ESME

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*Bella*
Lo tenía a mi lado, y se podría decir que mi vida se había arreglado. Aunque dentro de mi aun estaba el recuerdo de mi hija. Me sentía como la madre que perdió a su hijo, como si este hubiera muerto, en mi caso lo había tenido y lo había perdido, de una forma distinta. Pero el dolor es el mismo. De pronto me vi pensando en Esme. Y en que el dolor que ella debió sentir al perder a su bebe, debió de ser parecido al que estoy sintiendo.
Carlisle se encargo de preparar el entierro de toda la familia Masen. Nadie dudaba de su muerte y en las calles se escuchaban comentarios sobre lo sucedido, y me tenían lastima.
Lastima por que supuestamente había perdido a Edward.
A el sepelio no me presente, eso causaría mas habladurías, pero no podía ir. Tenía que cuidar a Edward, después de todo el aun era un neófito.
Y solo dos meses después, nos marchamos definitivamente de aquella ciudad.
-creo que por ahora deberíamos ir a Europa... ¿Qué les parece Londres? -preguntó Carlisle una tarde en la que estábamos reunidos en la habitación de un hotel.
-a mi me parece bien... -acepte -siempre y cuando volvamos en menos de un año -pedí, y Carlisle frunció un poco el seño.
-bella... seria mejor si nos quedáramos por allá unos tres años... ¿Por qué regresar pronto? -preguntó y yo negué. Sabía que debíamos estar en los estados unidos, por que quería encontrar a Esme. Era conocedora de que ella había aparecido solo unos dos años después de la llegada de Edward. Pero eso no lo diría.
-por favor Carlisle... no me hagas tantas preguntas -le pedí, y el suspiro, antes de sonreírme y asentir.
-de acuerdo...entonces solo nos quedaremos por un año...mas o menos -acepto y yo sonreí mas ampliamente -¿estas de acuerdo Edward?
-yo iré donde bella vaya... así que si -acepto y estiro su mano para tomar la mía.
Nuestra estadía en Londres fue placentera. Nos casamos en aquella ciudad. Esta vez fue una ceremonia sencilla, en la que solo estuvimos presentes los tres.
Y como lo había prometido Carlisle regresamos a los estados unidos cuando corría el año de 1920. Esta vez fuimos al norte de Columbus. Nos ubicamos en aquella localidad, en la que Carlisle encontró trabajo con facilidad.
-¿Cuál será la historia? -pregunto Edward desde el sillón que estaba juntó a la venta en la nueva casa.
-creo que ustedes pasaran como mis sobrinos... es lo mas simple -soltó Carlisle con tono calmado.
-si... -acepte - y que tal que Edward y yo fuéramos hermanos ante los ojos de los demás... -desde su posición mi muy querido esposo soltó una carcajada.
-eso suena entretenido -dijo aun sonriente, antes de verme con sus dorados ojos. Se puso de pie camino hasta rodearme con sus níveos brazos y darme un cálido beso en al mejillas.
Carlisle sonrió un poco incomodo, y se retiro a su habitación.
-¿Qué le ocurre? -preguntó Edward, mientras veía las escaleras, justo por donde acababa de desaparecer Carlisle.
-creo que necesita a alguien... -le comente con rapidez, y el asintió
-dijiste que el encontraría a alguien pronto... cuando -preguntó y yo medio sonreí, y no le respondí.
-por que no salimos... hace un día hermoso -propuse, y el asintió perspicaz.
Apenas estuvimos fuera de la casa, la gente se volteaba a vernos con expresiones enigmáticas, y murmurando por lo bajo. Edward me sujeto del brazo y salimos a dar un paseo. Mientras nos sonreíamos y hablábamos de temas que no tenían mayor importancia, un familiar aroma me golpeo las fosas nasales.
Empecé a ver a mí alrededor intentando identificar aquel perfume, pero me distraje completamente, ya que ahi fue cuando encontré a una mujer con un prominente vientre, que se paseaba tranquila por la plaza. En compañía de una joven que iba junto a ella seleccionando frutas y vegetales.
Sentí que mi pecho se estremecía, y las lagrimas que jamás caerían, agruparse en mis ojos. Mientras veía a aquella delicada mujer de cabellos color miel, sonrisa amable, y rostro en forma de corazón.
-bella... ¿que ocurre? -me pregunto un angustiado Edward, mientras me sostenía con mas fuerza. Yo solo pude susurrar una cosa.
-Esme... -el vio en la misma dirección que yo, y se la quedo observando.
-es ella... -aseguro y yo asentí.
-pero... esta embarazada... ella esta casada...
-no... aun falta, pero ella estará con nosotros... pronto -aseguré, y el asintió. No quería entrar en detalles, ni contarle la dolorosa historia de esa dulce mujer, que considero mi segunda madre.
Esme paso a nuestro lado en aquel instante, dedicándonos una sonrisa cortes, y a mi un cariñoso "buenos días linda"
Después de eso la vida siguió como siempre. Carlisle se ocupaba de su trabajo, mientras que entre Edward y yo hacíamos que esa casa luciera acogedora, y cada tanto pensaba "quisiera que Alice estuviera aquí".
La habitación más amplia de la casa, por decisión unánime seria siempre la habitación blanca. En la cual estaría de hoy en adelante la pintura de la familia. Seguida por un piano que Carlisle había regalado a Edward, mis oleos, y demás pinturas, y una pequeña colección de libros que pertenecía a los tres en conjunto.
Después de año nuevo, ya estábamos completamente organizados. Todo el pueblo sabía que nuestros padres habían muerto, y que Carlisle en su bondad nos había acogido como sus hijos, a mí y a mi "hermano menor", es decir Edward.
De pronto se escucho un movimiento en la parte superior de la casa, Edward y yo corrimos directo a la habitación de Carlisle, que era de donde provenía aquel sonido y el penetrante aroma a sangre. Edward se cubrió la nariz y regreso por donde había venido. Quise ir detrás el, pero no me considere capaz de dejar a Esme.
Lucia terriblemente mal, sus huesos rotos, su cuerpo cubierto de sangre, su corazón palpitando débilmente. Jamás creí verla de esa manera, y me dolió tanto. Era como ver a mi propia madre en aquel estado. Doloroso.
-Carlisle ¿Qué puedo hacer para ayudar? -pregunte
-reza... -me pidió y después vi como delicadamente mordía a Esme, ella apenas se movió, y minutos después abrió los ojos de golpe y empezó a llorar, mientras que daba vueltas en el lecho, sin mencionar palabras.
Salimos de la habitación, y corrí a buscar a Edward, lo encontré en la cocina.
-¿estará bien? -me pregunto y asentí con expresión seria.
-si lo estará... -le aseguré, acto seguido lo abrace, y de reojo vi, como Carlisle empezaba a pasearse angustiado en la sala.

*Carlisle*
Hace más o menos siete meses que habíamos llegado a este sitio. Entre bella y Edward se habían encargado de arreglar el que era nuestro nuevo hogar. Era reconfortante tener su compañía, después de tantos años de soledad, y al mismo tiempo incomodo. Ya que era testigo del amor que se profesaban con bastante frecuencia, y ciertamente sentía cierta envidia.
Claro que no era una envidia negativa.
-doctor Carlisle... -me llamo una enfermera. Era bastante joven y podía escuchar a su corazón acelerarse cada vez que estaba cerca de mí, le sonreí.
-dime Diana
-doctor... necesito el acta de las personas que han muerto el día de hoy, pero no encuentro al doctor Johnson -me explico -por lo que venia a pedirle que usted...
-si diana... yo me encargo -le dije con una pequeña sonrisa, y empecé a caminar hacia la morgue.
Nunca me había gustado aquel sitio, siempre intentaba salvar a las personas que llegaban a mis manos, y casi nunca tenia que verme en la obligación de levantar un acta de defunción, pero estaba vez tenía que hacerlo.
Abrí la puerta de ese sitio y enseguida me golpeo el aroma de químicos perjudiciales, y el aroma ha podrido que emanan los muertos. Pero algo llamo mi atención por sobre todo aquello, y fue aquel movimiento. Ese sonido minúsculo parecido al de un corazón latente, pero muy débil.
Seguí el sonido hasta encontrarme con el cuerpo completamente destrozado de una joven mujer. Sus huesos completamente rotos, y la sangre que cubría su rostro, no la hacían ver menos hermosa.
Tenia el rostro en forma de corazón y cabellos color miel, solo una vez había visto a alguien así de hermoso, y esa persona era.
Entonces me detuve, vi bien a aquella mujer y con horror me di cuenta de que era la misma persona. Era aquella niña, de diesiceis años, que tiempo atrás había estado en mis manos por una pierna rota. Esta era la pequeña Esme Platt.
Pero... ¿Por qué estaba así? ¿Que le había ocurrido?
Sin importarme mí trabajo tome a Esme en mis brazos y empecé a correr con ella por los lados menos concurridos de aquel pueblo. Subí por la ventana de mi casa y la coloque en mi cama, completamente desmadejada.
Entonces bella y Edward parecieron en la puerta. Bella veía conmovida a Esme, y parecía lucir tan angustiada como yo, pero sin embargo Edward no soporto el aroma y salió corriendo de mi habitación, no lo culpe. Su autocontrol, aun era débil.
-Carlisle ¿Qué puedo hacer para ayudar? -me pregunto y sabia lo que yo tenia que hacer.
-reza... -le pedí, quería recurrir a ayuda divina, rogando por que Esme soportara el doloroso veneno y sobreviviera de todo esto.
Empezó a gemir y dar vueltas en la cama, Salí de la habitación tratando de buscar calma, mientras que bella se dirigía a la cocina con Edward.
No sabía que era lo que exactamente ocurriría, pero lo único que deseaba con todo mí ser, era que estuviera a salvo.

*Esme*
Sentía que aquel infernal dolor se iba extinguiendo poco a poco, dejándome en una situación parecida al sopor. Donde no sabía si estaba dormida, quizás soñando.
Eso deseaba, pero entonces recordé aquellos dolorosos instantes. La muerte de mi pequeño hijo, mi bebe. Sentí mi corazón estremecerse, y supe que yo en verdad me había lanzado a aquel abismo. Esperando de esa manera mitigar mi dolor.
Entonces, eso quería decir que había muerto.
-Esme... -me llamo una masculina, pero a la vez suave voz. Moví mis parpados y supe que podía abrirlos, moví mis dedos, y sonreí al darme cuenta de que podía estirar la mano. Entonces estaba viva.
-Esme... -me volvió a llamar aquella voz.
Fue entonces que decidí abrir los ojos. Me vi obligada a parpadear varias veces. Estaba segura de que la persona que estaba frente a mi tenía que ser un ángel.
-Esme... ¿te encuentras bien? -me pregunto y yo apenas fui capaz de asentir. La exhalación de un pequeño suspiro, fue lo que me hizo voltear, solo para encontrarme con una hermosa joven que estaba tomada de la mano, de un muchacho de cabellos cobrizos, bastante apuestos los dos.
-¿los conozco? -pregunte, al darme cuenta de que tenía la vaga sensación de que ya los había visto antes.
-soy Carlisle Cullen, y ellos son como mis hijos... Edward y bella Cullen -los presento y ambos sonrieron mas ampliamente.
Entonces los recordé, el era el doctor del pueblo, y también el hombre que hace años me había ayudado. El no cambiaba. Baje la mirada y me di cuenta de que estaba bien, no tenía heridas, ni huesos rotos, ni cortadas.
¿Por qué?
-deberíamos dejar a Carlisle... para que charlara con Esme... -propuso aquel apuesto joven de cabellos cobrizo. Su rostro elegante y la forma respetuosa de hablar me hizo sonreír.
Si mi hijo hubiera vivido, me hubiera gustado que fuera como el, pensé.
El me sonrió mas ampliamente y me vio con el cariño con el que se ve a una madre, eso me hizo sonreírle en respuesta.
-si... nos retiramos... cuídate Esme -me pidió bella cariñosa, mientras salía con Edward aun de la mano.
-¿por donde empezar...? -se preguntó Carlisle
-por el principio -le pedí.
Me podía imaginar muchas cosas, miles de teorías llenaban mi mente. Pero no me preocupaba por lo que sea que me iban a explicar, de alguna manera, por primera vez en toda mi vida, me sentí en casa y con mi familia.

Isabella CullenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora