27. Un paraiso congelado

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   .... 27 de diciembre ....

    El Butler de mis sueños, estaba sonriente, ante el deslumbrante sol de Alaska. Anchorage (Una ciudad de Alaska) es hermosa, muy hermosa. Despertamos en el hotel en el que habíamos reservado el día anterior, e inmediatamente salimos para ir directo a una cafetería/restaurante. Nos bajamos del taxi cuando llegamos.

-¿Qué quiere comer?  -Preguntó Dante.

-Cualquier cosa que sacie mi hambre -respondí mientras tocaba mi pancita con cara triste.

-Pues, que así sea. -Juntó sus manos haciendo ¨amen¨ y yo le miré con mala cara-. ¿Qué?

-Que... -No pude terminar de hablar, por que Dante me tomó por encima de las rodillas y me cargó como un costal de papas hasta la cafetería/restaurante-. Aaaaah. bájame.

-Okay -me bajó al lado de una mesa y él tomó asiento.

-Bobo -hice un puchero.

    Un camarero llegó hasta donde estabamos y nos dio la carta. Dante, estaba muy feliz, a mi parecer. Yo tenía la intención de regañarle por haberme cargado así, pero, por los momentos preferí dejarlo así. Cuando salimos de la cafetería/restaurante, Dante y yo fuimos hasta la parada de autobuses.

-No pensé que alguien como tú, tomara el autobús.-Le comenté.

-Yo tampoco. Pero, como nuestro destino es cercano, no hay necesidad de ir en taxi.

-Bueno, si tú lo dices.

   El autobús llegó, y nos montamos. Pasaron unos minutos para que Dante me dijera -Aquí nos bajamos-.

-Señorita Bannen, déjeme decirle que lo que tenemos al frente es el maravilloso y extraño jardín botánico de Alaska.

-¿Y qué tiene de extraño?

-Que es un laberinto.

-¿Qué? ¿Lo dices en broma, verdad?

-No, ahora deme la mano y adentrémonos en esta aventura. Tranquila, yo le aseguro que saldremos de aquí y viviremos para contar lo que pasó.

-Bueno, confío en usted, Butler.

-Con mucho gusto, Martin -y con eso nos adentramos en el extraño laberinto, debo admitir que las paredes de plantas eran grandes. De alguna forma, interesante.

   El lugar era maravilloso, a pesar de que había un poco de nieve sobre todo, igual era un sitio agradable en donde estar. Bueno, hipotéticamente cualquier sitio en donde estuviera Dante, era un sitio agradable. Pasamos horas tratando de llegar al centro del laberinto. No pudimos llegar, pero si logramos salir, ya eran las 4 de la tarde, y estabamos muy hambrientos. Así que a Dante se le ocurrió la maravillosa idea de que quería comer pescado frito, como todo Escocés/Británico, amantes del pescado frito.

-¿Ahora a dónde me llevas? -le pregunté cuando ya estabamos dentro del autobús. Ya habíamos comido, así que todo estaba en perfecto estado.

-Tranquila, espera -fue lo único que dijo.

   Los minutos pasaban, y desde la ventana del autobús podía ver como la noche se daba paso oscureciendo todo hasta llegar a cubrir toda Anchorage. Ya eran las 6:48 pm, y todavía no llegábamos a nuestro destino. No sé qué era lo que había planeado Dante, pero esperaba que valiera la pena.

-Señorita Bannen, déjeme presentarle el parque Kincaid, no me pregunte por qué se llama así, porque no tengo ni idea -realmente, el lugar no era para tanto alboroto y mucho menos para pasar 2 horas dentro de un autobús, pero a veces Dante podía llegar a ser muy exagerado (como en esta situación) y algo obsesivo (Por lo visto [^n^])

-Dante, son las 8 de la noche y después de esta hora lo más seguro es que ningún autobús pase por aquí, ¿QUE RAYOS HACEMOS AQUÍ?

-Experimentar -respondió con la más inocente sonrisa que pudiera tener-. Señorita Bannen, si a usted le preocupa tanto cómo vamos a regresar, solo mire al frente y tendrá la respuesta -Fruncí el ceño y me giré, para después sentirme totalmente confundida. A unos metros de mí, al parecer había un fiesta en el lago del lugar, pero eso no fue lo que me alertó, sino que a pasos largos y decididos, se acercaba Rupper Butler, con dos vasos en sus manos-. Ves...

-Buenas noches, Bannen -dijo Rupper ya cerca-. Veo que mi hermano la ha traído.

-Sí... -Mi voz se escuchó casi que en un susurro.

-¿Creo que la fiesta, ya ha empezado? -comentó Dante para romper el hielo.

-Claro, pasen, no tengan miedo.

-Bueno, ya escuchó, Martín, hay que aventurarse -Tomó mi mano.

   Seguimos caminando. La verdad, es que no sé cuánto tiempo estuvimos en el lago, o cuántas cosas hicimos, Dante, como todo buen hombre nórdico, bebió hasta quedar totalmente agobiado por el alcohol, y yo, como toda tonta, quedé embobada con la magia de Alaska y las auroras.

   La luces nórdicas de colores tenían un reflejo precioso sobre el lago del parque, y yo daba vueltas como una niña, mirando hacia arriba. El espectáculo era precioso. Y, sólo los besos de mi acompañante podían poner de locura mi cabeza y hacer que todo rastro de conciencia se apagará.


Un amor de InviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora