicho mi padre, pero aun así ella lucia incomoda.
Apretaba el brazo de su tío, y le lanzaba miradas de incomodidad, miraba a su alrededor con preocupación, esperaba encontrar algo y la mirada ansiosa me hacia saber, que el encontrar lo que buscaba seria realmente molesto para ella.
Sonreí, ante la idea de que quizás ella estaba tan molesta como yo, y que no se quería casar con un desconocido. Ese me facilitaría las cosas, quizás los dos podíamos ponernos de acuerdo, para acabar con todo esto.
Empecé a caminar hacia ellos
-permítame presentarle a mi hijo Edward Masen -soltó mi padre con orgulloso tono de voz. Me ubique junto a mi madre y aguante la respiración.
De cerca ella era mucho más bella, no, esa no era la palabra, ella era preciosa, pareciese como si Dios, o los propios ángeles se hubieran esforzado en crear toda su perfección.
Y mi ensimismamiento aumento cuando vi que una deslumbrante sonrisa aparecía en su rostro. Una sonrisa de alegría sincera y pura, una sonrisa perfecta, por que parecía que en ella, todo era extremadamente perfecto.
-al fin creo que la espera a valido la pena... ¿no lo crees Edward? -fue mi padre el que me saco de mis pensamientos, le sonreí.
-ciertamente valió la pena -dije, aceptando de esa manera que el no se había equivocado, y que de verdad de cierta forma inusual aquella mujer de perfecta hermosura era mía, desde el mismo momento de su llegada al mundo. Y eso me lleno de orgullo.
-bien entonces es hora de anunciar el compromiso -dijo Carlisle, y ante esa frase ella pareció descolocada de nuevo. Sus ojos se abrieron y estaba confundida.
Temía el compromiso, no quería estar comprometida, ahora lo entendía. Pero al no verse angustiada frente a mi, eso quería decir que ella no sabía que yo era el hombre con el que ella se casaría.
Mi padre y Carlisle avanzaron por el salón y se colocaron frente a todos los invitados.
-¡estamos felices de recibir en nuestra comunidad a tan ilustre caballero y además eminente doctor!... ¡pero esta fiesta de bienvenida tiene el propósito de ser también una fiesta de compromiso! -

La vi tensarse, apretar los puños y los labios ante lo que acaba de escuchar. Vio a su tío con tanta rabia en la mirada, y me pareció que empezaba a contener la respiración.
Apenas la conocía y hace solo unas horas deseaba librarme de todo compromiso con Isabella Cullen, pero ante su reacción no pude evitar sentirme mal, como si se colocaran agujas en mi pecho, y las hundieran lentamente.
Un dolor punzante.
-no lo puedo creer... -murmuro, y me pregunte ¿tan malo le resultaría la idea de comprometerse?, ¿Qué pasara cuando sepa que yo seria el hombre con el cual se casaría?
¿se decepcionaría?
Eso seria lo mas seguro
-¡un compromiso entre la familia Cullen y la familia Masen! Y es por eso que con alegría anuncio el futuro matrimonio de mi hijo Edward Masen y el de la señorita Isabella Cullen.
Ante aquello vi que sus ojos se abrían de sorpresa, sus manos cayeron a sus costados, y su boca se abrió formando una perfecta "O"
Ella se volteo para verme, y su expresión aun no cambiaba, me puse ansioso. Esperaba una sonrisa, algo que me dijera que el matrimonio no le parecía tan malo conmigo, pero sin embargo ella se dio la vuelta y salió corriendo directo a los baños.
¿Estaría llorando?
De nuevo me pregunte ¿tan malo era el pensar en casarse conmigo?
Mi padre y el señor Carlisle volvieron conmigo y mi madre después del anuncio.
-¿A dónde ha ido bella? -pregunto Carlisle y todos lo vimos, al no saber de quienes estaba hablando.
-a mi sobrina le decimos bella, por isa-bella -nos explico y me vio a mi con aquel rostro tranquilo, esperando una respuesta.
-ha ido al tocador...creo que...no le a agradado mucho la noticia -solté y mi padre vio a Carlisle, el cual se carcajeo.
-tonterías...bella esta muy feliz -dijo antes de volverse a reír.
¿De verdad estaba feliz?, yo no lo había notado, ella para mi no lucia ilusionada ni nada por el estilo. Unos momentos después ella volvió, su rostro estaba tranquilo y al verme sonrió.
Pero era por amabilidad o solo fingía.
-Edward... ¿Por qué no sacas a bailar a la señorita Cullen? -pregunto mi padre y yo me levante de mi lugar, ofrecí mi mano y ella la tomo de inmediato.
La lleve al centro de la pista y la sostuve cerca de mi. Ella no despego su vista de la mia, me veía a los ojos, y eso me gustaba. Ella no bajaba ni escondía la mirada.
-eres diferente... -le dije, refiriéndome al modo en el que me veía.
-¿en que te basas para decir eso? -trague seco, su voz era, no hay palabras. Era como el silbido del viento al rosar con las campanas, como un coro de creaturas divinas cantando aleluya.
-eh... disculpa...Pero ¿Cuál fue la pregunta? -ante eso, ella se empezó a reír, lo hacia de forma discreta, nadie mas se daba cuenta, pero yo me sentí herido, se estaba burlando de mi.
-lo siento...lo siento -se disculpo -es solo que recordé algo... -me volvió a ver directo a los ojos y me sonrió.
-¿no te a molestado el anuncio del compromiso? -le pregunte, y ella negó lentamente.
-Me a sorprendido- confeso -mi tío no me había comentado nada -que extraña y enigmática era esta señorita, a mi me había parecido verdaderamente molesta. No entendía a Isabella Cullen, ni un poquito.
Después de esa pequeña charla seguimos danzando, la mayor parte de la noche estuvimos juntos el uno del otro. Yo no accedí a que otro hombre bailara con ella. Y yo no quería bailar con mujer que no sea ella.
Al terminar de aquella fiesta, acompañe a mis padres a despedirse.
-señor Cullen... -empecé pero el me interrumpió
-por favor... solo dime Carlisle -me pidió y yo asentí tímidamente.
-de acuerdo Carlisle... quería pedir su permiso para mañana pasar a visitar a Isabella -mis padres se mostraron complacidos con mi interés, y Isabella sonrió ladinamente y miro al piso.
-claro muchacho, después de todo ella será tu esposa... no veo nada de malo -asentí ante sus palabras, y después su auto llego a recogerlo.
Bella se saco los guantes con lentitud y dejo que Carlisle la ayudara a subir. Desde su posición en su asiento me sonrió de la misma forma dulce, pero aun en el fondo de su mirada percibía que ella estaba ansiosa.
Ella solo estaba siendo cordial conmigo, no quería ofenderme, ella no quería este compromiso, así que como yo no la quería a ella antes de conocerla. Pero eso cambiaria.
Algo dentro de mi me decía que todo esto cambiaría

Isabella CullenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora