Capítulo 9: Tan solo un lugar

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Me levanté temprano. Mi padre aún dormía. Cogí una mochila grande del baúl y empecé a llenarla de cosas. Ropa, dinero, una linterna... Metí ahí toda la poca cantidad que había ahorrado, la iba a necesitar. También metí el abrigo muy gordo que me había comprado mi padre el día de mi cumpleaños, la carta que me había dejado mi madre por si algún día se moría, el pequeño boli que me había dado mi hermana... Esos pocos recuerdos que quería conservar.

De repente, mi padre se despertó. Guardé todo en el fondo del armario para cogerlo esta noche.

—Toc, toc —la voz de mi padre sonó a través de la puerta.

—Adelante.

—¡Hola Eliz! —Me saludó sonriente.

—Hola —dije sin el mismo entusiasmo que él.

—¿Hoy no viene tu amiguito? —Arqueó una ceja.

—¿Will? Creo que no.

—¿Will? Yo me refería a James —me miró confundido.

—Willian es su segundo nombre. Papá, es la misma persona —aclaré.

—Pues si no viene hoy, ¿te parece que vayamos a un lugar? Me lo enseñó mi padre cuando era pequeño. Tendría doce años. No tuve oportunidad de enseñártelo ni a ti ni a tu hermana porque tu madre no quería...

—Claro, iremos ahora.

Bajé al coche y me puse en el sitio del copiloto. Aún no había sacado el carné de conducir. Aquí, la gente lo saca cuando ya tiene ligado. Tener ligado significa estar ya en la edad adulta, por lo que tienes accesibilidad a un montón de cosas.

El camino en coche se me hizo un poco largo, pero quería pasar todo el tiempo posible con mi padre antes de irme.

—Ahora tendremos que andar un poco para ir hasta el lugar —me aclaró mi padre cuando salimos del coche.

Empezamos a caminar. El sendero parecía ser largo.

—¿Y qué tal estos días con James?

—Bien —no pude evitar sonreír.

—Pasáis mucho tiempo juntos y parece que os lleváis muy bien. Hasta harías buena pare... —No le dejé terminar.

—¡Papá! No necesito hablar de eso —recalqué la última palabra. Esas cosas no se debían hablar cuando uno aún no estabas ligado. Además de que era algo incómodo—. Él es un buen amigo. Y nada más —otra vez intenté marcar las últimas palabras para dejarlo claro.

—He visto como te mira —él persistía, pero tenía curiosidad.

—¿A qué te refieres?

—Te mira como...si fuese a hacer lo que sea por ti. Como si te fuese a seguir a cualquiera parte en el momento en el que se lo propusieras —una sonrisa asomó en la comisura de sus labios.

Vale, quizás estuviese un poco en lo cierto pero... ¿no es eso lo que se supone que hacen los buenos amigos?

—¿Cuánto queda para llegar? —Intenté cambiar de tema.

—Un rato, no seas impaciente.

Mantuvimos el ritmo.

—¿Sabes algo de Lía? —Otra pregunta que no quería responder.

—No —miré su rostro, se veía el de un hombre preocupado y triste—. Papá, no es culpa tuya que se marchase. Ella tenía una cosa que resolver. Volverá.

No muy convencido asintió.

—He estado pensando. Tu madre nos ha dejado, Lía también... ¿Tú te vas a marchar?

—Yo...

—Tranquila, no hace falta que me prometas nada. Solo quiero que estéis bien. Si os tenéis que marchar, únicamente prometedme que volveréis.

Aparté la mirada.

—Te prometo que volveré —dije en un susurro que no llegó a escuchar.

—Me recuerdas a tu madre.

Volví a girar la cabeza en su dirección. Nunca hablaba de ella.

—Nos habíamos conocido cuando teníamos quince años. Justo la edad que tienes ahora mismo tú. Una vez mi padre me llevó a la ciudad para que viese una película. Me dejó en el cine y él se fue a hacer unos recados. Al lado de mi butaca había una mujer. Era la chica más guapa que había visto en la vida. Se giró hacia mí y me miró. La película empezó pero yo no podía apartar la mirada de ella, ni ella de mí. Empezamos a hablar hasta que nos echaron del cine —soltó una risilla—. Antes de que viniese mi padre le pedí el número y mantuvimos el contacto. Yo le decía a mi padre que iba al cine, pero, en realidad, nos íbamos a encontrar. Cuando él se enteró de quién era ella se enfadó muchísimo, decía que era mala influencia en esta familia. No me dejó volverla a ver. Pero me escapé de casa y me fugué con ella. Compramos una casa y ahí os tuvimos a vosotras. No volví a saber de mi padre. Dos años después de teneros, me enteré de que había muerto.

—Lo siento —nunca había visto a ninguno de mis abuelos. Pero aún así, me sentía culpable de su pérdida.

—Por eso no quiero cometer el mismo fallo que mi padre. Si encuentras a una persona que te quiera de verdad, estate con ella. Yo nunca me interpondré.

—Lo sé. Entonces, ¿lo tuyo fue amor a primera vista?

—Se podría decir que sí. Aunque claro, eso sé que es muy difícil de conseguir.

Seguimos con el camino sin hablar durante un buen rato.

—Ya hemos llegado.

Era una explanada verde, pero al fondo, terminaba en precipicio. Desde ahí vi una ciudad destruida con una noria. Todo hecho pedazos. Los edificios eran muy similares a los de nuestra ciudad.

—Fue la última ciudad que se destruyó. Esto es una huella que no arreglaron los dominantes para que recordásemos que debíamos tener empatía. Que si no, volvería a ocurrir esto y ya nada se podría reparar después.


















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