Capítulo 14: El test

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—Ya ha pasado una semana desde que estáis aquí —nos recordó Jane a todos los nuevos residentes—. Os habéis entrenado y aprendido a usar nuestras armas, es hora de contribuir con esta resistencia. Así que haréis un test para que os puedan asignar un puesto y así pasar a la otra zona. Yo ya no seré vuestra instructora —finalizó.

Su voz sonó por todo el comedor, a pesar de lo pequeña que era.

—¿Cómo es el test? —preguntó Kyle, quien nunca solía decir nada.

—Ahora lo descubriréis.

Nada más terminar de desayunar, pasamos a una sala donde había una especie de pantallas incrustadas en unas mesas. Nos indicaron que nos sentásemos en las sillas situadas detrás de éstas.

—Lo único que debéis hacer, es poner la mano encima de la pantalla, y esperar unos segundos. A continuación, empezará la prueba. Contestad sinceramente a las preguntas que os hagan —puso más énfasis en éstas últimas palabras—. Al final de todo os darán el resultado: la habitación y el puesto adquirido. Podéis comenzar.

Hice lo que nos había indicado para que se iniciase mi examen. Un montón de preguntas personales surcaron la pantalla. Nada que ver con el entrenamiento o las armas:

¿Tienes hermanos? ¿Eres huérfano? ¿Quieres ser libre? ¿Dónde vivías? ¿Alguna vez has utilizado un arma?

Las fui respondiendo todas, una a una, hasta que llegué a la última cuestión:

¿Matarías a alguien por tus ideales?

«¿A qué venía esta pregunta?» Fue lo primero que pasó por mi mente. «Nos han entrenado y dado armas... ¿Para ser capaces de matar?»

Miré a los lados y me encontré con la mirada de Dafne. Ella también había llegado a la misma pregunta que yo. Puso los ojos en blanco y luego desvió la mirada para seguir con el test.

—Se va a acabar el tiempo —nos recordó Jane.

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—Mamá, ¿le caemos mal a la gente? ¿Es por eso por lo que nadie se nos acerca? ¿Cómo se le cae bien a la gente?

Me encontraba hace cinco años en el sofá de mi casa. Después de ver una película, le empecé a preguntar cosas que siempre me había cuestionado.

—No, no les caemos mal. El problema es que no hay mucha gente en nuestro barrio —me estaba mintiendo—. Lo de caer bien es algo muy subjetivo. Quizá, la mejor forma, sería hacer lo que ellos se esperan que hagas, lo que a ellos les gustaría que hicieses. Aunque claro, uno debería ser siempre uno mismo.

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Cuando murió mi madre me dolían demasiado esos recuerdos. Sin embargo, ahora no noté nada. Solo añoranza. Se me habían quedado grabadas esas palabras:

«Quizá, la mejor forma sería hacer lo que ellos se esperan que hagas, lo que a ellos les gustaría que hicieses».

¿Aquí se esperarían que estuviese dispuesta a matar por sus ideales? ¿Por qué si no te dan armas y te entrenan? Miro por última vez la pregunta antes de marcar un sí. La pantalla se ilumina más entonces y sólo aparece una palabra y un par de números:

LIBRE87

—¡Se acabó el tiempo! —Todos habían terminado mucho antes que yo—. Os habrá aparecido una de estas palabras: Libre, Neutro o SD. Los libres os podréis ir ahora mismo. El número que os apareció a continuación de esa palabra, es vuestro número de habitación. Los neutros deberéis quedaros aquí un rato y los SD, en cambio, iréis con mi amigo Stephen.

Cuando acaba de hablar, me levanto de la silla, junto con la mayoría. Kyle, Alice, Scott y Dafne están a punto de cruzar la puerta. Pero, cuando echo mi mirada hacia atrás, veo a Will sentado en una silla y a Allison yéndose con Stephen. Instintivamente me pongo rígida y me preocupo, aunque sé que no debería. No les harán nada, intento decirme. Luego nos veremos todos. Pero esas palabras van perdiendo el significado a medida que las voy diciendo.

—¡Allison! —grita Alice al darse cuenta de que su hermana no va con ella.

—Tranquila. No le pasará nada. Luego os veréis todos otra vez —le susurra Jane, quien tiene que levantar la cabeza para mirarla.

La gemela no le cree demasiado, quien se va a regañadientes.

—A tu Will no le pasará nada. Luego ya le diré dónde te encuentras personalmente  —esta vez se dirige a mí.

Asiento, aunque no estoy muy segura de sus palabras.

Salimos al pasillo y vamos caminando hasta encontrar cada uno su respectiva habitación. La mía era el número ochenta y siete, por lo que está justo al lado de Dafne. La de Alice, en cambio, queda a cuatro puertas más alejada, enfrente de la de Scott situada a una puerta de la de Kyle. Por el camino, la chica de pelo castaño me dirige la palabra por primera vez, como iniciativa propia.

—Creo que no nos están contando todo —no podría estar más de acuerdo.

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