Capítulo 3

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A pasado una semana desde que ocurrió lo de la fiesta, Lara no ha vuelto a insistir en ir más a ningún tipo de fiesta, cosa que le agradezco.
-Cariño, ya puedes irte.- Dice Sophie (mi jefa).
-Gracias.- Le sonreí.
Recogí todo y cogí mi bolso.
-Hasta mañana.- Me despedí.
-Hasta mañana, cielo.
No hacía demasiado frío, pero si el suficiente para tener que llevar una chaqueta.
A penas había luz en las calles, estaba pasando por un callejón mientras me dirigía de camino a mi coche, cuando escuché a una persona gritar.
-Por favor, no me hagas nada.- Suplicaba una voz masculina que estaba sumergida en la oscuridad del callejón.
-Por favoor. - Dijo arrastrando las palabras.
-Idiota - Otra voz masculina gritó. - Tuviste demasiado tiempo y no hiciste nada de lo que te dijo Mike
-Lo-lo haré. Lo juro.- La voz del hombre de quebró cuando pronunció las palabras.
-Oh, no creo que llegues ha hacerlo, tu tiempo de plazo se acabó.
-No, no, por favor. - La voz del hombre disminuyó hasta no escucharse ni una simple palabras.
No veía mi cara, pero estoy segura de que mi expresión era de horror.
¿Se le habrá pasado a ese hombre?
De pronto un hombre vestido totalmente de negro y con su cara cubierta pasó corriendo y así chocando conmigo provocando que caiga al suelo.
En ese momento el encapuchado se giró hacía a mí y me miró por unos segundos.
-Po-por favor, no me hagas nada.- Suplique.
Sus ojos conectaron con los míos y pude deducir que el color de sus ojos era de un color negro azabache precioso. Nuestras miradas estuvieron conectadas lo que a mi me parecieron siglos. Finalmente el encapuchado corrió y se perdió de mi vista.
-Ayuda.- Se escuchó una voz proveniente del callejón.
-¿Ho-hola?- Tenía miedo, más miedo que en toda mi vida, pero esa persona estaba herida y necesitaba ayuda.
-Por favor.- Susurró el hombre.- Ayudame.
Alumbré con la luz de mi viejo teléfono y pude ver la figura de un hombre de unos treinta años tirado en el suelo con su pierna y su hombro sangrando.
-Oh Díos.- Susurré.
-Por favor, chica, ayúdame.
-¿Qué le a pasado, señor? -Pregunté agachandome.
-No es nada.
-Llamaré a una ambulancia.- Dije cogiendo el móvil decidida.
-No.- El hombre arrebató el móvil de mi mano.
-Sólo necesito que me dejes en un lugar y allí me curaran.- Asentí.
Ayudé a que el hombre subiera a mi coche y le pregunté el lugar al que quería que lo dejara.
-Dejame en el barrio Peckham, en la segunda calle a la izquierda. Por favor. Por cierto me llamo Rick.- Se presentó.
-Yo soy Elisabeth.
-Bueno, Elisabeth, muchísimas gracias por traerme.- Rick quería mostrar que no sentía dolor, pero al observar su rostro se percibía desde lejos.
-De nada, Rick.- Le sonreí.
-Me gustaría compensarte que te hayas molestado en traerme, podrías venir algún día a cenar a mi casa y conoces a mi familia, tengo una hija y podéis llegar a ser amigas, bueno podrías ser su hermana.- Río. Era un señor muy agradable.
-Gracias.- Asentí. Al cabo de unos segundos dos chicos de unos veinticinco o veinticuatro años salieron de una casa y fueron a buscar a Rick.
Salí los más rápido que pude y me dirigí a mi casa.
-Un día de locos, Elisabeth.- Susurré.
Llegué a mi pequeño apartamento y en cuanto entré me desplomé encima de la cama cayendo profundamente dormida.

El despertador sonó a las seis de la mañana, me levanté y me percaté de que aún llevaba el uniforme del trabajo.
Me fuí a darme un baño y salí envuelta en una toalla y con mi cabello envuelto en otra más pequeña.
Miré la ropa del armario y me decidí por unos pantalones negros ajustados y una camiseta blanca ancha y mi zapatillas deportivas.
Hoy sólo trabajo por la mañana, por eso puedo llevar ropa normal y no el uniforme.
Me cepille el pelo y me hice una cola alta, me lave los dientes y me puse rimel y un poco de brillo en los labios.
Salí de mi apartamento y entré al coche. Después de estar diez minutos conduciendo llegué al pequeño bar llamado Michael's.
-Buenos dias.- Dije sonriendo a un dormida Lara.
-Buenos dias.- Contestó sin ganas.
-Alguien se levantó de mal humor. - Dije riendo.
-No, es que no dormí bien, eso es todo.
-Entiendo.- Dije mientras colocaba mi mano en mi barbilla como hacen los psicólogos. Esta mañana me levanté de buen humor.
-Cuénteme más sobre su problema, por favor.- Mi cara era sería, pero por dentro moría de risa al ver el rostro de Lara y como me fulminaba con la mirada.
-Lo que sucede es que tengo a una amiga un poco cabrona, ah si, y que ¡tengo que trabajar todo el día!.- Exclamó y no pude aguantar más mis ganas de reír.
-Bueno, ayer trabajé yo todo el día. Por si no lo recuerdas me cambiaste el turno por no se que tontería tuya. - Le recordé.
-No era una tontería, sólo era que quería dormir más.- Sonrió.
-Bueno, lo que sea.- Sonreí.
El primer cliente llegó y todos nos pusimos a trabajar.
-¿Qué desea?- Preguntó Lara.
-¿Qué tal una morena con ojos verdes?- Preguntó.
-Lo siento señor, pero eso no está en el menú. - Respondió Lara con asco. No pude aguantar más y reí.
-¿De que te ríes?- Preguntó el hombre de mala gana.
-De nada. - Respondí ganandome una fulminante mirada de él.
-Bueno, pues como lo que he pedido no está en el menú, pediré un café y un sandwich.
-De acuerdo.- Ahora se lo sirvo, señor.
Lara se giró hacía a mi con cara de desagrado.
-De verdad, que asco.- Dijo y reí.
Ya terminó mi turno y puedo volver a mi pequeño apartamento a sentarme en mi sofá y comer helado mientras veo programas basura.

¡¡Helloo!! ¿que tal? Espero que bien.
Espero que les haya gustado el capítulo. Por ahora es el capítulo más largo que he escrito, disfrutenlo.
No se olviden de votar y comentar.
Un beso.

Me tendrás miedoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora