VI. Primer día.

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Logan pretendió seguirla. Pero, como era de esperarse, no había nadie en el pasillo una vez que hubo atravesado el umbral de la puerta. Lo más probable era que se hubiera vuelto invisible nuevamente para evitar que él pudiera seguirle el rastro.
Intentó empleando sus sentidos, mas no hubo caso. Ahora comprendía el porqué de sus ojos empañados cuando él la tumbó de espaldas contra el suelo... se preguntó si se lo habría hecho él tras despertar aquella tarde y estrellarla bruscamente contra la pared.
Regresó a su habitación. Desconocía dónde estaba ubicada la de _____, pero imaginaba que cerca. Sentía curiosidad por saber qué le había sucedido, porqué sangraba. Se dijo que no importaba a la vez que se sentaba en la cama. El reloj situado sobre la mesita de noche indicaba que eran las seis cuarenta y cinco de la mañana. Pronto amanecería, y él había podido dormir tan solo... ¿dos o tres horas?
Sabía que era inútil intentarlo de nuevo, sin embargo, decidió recostarse para intentar dormir algo antes de que la luz del sol se hiciera presente.


Unos golpes en la puerta lo despertaron sobresaltándolo. Miró la hora: las diez y media. Bueno, al menos había podido descansar algunas horas; más, inclusive, de lo que había imaginado. Caminó hacia la salida de la habitación y abrió la puerta con rostro cansado.
Era Tormenta.
—El profesor quiere verte —murmuró. Y sin más, se retiró.
Logan cerró la puerta bastante fuerte. Se pasó las manos por el cabello, extenuado, y se dirigió al baño.
Al salir del dormitorio fue directamente a la oficina del profesor. No le costó demasiado llegar, recordaba bastante bien el sitio y la disposición de sus sectores para ser que las había conocido hacía tan solo un día atrás. Al entrar vio a Charles de espaldas a la puerta, mirando a través del gran ventanal. Cuando éste oyó a Logan pasar, volteó lentamente con las puntas de sus dedos unidas y expresión pensativa en el rostro.
—Toma asiento, por favor—musitó con voz clara.
El interpelado no obedeció; se recostó sobre la puerta con los brazos cruzados, esperando a que el sujeto en silla de ruedas continuara hablando. Y así sucedió.
—¿Cómo ha ido tu primera noche en la escuela, Logan?
—¿De verdad quiere saberlo?
Charles Xavier asintió con la cabeza. Wolverine arqueó una ceja.
—Espero que hayas podido descansar a pesar de las pesadillas. Me gustaría verte esta noche, aquí en mi despacho. Dije que intentaría ayudarte, y es lo que haré. —dijo.
Logan lo observó suspicaz. ¿Había dicho «pesadillas»?
Luego de un momento de silencio, en el que asumió que la conversación no continuaría, se marchó de allí para desayunar algo, aunque ya era cerca del mediodía.


Llegar al comedor y verlo repleto de jóvenes lo puso de mal humor instantáneamente. Todos conversaban en volumen muy alto y jugaban con sus poderes, lo cual podría resultar un tanto peligroso. Pero no era eso lo que le molestaba, sino la cantidad de personas que se encontraban allí. Tomó algo en una bandeja y se fue a sentar en un rincón apartado para que nadie lo molestara.
Una vez que hubo terminado de comer, se dispuso a marcharse de allí justo cuando una voz lo detuvo.
—¡Logan!
Volteó. Era una adolescente de cabello oscuro que llevaba un particular mechón de color blanco al frente de su cabellera, enmarcando su rostro. Vestía oscuro y portaba guantes a pesar de que no hacía frío. Con ella venían Ororo y un muchacho alto que usaba lentes futuristas con cristales rojos.
Los observó con escepticismo.
—¿Cómo estás? —Preguntó Tormenta con tono amable.
Por alguna razón, ella era la única que, de momento, le "caía" bien. Se encogió de hombros.
—Bien. —Su tono era aprensivo. Mas el semblante de Ororo continuaba siendo apacible.
—¿Qué tal tu primera noche en la escuela? —intervino la muchacha joven. Logan frunció el ceño— Lo lamento, se me ha olvidado. Mi nombre es Rogue.
Rogue le tendió la mano y él la tomó a la vez que la escaneaba con la mirada. Dirigió una rápida mirada al de las gafas, extrañado.
—¿Qué te parece si damos una vuelta por el parque? —terció nuevamente la mujer de cabello blanco intentando cortar la tensión que se respiraba en el ambiente.
A Logan le pareció lo más sensato para escapar de aquella absurda situación.
—Sígueme —dijo ella nuevamente. Y él obedeció; así que ambos se marcharon en dirección al jardín.  


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