Ella no dejaba de escucharlo, cada vez que decía algo encontraba en él parecidos con su filosofía y eso le encantaba, no sabía ¿por qué? Pero deseaba prolongar su compañía.
Aquella noche había sido simplemente maravillosa, hacía mucho no se sentía tan feliz con un hombre, bueno desde que decidió cortar toda relación amorosa con Manuel.Era tan difícil amar a un hombre que simplemente habría jugado con sus más puros sentimientos, que echó a la basura los "lazos de amor por siempre", esos que supuestamente los uniría de por vida, al envejecer juntos compartiendo tan grandiosas experiencias en todo un camino de falencias, felicidad y sobre todo amor, mucho amor.
Lucero llegó a su casa esbozando una gran sonrisa en su angelical rosto. Eran más o menos las 22:35
-"Ay Dios"- dijo en ella, acompañandolo de un largo suspiro.
Lucero: Que cruel me siento. –Dijo admirando la sala, esa donde compartió tantas risas, amor, pero sobre todo una felicidad que había sido efímera en esa entonces con aquel hombre, al que amaba, pero el mismo culpable de tanto dolor que a ella la carcomía.- Salgo con un amigo de mi exmarido –no podía dejar de sentirse culpable, quizás era por el gran afecto que le tenía a Manuel o simplemte sabía que con Michel sólo buscaba refugiarse para no seguir en el mar de lágrimas que Manuel depositó en ella.-
Se dejó caer en aquel sillón negro de cuero, en el que Manuel amaba descansar luego de un largo día de trabajo. Su mano izquierda palpaba el brazo de este, era como acariciar a Manuel o por lo menos eso sentía ella, como si su presencia estuviese latente en aquel sitio, lo sentía tan cerca que no le era imposible imaginarse que este le rozara calidamente su tez, mientras ella sellaba sus ojos con un suspiro, de deseo.
Manuel: No tardaste nada, Lucero.
Entonces ella suspiró, quizás todo ese frenesí de sensaciones habrían sido verdaderas y lo que sintió, fue la autentica presencia de su amado.
Lucero: Tengo dos hijos que cuidar, y por nadie los descuidaré.
Manuel: Vaya, menos mal lo recuerdas. –le espetó-
Lucero: Lo menos que quiero en estos momentos, es pelear Manuel. En serio –hizo una pausa- esta situación cansa, no es agradable.
Manuel: Tal vez si dejaras de buscar nuevo marido, entendieras que te amo y yo soy el que menos quisiera estar así.
Ella ignoro la parte romántica y el ": Tal vez si dejaras de buscar nuevo marido" le perturbó el alma.
Lucero: Sí tengo o no "marido" es MI, problema, no el tuyo, total como tú ya tienes nueva pareja e hijo nuevo. ¿Qué pensaste? Que me quedaría a ver como tú, el hombre al cual amaba se iba con otra, que besara a otra, que amara a otra que no fuera yo.
Manuel sintió como su corazón se desvanecía, era cierto por su culpa ellos estaban así. ¡Maldita sea! Mijares, le destruiste la vida a la única mujer habías amado en la vida. Pero tenía clara una cosa: debía solucionar todo esto. El tiempo pasaba y Carla se ilusionaba más, así como crecía su vientre ¿Qué haría? no sabía, pero no podría permitir que Lucero cometiese alguna locura por despecho o simplemente porque necesitaría una compañía para el resto de su vida y lo que más lo apresuraba era que él no iba a ser esa tal "compañía".
Manuel: Yo voy a solucionar todo esto mi lindis, te lo juro. –Manuel observó como ella derramaba lágrimas en sus mejillas, entonces las desapareció con sus propias manos, era la única solución que tenía en esos momentos: las limpió de su rostro- No llores, sí lo haces me odiaré más, no me gusta ver que inundes tus hermosos ojos cafés por mis necedades, por mis malos hechos, sólo quiero que llores de felicidad, por hacerte feliz... mi más grande anhelo y por lo que me he propuesto, desde que le juré ante Dios amarte toda la vida, serte fiel y feliz.