Capítulo 19

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Capítulo 19

Narra Rebecca

Que mis abuelos no pararan de mentir y no dijeran la verdad me había cabreado mucho. Seguro que ellos sabían todo y que se sorprendieran por lo que dijo Ryan era demasiado ya.

Otra vez había llegado ese momento en el que todo cansaba. Respirar cansaba, vivir cansaba. Porque, si desde que nacimos nuestro destino es morir, ¿por qué no adelantar el destino y así dejo de sufrir mientras el tiempo transcurre?

De nuevo esa idea se me había vuelto a la cabeza.

Esa idea de intentarlo de nuevo. De desaparecer de este mundo lleno de falsedad.

Estoy harta de vivir en un mundo así, en el que todo el mundo te crítica y te juzga sin conocerte. Todos comentan y critican algo de ti sin haberte hablado ni haberse parado a conocerte ni siquiera un poquito. Solo con saber el nombre ya te insultan. Con tener unos kilos demás ya eres una foca.

Eso es lo que me pasó a mí al llegar a Los Ángeles.

Yo llegué allí pensando que sería como en el pueblo, pero allí la gente es mala y falsa.

Pensaba que algún chico popular del instituto se enamoraría de mí, como en todas las películas. Chica nueva llega al instituto, tropieza con el capitán del equipo de fútbol, se enamoran, empiezan a salir y todo lo demás.

Pero conmigo eso no sucedió, el primer día que llegué allí todos empezaron a cuchichear y a reírse de mí.

Tenía unos kilos de más sí, ¿y qué?

A ellos no les importaba eso, a ellos solo les importaba dañarme y hacerme llorar.

Desde ahí todo empezó a cambiar. Dejé de comer, dejé de dormir, dejé de salir, dejé de hacer mi vida normal. Solo estaba metida en mi habitación, llorando y lamentando haber nacido.

Sin embargo, aún sigo con la esperanza de que esa historia de amor que siempre he deseado tener aparezca por mi vida algún día.

-Princesa, nos toca entrar. –Dice Ryan sacándome de mis pensamientos.

Llevamos casi dos horas en la sala de espera del hospital esperando a que me atiendan. Me había olvidado completamente del dolor del hombro hasta que me levanto.

Entramos a la consulta y una doctora empezó a inspeccionarme el hombro. Luego me preguntó que cómo me lo había hecho y por último me pidió que me quitara la camisa para que me lo pudiera colocar.

Al pedirme eso, miré a Ryan. Él al parecer pilló lo que iba a decirle, porque se giró mirando hacia la puerta.

-Bien... Ahora respira hondo y a la de tres vas a sentir un chasquido en tu hombro, ¿sí? –Me dice la doctora. Asiento suspirando nerviosa. La doctora empezó a contar y, como había dicho, a la de tres sentí un dolor en mi hombro que era peor de lo que me dolía anteriormente. –Pues ya está, Rebecca. Tenías el hombro dislocado, pero nada grave. La próxima vez que estés patinando ten más cuidado. Toma estas pastillas por si te duele, pero no creo que te vuelva a doler el brazo más. –Me tendió unas pastillas, no las cogí hasta que no me puse la camisa.

-Ryan, ya puedes girarte. –Le digo. Él se gira y me mira.

- ¿Estás bien? –Pregunta preocupado.

-Sí. ¿Nos vamos? –Él asiente. –Gracias doctora.

-De nada, adiós.

Salimos del hospital y montamos en el coche que nos había dejado mi abuelo.

Rebecca RobinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora