Capítulo 20: La enfermería.

62 6 0
                                    

Elizabeth

Al salir de la habitación de Dafne, fui por los pasillos en busca de Jane. No podía ir a mi habitación y no me apetecía llevarme aún peor con ella, desobedeciéndola. Su revelación no me había impactado demasiado como esperaba, pero sí lo suficiente como para hacer algo al respecto. Si se iban a llevar a Allison a alguna parte, teníamos que detenerlo. Además de que más gente como ella estaba en juego.

Al andar por los pasillos, buscando a Jane, me acordé de Peter, el chico del tatuaje que me había pillado antes. Él sabía dónde estaba Allison y por qué se la habían llevado, pero, lo más probable, es que no nos diría nada, por lo que descarté esa idea.

Al pasar varias puertas, llegué a la entrada de una pequeña enfermería. Iba a continuar el recorrido cuando vi ahí a Jane. Estaba de pie junto a una camilla, en la que se encontraba un chico de piel olivácea bastante alto y con pelo oscuro. Alex. Me dirigí en pequeños trompicones hacia ellos.

—¿Qué ha ocurrido? —pregunté impaciente, pero no obtuve una respuesta inmediata.

—Unos dominantes le han dado muy fuerte en la cabeza al ver que era un libre. Por suerte pudo escapar —la respuesta no fue de Jane. Provenía de un chico bastante alto y musculoso, que me resultaba conocido. Creo que lo había visto en la sala en la que nos hicieron el test.

—¿Ha pasado hace mucho? —la cara pálida del chico no mostraba síntomas de que fuese a abrir los ojos.

—No, lo acabamos de encontrar fuera, inconsciente. No ha despertado desde entonces —la voz del chico sonaba cansada y llena de tristeza.

—¿Y a ti qué te importa? —Jane se revolvió contra mí—. Nadie puede hacer nada por él en estos momentos, salvo los pocos médicos que quedan que hay. Sobras. Porque tú hayas venido, no va a despertar, así que vete a buscar a Will como haces siempre. Lárgate —su mirada estaba puesta en su hermano, en vez de en mí. Descargaba toda la ira contenida, pero esos comentarios me hirieron—. Lo mismo podría decir de ti, Clyde —dijo dirigiéndose esta vez al chico musculoso—. Ya me has causado muchos problemas. No te necesito.

El chico suspiró mirando al suelo y me cogió del brazo, arrastrándome hasta la entrada.

—Oye, no se lo tomes en cuenta. Está pasando un momento difícil. Jane no era así —miró en su dirección, viendo así cómo le cogía la mano a su hermano—. Creo que lo mejor sería irnos un rato para dejarla sola. Ahora mismo no quiere a nadie a su lado o explotará con ellos, como ha hecho con nosotros.

Asentí con la cabeza. Él la conocía, no yo. Sabía lo mucho que valoraba a su hermano, y verlo así, en una camilla, no sacaba lo mejor de ella. Si hubiese visto así a Lía, probablemente hubiese reaccionado peor.

—¿Crees que despertará? —le pregunté a Clyde, tras un rato en silencio.

—No lo sé. Aquí no hay muchos médicos y su lesión en la cabeza no tiene buena pinta.

Aún no conocía demasiado bien el peligro al que me enfrentaba perteneciendo a este lugar, y ya había visto a una víctima. Si no lo hacía, sabía que Jane no cambiaría de estado en mucho tiempo, ya que ella usaba su ironía y la arrogancia para ocultar sus debilidades.

—¿Quieres comer algo? —la voz de Clyde me hizo volver a la realidad.

—Claro.

Entramos en el comedor, cogiendo antes cualquier cosa del buffet, y nos sentamos en una mesa. La estancia estaba mayoritariamente vacía, por lo que las conversaciones se escuchaban fácilmente si hablabas muy alto. Unos pasos se acercaron a nosotros al tiempo que giré la cabeza y vi a Will con su hermana. Kate, al ver a Clyde sentado a mi lado, retrocedió un poco y se mordió el labio. Mi vecino, en cambio, cogió una silla y se sentó a mi lado.

—Te veo más tarde, no me acordaba de que tenía unas cosas que hacer —dijo su hermana antes de irse rápidamente.

Tras escuchar eso, Clyde se levantó y la siguió. ¿Qué habría pasado entre ellos?

—Siento no haber podido hablar antes contigo. Mi hermana me ha pillado de sorpresa y además... —suspiró—. tengo que contarte algo. Sobre por qué se fue de casa.

<<< >>>

—Ya fue su ejecución. Yo no la presencié —la voz de mi padre sonaba cansada.

—Era tu deber. Ese hombre ya no se podía salvar.

—Debería haber hecho algo, era el cuñado de Luke. Su mujer nunca me perdonará y quién sabe si ellos serán los próximos.

—No lo serán. Conoces a tu ligado, él nunca se metería en esas cosas —mi madre intentaba consolarlo.

—Tampoco lo creía del hermano de su esposa.

En esos momentos, estaba escuchando a escondidas, detrás de la puerta del salón. No entendía lo que decían, pero me daba miedo abrir la puerta.

—Está muerto por mi culpa.

<<< >>>

Fueron las últimas palabras que escuché antes de quedarme dormida al lado de la puerta.

De aquella, no sabía a qué se referían. Ahora sí. Tras contarme Will la verdadera historia,  las piezas encajaron y cobraron sentido. Recuerdos que permanecían ocultos en la memoria o quitados de importancia ahora regresaban a mi mente.

—¿Y por eso se escapó? ¿Porque tus padres no hicieron nada?

—Sí. Mi hermana no se llevaba muy bien con mis padres, y este fue uno de sus motivos —No me miraba de frente. Lo notaba distante, y eso me preocupaba.

—¿Y tú que piensas? ¿Crees que nosotros tenemos la culpa?

—No digas nosotros como si se tratase de ti —fijó su mirada en mí—. Liz, yo nunca te culparía —me miraba tan intensamente, que tuve un impulso de acercarme a él, pero me mantuve dónde estaba—. Katherine sólo culpa a mis padres y al tuyo.

—¿Debería preocuparme? —dije acercándome a él, esta vez a escasos centímetros.

—Tranquila, no le hará nada. Aunque sea rencorosa, no es vengativa —esta vez, él se acercó a mí—. Es una de las pocas cosas que sé de ella. Este lugar la ha cambiado.

—Bueno, ahora estamos aquí para que la conozcas y la lleves de vuelta —intenté animarle.

—Liz, ella no va a volver —se separó de golpe alargando la poca distancia que hace un segundo había entre nosotros—. Y yo tampoco.

—¿Cómo que no vas a volver? —esas palabras me habían golpeado como si me hubiesen dado un puñetazo.

—Liz, tú no tienes por qué quedarte —todo mi cuerpo temblaba.

—Tu hermana se marchó de casa y vino aquí porque odia a tus padres, pero tú, ¿qué tienes contra ellos?

—Liz, sé que suena egoísta pero este viaje no fue solo por ti. El último día, estuve discutiendo con mi madre porque no quería que estuviese contigo y tu padre.

—¿Entonces te vas a quedar aquí, en la fortaleza?

—¿Y qué quieres que haga? ¿Que me vaya a casa e ignore todo lo que ha pasado? —empezó a desesperarse—. Vinimos aquí para encontrar a tu hermana, y eso haremos. Yo te ayudaré. Pero, si vuelves a casa, no puedo acompañarte.

Asentí a duras penas intentando respirar hondo. Debía salir de aquí.

—La encontraremos —me miró fijamente e intentó cogerme la mano, pero me alejé de él. Aunque el corazón me palpitase a mil por hora, aunque fuésemos como dos imanes de polos opuestos, se iba a ir. Él se quedaría y yo me iría a casa con Lía. Le había hecho una promesa a mi padre y pensaba cumplirla. Quizá, nuestro destino no era estar juntos y mis sentimientos no ayudaban.

Me levanté, y me fui corriendo. No podía mirar atrás. Si lo hacía, volvería, y no sería capaz de cumplir mi promesa. Lo mejor era que me marchase.

 

LigadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora