Capítulo 13

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Capítulo 13

Narra Rebecca

Abrí los ojos lentamente, acostumbrándome a la poca luz que había. Me di cuenta que estaba en una habitación que no era la mía. Fruncí el ceño y pasé mi mirada por toda la habitación. Las paredes blancas, el techo blanco, la cama blanca, las sábanas blancas, Ryan sentado en una silla durmiendo, ese horrible pitido que me deja sorda... Espera, espera. ¿Ryan sentado en una silla durmiendo? Mierda, pero ¿qué hice anoche?

Intento recordar lo que hice el sábado por la noche.

Bien, Vicky me obligó a ir a una discoteca, allí estaban Ryan y Tyler, luego me fui a bailar con Connor y es cuando vi a Ryan irse con aquellas dos chicas, bebí, bebí y seguí bebiendo. A partir de ahí todo se torna borroso. Excepto un recuerdo...

Doble mierda.

Me miro las muñecas asustada.

Lo he vuelto a hacer. Soy una estúpida.

Prometo no volver a beber en mi vida.

Noté que Ryan se estaba empezando a despertar, por lo que me hice la dormida.

¿Qué? No quería verle.

- ¿Princesa? –Noté como la cama se hundía a mi lado derecho. –Por favor despierta. Me tienes muy preocupado. –Ryan me cogió la mano y me la apretó. Aparté la mano casi por instinto, abrí los ojos y vi a Ryan, se notaba que estaba sorprendido. Pero sonrió. –Gracias a Dios que has despertado. No sabes lo preocupado que me tenías. –Me abrazó tan fuerte que casi no podía ni respirar.

-Ryan no me dejas respirar. –Dije y él me soltó. - ¿Cuánto llevo aquí?

-Tres días. –Contesta. ¡¿Tres días?! ¡Mierda la universidad! Me fui a levantar de la cama, pero Ryan me lo impidió. –No creas que te vas a mover de aquí. –Me avisó. –Saldré afuera a decir a los demás que has despertado. Enseguida vuelvo. –Y sin más que decir salió. Al poco tiempo entró un señor de unos cuarenta años con una bata blanca. ¿Es que aquí todo tenía que ser blanco?

-Buenos días Rebecca, soy el doctor Smith. –Se presenta el señor. –Me gustaría hablar contigo.

- ¿De qué? –Pregunté con la voz débil.

-Perdiste mucha sangre, sino hubiese sido por ese chico no hubieras sobrevivido. He leído tu expediente, al parecer no es la primera vez que lo haces. –Negué con la cabeza cabizbaja. –No deberías de hacerlo. –Me dice. –Esta vez ha sido un milagro que hayas sobrevivido. Además, estando borracha. –Dios qué vergüenza. Este doctor es peor que mi padre. –Lo digo en serio Rebecca, has tenido mucha suerte, y da gracias a ese muchachito que estaba contigo cuando has despertado, él te trajo y donó sangre para ti. Vaya suerte qué tienes. Ah, y, por cierto, tienes anemia, luego te dejaré unas pastillas que tienes que tomar. Tienes que cuidarte mucho más, no puedes dejar de comer y mucho menos saltarte ninguna comida.

¿Ryan donó sangre? ¿Por mí? Vaya, no me lo esperaba.

Después de que el doctor me dijera unas cuantas cosas más sin importancia se fue. Luego entró una mujer, morena con unos ojos grises que llamaban la atención.

-Buenos días Rebecca. –Me sonrió. –Soy la doctora Hold, psicóloga. Me han dicho que te has autolesionado y que no es la primera vez que lo haces. –Asentí. -Y dime Rebecca, ¿antes de autolesionarte sabes en lo que te estás metiendo?

- ¿Qué quieres decir?

-Me refiero a que antes de que hagas ese corte pienses que todo se descontrolará, primero serán tus muñecas, pero entonces te quedarás sin sitio ahí y seguirás por otros lados, el brazo entero, las piernas, etcétera. Los cortes se harán profundos y cicatrizarán. Tardarán de semanas a meses en curarse y años para que las cicatrices comiencen a desaparecer. Te darás cuenta pronto de que dependes de ello. No puedes estar más de unos días sin cortarte, tu visión se vuelve borrosa mientras intentas mantener tu mente alejada de ello, intentando no recaer. Pero recaerás. Puede que pienses que serás capaz de controlarlo, que no se te irá de las manos, pero: error. No puedes controlar algo así, es como una droga; puede que pienses que puedes pasar con uno o dos pequeños cortes, que no serán profundos y que se curarán rápido y fácilmente, pero otro error, no es así. –Hizo una pausa y sonrió un poco. -Aunque seas la persona más honesta que haya en la tierra, le mentirás a tus amigos, familia y a todos a los que tienes a tu alrededor, porque sentirás culpa y vergüenza de ti misma. Si sigues así, te encontrarás a ti misma estremeciéndote cada vez que alguien te toque, como si sus dedos y manos ardieran. Luego empezarás a observar los cuerpos de las otras personas, intentado averiguar si alguien más se siente como tú, pero eso nunca pasará. Verás muñecas limpias, sin ninguna cicatriz, y te sentirás aún más sola y avergonzada que antes. Te odiarás, te odiarás por haber hecho ese primer corte que te metió en este círculo vicioso que nunca acaba. Deja lo que estés a punto de usar, porque eres mejor que esto. Es solo un consejo, guapa. –Y la verdad es que es el mejor consejo que he escuchado en mis dieciocho años de vida.

Rebecca RobinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora