encuentro candente

56 4 0
                                    


No puedo creer que la haya hecho enojar de esta manera, después de tan bien que la estábamos pasando.

Justin fue a tocarle en la puerta y decía:

– Keila. ¿Puedo pasar? –

– No. Por favor déjame sola. –

– Oye, sé que estas enojada pero por favor... –

– No tienes que explicarme más nada. –

Su voz aun sonaba temblorosa lo que me dice que no se sentía nada bien aún.

El abre la puerta aunque ella no quería y la ve sentada en la cama, mirando hacia el piso. Se le acercó lentamente y le dice:

– Perdóname por favor. –

– No tienes por qué pedirme perdón. Es tu familia y tienes derecho. –

– ¿Porque te preocupa tanto de que muera? ¿No confías en mí? –

– No es eso. No me entenderías. –

– Lo intentare con todo mí ser. Explícame. –

– Por favor Justin, no creo que quieras empezar otra pelea. –

– Keila no me voy a ir hasta que me expliques que sucede. –

– Justin sal de aquí. –

– No. –

Al negarle la petición provoca que Keila se enfurezca más y le grita:

– ¡Que salgas te digo! –

– ¡No lo hare! –

– ¿¡Porque tienes que ser tan necio!? –

– ¡Quiero saber qué te pasa! –

– ¿¡Quieres saber qué me pasa!? ¡Me pasa que te amo tanto que no me gustaría ver tu cuerpo tirado sin vida! –

En esos momentos Justin abrió los ojos grandes y volvió a mirar hacia el piso. Se había quedado sorprendido ante lo que le había confesado.

¿Acaso dijo lo mismo que yo había escuchado? ¿Ella me amaba enserio?

Después dijo ella:

– Si de verdad soy sincera contigo. Si recuerdo a mi padre. Él se había metido en unas peleas callejeras para traernos dinero a la casa. Mama nos había abandonado cuando yo tenía cinco años. Él era mi héroe y lo admiraba. Lo amaba con toda mi vida. Él se atrevía a dar su vida por lo que más amaba. –

Mientras le contaba, Justin se añingoto frente a ella para escucharla mientras la miraba a la cara y le dice:

– Tú eras lo que más amaba. –

– En una de las peleas me dijo que me quedara en la casa y no le abriera a nadie. Se veía muy serio y eso me asustaba. No le hice caso y me fui corriendo detrás de él. Sus peleas nunca eran lejos de la casa pero el cogía el camino más largo para no llevarlos a casa. Yo tenía nueve años cuando fue esa pelea. –

– Eras muy chiquita cuando eso. –

– Estaba peleando pero eran muchos hombres. Él era el mejor en esas peleas y esa fue la única que no me llevo. ¿Por qué no me llevo a su pelea como de costumbre? La respuesta era que lo iban a asesinar si perdía la pelea. Exactamente, perdió la pelea y lo iban a matar pero salió corriendo. Me habían atrapado y me iban a matar pero él me salvo y mientras lo hacían, le dieron unos tiros por la espalda. El siguió corriendo conmigo en brazos hasta llegar a un orfanatorio. Toca la puerta y la señora abrió la puerta. Cuando lo vio le pregunto si necesitaba ayuda y me entrego. Después iba caminando mientras se tambaleaba hasta que al bajar los escalones, cayó sin más que dar. En esos momentos me puse a llorar y llamaron la policía. –

AmnesiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora