Ya estamos en el coche. Mi padre se había pasado por la plaza en la que estábamos después de haber hablado con aquel hombre.
—¿Qué tal la película?
—Bien. Me encanta la ciudad.
—Siento no haberte podido traer aquí antes.
—No pasa nada —no quería regañarle antes de irnos y dejarle, al fin y al cabo, solo. Aún no sabía cómo decírselo. ¿Por una nota? ¿A la cara? O era lo suficiente valiente como para enfrentarme a él o tan cobarde como para dejarle una nota. No sabía lo que iba a hacer.
—James, ¿y tú? Estás muy callado —ambos lo estábamos, en realidad—. Parece como si os hubiese comido la lengua el gato.
Llegamos muy rápido a casa. Mi padre aparcó enfrente del porche y nos bajamos del coche. Dijo que se iba al estudio a trabajar. Estos días tenía pendientes muchos asuntos. Por esa razón no pensaba mucho en la marcha de Lía, pero sabía que le había apenado tanto como a mí. Él es un hombre muy fuerte. Es muy difícil que se derrumbe.
—Papá, vamos al bosque a dar un paseo. Volveré para cenar.
Will me miró extrañado, pero me siguió. Cuando llegamos al prado y nos sentamos tomé la palabra.
—No puedes venir conmigo —me miró seriamente. Lo habíamos hablado antes, pero no estaba segura de que fuese lo correcto—. No te puedo poner en peligro por mi culpa. Es mi hermana, es mi deber, no el tuyo. Si te pasase algo... —Se me hizo un nudo en el estómago—. No me lo perdonaría.
—¿Nunca?
—Jamás.
—Mira Liz, sé que suena egoísta pero... no voy a hacer este viaja por ti. Vale, quizá en parte, pero no todo es por ti. No quiero volver a quedarme solo en casa. Quiero descubrir mundo. Salir afuera y hacer algo productivo.
—Pues ve a otra parte.
—Prefiero la compañía. Y además, me gustaría acompañarte. Imagínate que no volvieses. Yo tampoco me podría perdonar el hecho de no haber ido contigo. Por favor, entiéndelo. Voy a ir y no me vas a poder detener. Además, no necesito tu permiso. Aunque claro, sería mejor que pudiese ir al lado tuya.
Me quedé en silencio. ¿Iba a arriesgarse para ver mundo? ¿Para salir de aquí? ¿Para venir conmigo? ¿Para que no cayese sobre él el sentimiento de culpabilidad? De verdad que a veces no entendía su modo actuar.
Pero no lo podía detener. Con esa mirada desafiante y tozuda, era incapaz. Al final tuve que asentir y dejar que viniese conmigo. En parte sentí un gran alivio al ver que no iba a ir sola.
—Vale. Te dejo.
Y en ese momento sonrió. No una sonrisa falsa ni forzada. Una sonrisa que tenía tanto poder como para olvidar todos mis problemas. Una de pura felicidad. Una sonrisa perfecta.
—¿Pues entonces a qué hora nos veremos? Mañana es el último día para prepararlo todo. No podemos llevar muchas cosas, pero sí las suficientes para un par de días. No sé cuando volveremos, pero debemos estar preparados. Y hay que llevar dinero.
—Tranquila. Ya verás que bien sale.
—¿Cómo puedes ser tan positivo?
—No lo sé, creo que es bueno ser positivo.
—Bueno, entonces eso me dejará a mí como la antagonista de los cuentos de princesas.
—Y yo tu fiel acompañante.
—Sí, suena bien —le sonreí.
—Entonces pasado cogeremos el autobús que pasa por aquí para ir a la ciudad, y desde ahí cogeremos el tren.
—Exacto.
Nos quedamos un rato más en el prado. Hablando de cómo sería el viaje. Él con la energía tan positiva y yo con las dudas.
¿Y si Lía estaba muerta?
Muerta. Que palabra tan fea. Hace que acabes con todas tus esperanzas. Es un adjetivo demasiado feo. No, no quería pensar en ella de esa forma. Tenía que estar viva, en alguna parte.
Aunque también me sentía culpable. Me había dicho que no la buscara. Que me quedase con nuestro padre y lo cuidara. La estaba desobedeciendo. Iba a dejar a papá solo. Cada vez que pensaba en eso se me ponía un nudo en la garganta. Era como dejarlo huérfano. Primero mamá, luego Lía y finalmente yo. No le podía hacer eso. Era un ser despreciable. Un monstruo. Y por encima no solo le quitaba a él algo si no también a Luke. Él también iba a añorar a Will. ¿Cómo podía hacer esto? ¿En qué me había convertido? Era egoísta. Esa era la única respuesta.
Moví mi cabeza hacia Will y lo miré. Estaba tumbado en la hierba. Con los ojos cerrados. Ya había oscurecido y pronto tendríamos que regresar a casa. Tenía su pelo castaño con alguna hoja. Sus ojos, que ahora mismo no se veían, eran del mismo tono que el pelo. Se le veía demasiado tranquilo como para despertarle. Pero nos teníamos que ir. Con la mano le empecé a acariciar despacio la mejilla y con la otra a mover el brazo. No se despertaba. Moví su brazo enérgicamente y me puse frente a él.
—Will —le dije—. Despierta. Nos tenemos que ir.
En ese momento abrió los ojos. Se irguió tan rápido que me dio con su frente en la mía. Haciendo que un sonoro quejido saliese de mis labios.
—¿Liz? Lo siento mucho —cogió mi barbilla y me escrutó la frente—. Tranquila, no tienes nada. No te he dejado aun peor de lo que ya estás.
Le di un puñetazo amistoso en el hombro antes de levantarnos y caminar hacia nuestras respectivas casas.
—¡Hasta mañana! —Me gritó.
No le contesté a posta.
—¡Hasta mañana! —Repitió aún más alto, pensando que no le había escuchado.
Me reí silenciosamente mientras que caminaba hacia mi porche. Hubo un silencio, y de repente escuché pisadas detrás mía. Unas manos me cogieron y me elevaron en el aire.
—Hasta mañana —me susurró al oído.
—Adiós —le respondí—. Ahora, si no le importa ¿me podría bajar?
Una sonrisa apareció en su cara.
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Ligados
Ficção CientíficaTodo el mundo de Elizabeth cambiará con la marcha de su hermana mayor, Lía. Quién decide irse de casa antes de su ligación, el día en que unirían su mente con el de otra persona para que tuviese empatía con ésta. Pero no solo esto representará un gr...