Me sentía fatal. No podía hacerle esto, pero tenía la intuición de que debía ir en la busca de Lía. Si me quedase, ¿qué clase de hermana sería?
Estaba decidido, iría a buscarla. No le podía dar más vueltas. Iría. Pero era tan fácil decirlo, pero tan difícil cumplirlo... De repente, escuché unos golpes en la ventana. Miré en esa dirección y vi una pelota de tenis rebotar contra el cristal. Me acerqué a la ventana y la abrí.
—Ya era hora. ¿Te quedaste dormida para la aventura?
—¿Es que quieres despertar a mi padre? Y lo más importante, ¿quieres romper el cristal? ¿Qué te ha hecho él? —Pero en ese momento, ya no me atendía. Había empezado a subir por un árbol y, en cuestión de segundos, ya estaba en mi cuarto—. ¿Qué haces? —Dije casi a grito. ¿Cómo se atrevía a entrar en mi habitación así de la nada? Me tapó la boca antes de que pudiera seguir.
—Cállate o lo vas a despertar tú —me susurró al oído. Me indicó que me sentara en la cama a su lado—. ¿Quieres hablar? —Me dijo más comprensivo—. ¿Qué es lo que te preocupa? Estabas decidida a ir ayer, pero hoy te veo llena de dudas —así que esa era mi expresión ahora.
—No quiero hacerle daño a mi padre. Lo dejaré solo.
—Pero vamos a volver, ¿no?
—No lo sé.
—Yo les dejé una nota de que me iba un tiempo de viaje. No me gusta mentir. Pero eso no sería del todo falso, ¿no? —Vale, logró sacarme una sonrisa.
—Ya... Pero se ha ido mi madre, luego mi hermana... ¿cuántos disgustos se merece soportar? Él se siente culpable de que nos marchemos.
—No tiene por qué sentirse así. Creo que volveremos y que encontraremos a tu hermana.
—¿Cómo puedes estar tan seguro? —-Me cogió la mano. Un montón de electricidad me atravesó. Si fuese capaz de reaccionar ahora mismo seguro que estaría echando chispas.
—No lo estoy. Solo lo creo. Pienso que si crees en algo, terminará por hacerse realidad. Ya que eres tú la persona que lo ve. Eres tú la que ves cada mañana el mundo diferente aunque no haya cambiado.
Nos quedamos mirándonos durante unos instantes.
—Ya ha amanecido —dijo rompiendo el silencio.
Miré a la ventana. Era cierto. Había amanecido. El sol ya se podía ver a través de algunos edificios. La noche ya se iba yendo junto con las estrellas.
—Creo que deberíamos irnos —le dije—. O perderemos el bus —habíamos mirado los horarios de autobuses que pasaban a las siete hacia la ciudad. El único que había, era uno que pasaba a las siete y diez. Normal. ¿Quién querría vivir en un lugar tan apartado como nosotros?
—¿Te ayudo con la mochila?
—Aún puedo llevarla yo. Gracias.
Bajamos por el árbol. De primera yo y él de segundo. Antes de irme le dejé una nota a mi padre.
Subimos al autobús, pagamos las entradas y nos sentamos en unos asientos del fondo. No había casi nadie en él. Una anciana, una pareja y un chico de unos treinta años con una maleta eran los únicos ocupantes. Me senté al lado de la ventanilla. Cuando iba en coche, siempre me gustaba observar el exterior. Cómo de rápido pasan las cosas. Y no son ellas las que se mueven, eres tú.
—¿No piensas dormir algo? —La pregunta de Will me pilla desprevenida.
—No, estoy bien —aunque en realidad tenía un poco de sueño, pero pensaba dormir en el tren.
—Te veo cansada. Tranquila, no me importa que dejes tu pequeña cabecita en mi hombro durante un rato —me miró divertido.
—No es por eso. Simplemente he pensado que dormiría mejor en el tren. El trayecto es más largo —le aclaré.
—¿Cómo es tu hermana?
—Bueno, ella es... —no sabía por dónde empezar—. ¿Por qué me lo preguntas?
—Porque si voy contigo a buscar una persona por lo menos debería saber cómo es, ¿no crees?
—Ah, claro. Ella tiene diecisiete años. Se llama Lía. Tiene una melena larga y rubia. Es alta y delgada, aunque no demasiado. Tiene los mismos ojos que yo —me los mira fijamente haciendo que me sienta cohibida—. Es...muy guapa. Se podría decir.
—Tú también lo eres —me sonrojé. No lo pude evitar. Lo decía como si ya fuese un hecho.
—Porque no has visto a ninguna chica salvo a tu hermana —le aseguré.
—No viste como te miraban algunos chicos del cine —argumentó.
—¿Y a ti esa chica?
—¿Te estás poniendo celosa? —Alzó una ceja.
—No. Eres increíble.
—¿Sigues con la descripción de tu hermana?
—Es muy protectora. No valora mucho su vida.
—¿Por qué dices que no valora mucho su vida?
—Es así su forma de ser. Una vez vimos un gatito en los barrotes de un puente. Ella estaba convencida de que lo tenía que sacar de ahí. Se subió al puente y empezó a gatear por la barra para rescatarlo. Al volver casi se tropieza y se cae. Pero su cara no demostró miedo en absoluto. Lo único que dijo al salir con el gato en brazos fue que casi se cae el propio gato. Hace cosas así que aún no comprendo mucho.
—Creo que tu hermana tiene una razón para actuar de esa manera. Todos hacemos las cosas de una forma por algo. ¿Se siente tu hermana culpable?
—¿Culpable? No entiendo por qué se debería de sentir así.
—Quizá haya aún muchas cosas que no conoces de ella.
—Tal vez —¿por qué a veces tenía tanta razón?
—Cuando era pequeño y estaba caminando por el bosque con mi padre, cuando encontré un pájaro. Se había caído de un nido por lo que tenía el ala herida. Lo cogí y lo llevé a casa. Le di de comer durante unos cuantos días. Pensé que se iba a recuperar, pero no sobrevivió. Me sentí culpable de su muerte los días siguientes.
—Pero no fue tu culpa que hubiese muerto.
—En ese momento pensé que si lo hubiese dejado en el bosque, no hubiese muerto.
—Hiciste todo lo que estuvo en tu mano.
—Nunca se sabe. Ahora entiendo que no podía haber hecho nada. Pero de aquella no. ¿La culpabilidad está en todos no?
ESTÁS LEYENDO
Ligados
Science FictionTodo el mundo de Elizabeth cambiará con la marcha de su hermana mayor, Lía. Quién decide irse de casa antes de su ligación, el día en que unirían su mente con el de otra persona para que tuviese empatía con ésta. Pero no solo esto representará un gr...