Ecos #2

Capítulo 9: ¿Estás borracho?

-¡Eh! ¿Qué narices te pasa?-Pablo agarra mi brazo y me obliga a encararle.

Bueno, al fin y al cabo mi plan de huir de él tenía poco sentido, ya que hemos venido en su coche y estoy cansada como para caminar hasta casa, es más de media hora de camino.

-Te odio, eso es lo que me pasa.

-Deja de ser tan bipolar por una vez en tu vida.-Lo dice con tanta frialdad que mis ojos se cristalizan un poco, pero no le voy a dar el gusto de hacerle ver que me importa lo que piense de mí.

Por desgracia es una de las pocas personas de las cuales me importa su opinión sobre mí, y daría todo por que no fuera así.

-Eso no se le dice a una embarazada. Eres un completo idiota y te juro que no quiero verte más en lo que me queda de vida.

-No quieres hacerlo porque tienes miedo a que no seas tan fuerte como crees, y a que no puedas aguantar estar cerca de mí sin querer besarme, a que no me hayas olvidado.

Pone mi mano en sus labios y los toco leve y lentamente, algo perdida en su penetrante mirada que no abandona mis ojos ni un solo instante, al igual que yo miro los suyos con mucha intensidad.

Cuando vuelvo a la realidad y me voy cuenta de lo que estoy haciendo me pongo bastante roja y aparto la mano bruscamente.

Soy tonta, muy tonta, ¿serán las hormonas?

-¿Ves? Te lo dije.-Sonríe de lado.

Oh por dios, no sonrías así que se me cae la baba, capullo.

-Tengo las hormonas locas, no te vengas arriba.

-Oh, por favor. ¿Vas a echarle la culpa de todo a las hormonas?

-Durante todo el tiempo que pueda. Es una buena excusa y no puedes comprobar si miento o no.

-Eres una inmadura.

Le fulmino con la mirada y él hace lo mismo conmigo.

-Dime algo que no sepa, amor.

-Dejé de ser tu amor cuando me cambiaste por otro, ¿recuerdas?

Aprieto los puños y le miro muy enfadada, si las miradas matasen estaría bajo tierra.

-No voy a volver a hablar sobre ese tema. Está zanjado. Punto.

-Yo no he acabado de hablar sobre ello.-Noto resentimiento y tristeza en su voz.

Respiro profundamente.

-Mira, podrás ver a nuestro hijo cuando quieras, puedes rehacer tu vida con quien quieras, pero olvídame y déjame ser feliz.

-No vas a serlo.

-¡Porque tú lo digas!

-No, no lo digo yo. Te darás cuenta tú solita cuando pienses en mis besos cuando él te bese, cuando pienses en mis ojos cuando te mire, cuando pienses en mis brazos cuando te abrace...

-¡Cállate! No quiero seguir hablando contigo sobre eso. Me estás volviendo loca Pablo, y no precisamente de amor.

Bueno, puede que un poquito...

¿No entiende que yo también lo estoy pasando mal?

-¿Puedes llevarme a casa, por favor?-No le miro.