IV. «Paseo» nocturno

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Una especie de niebla le turbaba la vista. Notaba figuras borrosas; personas que se movían alrededor suyo y lo miraban expectantes, como si se tratara de una exposición en la que él era el fenómeno principal. También oyó voces; suaves murmullos que podía distinguir con claridad si aguzaba el oído a pesar del zumbido grave que penetraba en ellos. Entonces notó que al parecer, estaba sumergido en agua; comprendiendo porqué no podía ver ni oír con precisión. Sin embargo, no había nada que no pudiera comprender empleando sus sentidos superdesarrollados.
Sentía la tensión en el ambiente. No sabía con exactitud dónde estaba pero sí era consciente de que se encontraba donde debía hacerlo. Notó unas gruesas agujas de metal entrar en su campo visual; estaban alrededor de sus ojos, sobre los pómulos y sus sienes. Se acercaban tanto... entonces, lo sintió. Un dolor agudo le nubló aún más la visión, y le perforó la piel y la carne en diversos sectores. Los brazos, las piernas, el torso y el rostro. Aquellas piezas puntiagudas lo pinchaban por todas partes. Una secuencia de imágenes comenzó a pasar rápidamente por su cabeza, mientras la sensación de tortura aumentaba de manera intensa...

Hasta que su propio grito logró despertarlo. Su respiración se hallaba agitada, sus garras expuestas y su cuerpo completamente bañado en sudor. Observó su entorno desesperadamente comprobando que en realidad no se encontraba en ese lugar que su mente había retratado segundos antes. Inhaló profundamente, procurando recuperar la compostura; luego, exhaló con lentitud. Se fregó los ojos; y al bajar la mirada advirtió que las sábanas poseían tres perforaciones verticales, las cuales probablemente las había hecho él durante aquella pesadilla.
Se sentó en la cama percibiendo que ésta estaba completamente deshecha. Estaba claro que no iba a poder continuar durmiendo.
Resopló y salió de la habitación, dirigiéndose al exterior de la mansión del profesor Xavier. Había viento, pero no le importaba. En esos momentos, necesitaba algo que realmente lo distrajera. Aquel sueño le había dejado una sensación extraña, había sido demasiado real, como si lo hubiera vivido realmente.
Caminó varios metros una vez que estuvo fuera. El césped le pinchaba los pies, pero tampoco eso le resultaba relevante entonces. Se aproximó a una de las fuentes enormes que poseía el lugar y se sentó en el borde de esta. El sonido del agua parecía relajarlo. Cerro sus ojos despacio. Los murciélagos chillaban a lo lejos, y también podía oír a los búhos y grillos cantar. Los sapos también croaban; pero todo lo demás parecía estar sumido en la quietud nocturna.
Repasó mentalmente aquellas imágenes. El agua, las voces... el dolor... todo había sido dolorosamente nítido. Esperaba poder confiar en Charles y que éste pudiera ayudarlo. No le gustaba eso de convivir con tantos desconocidos, lo alteraba un poco; sobretodo porque prefería la soledad. Además, sabía que si recibía ayuda pronto estaría en deuda, y a decir verdad, no quería ni deberle nada a nadie, ni tampoco tener que luchar por gente que no conocía. Luchar por la supervivencia de sí mismo era suficiente esfuerzo. Se restregó los ojos con los dedos. Estaba cansado, pero sabía que no conciliaría el sueño si regresaba al dormitorio.
-¿Mala noche?
Aquella voz femenina proveniente de unos escasos centímetros a su derecha lo sobresaltó, más no se notó en lo absoluto. Gruñó.
-Aún más cuando uno no puede tener un momento de privacidad.
Volteó a verla. Era la segunda vez en la noche que irrumpía en su soledad y aquello le disgustaba. _____ se encogió de hombros.
-Lo siento. Creí que tal vez te apeteciera hablar. Digo, esto es un poco estresante y... -suspiró- bueno, he sido la primer persona con la que has hablado tras despertar.
Logan viró sus ojos y agachó la cabeza para rascarse la nuca con fastidio.
-Eso no implica que confíe en ti -respondió a la vez que volvía a mirarla con una ceja arqueada-. Ni mucho menos, que me agrades.
Ella asintió pensativa. Sus labios se curvaron en una sonrisa comprensiva y pronto dio media vuelta para comenzar a caminar en dirección a la escuela.
Bueno, tenía que reconocerlo: estaba siendo más que descortés. Se estaba comportando con crueldad y él no era así, ¿o sí? Resopló. ¿Qué importaba? Al fin y al cabo, ni siquiera él mismo sabía quién, ni cómo era en el pasado.


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