Prólogo

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4 años antes...

-Rebecca, ¡si no vienes ya perderemos el avión a Los Ángeles! –Grita mi padre. Bajo las escaleras de mi enorme casa, antes de salir de casa miro a mi alrededor y suspiro.

-Vamos niña. –Dice Cruella de Vil, conocida como mi madre.

En cambio, mi padre no es como mi madre, él es dulce y bueno conmigo, sin embargo, Cruella de Vil es todo lo contrario.

-¿Y los abuelos? ¿Se quedarán aquí? –Pregunto

-Niña, cállate, me das dolor de cabeza. –Dice la que se hace llamar madre. Mi padre la mira mal y luego me mira a mí sonriendo.

-Ellos se quedan aquí, prometo que vendremos a visitarlos a menudo. –Dice él y asiento sonriendo.

-Y si te quedas aquí sería mejor. –Oigo como murmura mi madre. Y eso en parte duele...

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Cuando bajamos del avión, un hombre mayor nos esperaba y nos llevó a nuestra nueva casa, estaba en una parte de Los Ángeles en la que las casas eran grandes y hermosas, todas mansiones, como la mía.

-Bien hija, podrás elegir la habitación que tú quieras, cualquiera del segundo piso. –Dice mi padre y asiento, cabizbaja. –Sé que querías quedarte en el pueblo con los abuelos, pero te aseguro que aquí serás feliz. –Dice. –Y, como sé que te gusta mucho montar a caballo y patinar sobre hielo, hemos traído a Hope a un establo que hay por aquí cerca, y mañana iremos a una pista de patinaje. –Le abrazo fuerte. Hope era mi caballo, bueno más bien, era una yegua.

-¿Puedo ir ya a ver a Hope? –Pregunto.

-Claro, ves, déjame solo con Cruella de Vil. –Él rueda los ojos divertido y dice eso con un gran sarcasmo en su voz. Yo me río. –Diré a Philip que te lleve a los establos. –Philip era nuestro chofer.

-Gracias papá. –Le vuelvo a abrazar. Philip aparece en nuestro campo de visión, salgo junto a él de la mansión y me lleva en coche hasta unos grandes establos, a simple vista puedo notar como estos establos eran solo para gente millonaria, como yo. Voy a echar de menos el pueblo, allí es todo campo y siempre me gustaba ir a pasear por ahí para relajarme y disfrutar de la naturaleza.

Me despedí de Philip y bajé del coche, entré al establo y pude ver como varios caballos y yeguas estaban encerrados en sus respectivos establos. Había un hombre, castaño, de cómo veinte años, cepillando un caballo de color blanco. Tenía ropa de trabajo y estaba sucia, por lo que supongo que trabaja aquí.

-Hola. –Me saluda. Yo sonrío tímida. - ¿Quién eres? –Pregunta amable.

-Rebecca Robinson. –Digo tímidamente.

-Oh vaya, tú tienes que ser la hija de Ross Robinson. –Asiento. –Soy Mathew Black, pero puedes llamarme Matt. –Sonríe. - ¿Buscas un caballo? –Pregunta.

-Busco a mi yegua, su cabello es marrón y las patas las tiene un poco blancas. –Digo.

-Pues la yegua que buscas la acabo de bañar. –Dice sonriendo. –Su establo es el último a la derecha.

-Gracias. –Le digo y empiezo a andar por el pasillo, observo a todos los caballos y yeguas.

-Por cierto, si tienes algún problema, avísame. –Oigo como dice detrás de mí.

Cuando llego al establo de Hope, abro la puerta y entro, la acaricio su suave cabello y después de coger mi silla de montar, la saco a fuera de los establos y subo en ella con ayuda de Matt. Él me dice que a diez minutos hay un gran campo por el que puedo cabalgar, dice que también hay un río en que los caballos pueden beber. Tras darle las gracias voy a la dirección en la que me ha dicho Matt. A los diez minutos ya estaba por el campo, al ser primavera todo estaba lleno de flores y de mariposas revoloteando por ahí. Esto era lo que más me gustaba y, apuesto a que será mi lugar favorito de todo Los Ángeles. De repente, Hope se empezó a alterar, no sabía que es lo que pasaba, tiraba de ella para que se tranquilizara y me sujetaba a ella como podía para que no me tirara al suelo. Tenía miedo, era la primera vez en tres años que me hacía esto y no sabía qué hacer. Estaba asustada.

Al cabo de un minuto o así, caí al suelo de culo, menos mal que el césped había amortiguado mi caída, aunque me seguía doliendo. Oí pisadas de un caballo, miré detrás de mí y vi a un chico, castaño, parecido a Matt, sería más o menos de mi edad. El chico con su caballo se acercó a Hope y la tranquilizó. Me levanté como pude y cogí a Hope, que ya estaba tranquila.

-Gracias. –Digo tímida, sí, habéis notado que soy bastante tímida.

- ¿Tú quién eres, princesa? –Pregunta con una sonrisa arrogante, ¿por qué justo me ha tenido que ayudar un chico arrogante?

-No te importa. –Digo ahora cortante.

-Muy bien, princesa. –Dice, él sigue subido en su caballo. Me guiña un ojo y al instante sale trotando con su caballo alejándose de mí.

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Esta es mi nueva novela.

¡Espero que os guste!



Rebecca RobinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora