-Ya no puedo más con esto- se apoyó en el mesón de la cocina- no puedo más, quiero salir corriendo.- Dijo mientras su voz se quebrantaba.
Se veía tan inocente, le causaba mucha ternura y a la vez tristeza, no quería verlo llorar.
-Ven aquí.- Le ofreció un abrazo y el accedió.
Estaba lleno de comprensión, amor puro y a la vez de remordimiento, podía acabar con todo y ya era el momento.
-Manuel, yo, yo necesito hablar contigo ¿recuerdas'- Le dijo en el oído mientras lo abrazaba, pero fue interrumpida.
-Lucero...- Dijo aquella persona.
-Qué estás haciendo aquí?- dijo Manuel.
-Vine a ver cómo te manoseas con está.- dijo Carla.
El rostro de Lucero fue cambiando, la rabia la carcomía.
-Manuel, me podrías explicar que hace...- la observó de arriba hacia abajo. – esta señorita aquí.
-Señora, no ves? –señalo su vientre bastante abultado.
-Yo no estoy hablando con usted- le espetó.
-Bueno ya, responde Carla. ¿Qué haces aquí?.
-Soy tú mujer, debo estar donde tu estés.
Lucero sintió ese "Soy tú mujer" como una patada en todo su hígado.
Manuel de inmediato observó los gestos que ella hacía, sabía que estaba celosa y quiso remediar.
-Mi mujer, se llama Lucero y la tengo a mi lado, sabes cómo funciona esto; deberías saber que esta es la casa de mi familia y tú no eres bienvenida aquí,
evitemos problemas Carla.-
-Eres un descarado, hace unas cuantas horas me estabas atendiendo plácidamente porque creías que nuestro hijo estaba en peligro.
-Entonces llegaste tarde por eso...- le dijo Lucero.
Ahí estaba Manuel, en frente de sus... ¿Dos mujeres? A la que amaba y a la que tendría que amar porque su deber le obligaba, pero al fin y al cabo un
deber que podría cumplir sin tener que sentir algo por ella.
-Te voy a rogar que la saques de aquí, por favor.- Intentó hablar bajito, para no despertar la atención de los que estaban en la sala.
-Yo no me voy de aquí, sin ti.
-Le voy a pedir, no, no, no le exijo que salga de mi casa. Su presencia sinceramente no es del agrado de nadie aquí, no es bienvenida.- le espetó.
-¿Vas a dejar que me eche así?.- le dijo Carla a Manuel.
-Te lo buscaste, te lo dije de la mejor forma y no me voy a ir aún, es el cumpleaños de Jose, mi hijo.
-Yo también estoy esperando un hijo tuyo.- Gritó.
Lucero estaba entre la espada y la pared podría acabar de una buena vez con todo, pero ¿Y si Manuel no le creía? ¿Y si había escuchado mal? Entonces
intentó lanzar indirectas al aire para comprobar si era o no cierto, era mujer iba a notar si le mentía o no.
-Pero que raro tú vientre está muy grande para tener que... ¿6 meses? ¿Serán gemelos?.-
-¿A ti eso que te importa? No te entrometas en lo que no es tuyo.-
-Pues usted ya se entrometió con lo mío.- Sentenció mirando a Manuel.
-Tú perdiste sola a tú marido, por zorra, por meterte con compañeros de trabajo.-
-No te permito que le hables así a Lucero.- Dijo por fin Manuel.
-Es la verdad no eres más que una zorr...- Lucero la sorprendió con una cachetada.
-Agradezca que no le arranco cada una de las mechas de su cabeza, en su estado, además no sé qué habla, también se metió con un hombre con
compromisos; que me amaba o perdón, que me AMA a mí y se embarazó aun sabiendo que no lo ama..-
-Te equivocas, Manuel es un hombre divorciado ¿recuerdas? Lo dejaste por tus amantes.-
Lucero tomó impulso, quería prácticamente acabar con ella pero causó que unos cubiertos cayeran al suelo despertando la duda de los presentes en la
sala
-ya estuvo bueno, Carla vete de aquí.- La tomó por el brazo.
-¿Pero que está pasando? –Dijo Toño.
-Nada, la señora ya se iba.- Dijo con un tono sarcástico.
-Con permiso.- Se retiró.
-¿Quién era?, todos están preocupados escuchamos gritos-
-La mujer de este.- Señaló a Manuel con su pulgar
-¿Y qué hacía aquí?- dijo impactado.
-Nada Toño, vino a molestar. Ahora ve y calma al resto.-
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-Solo espero que tú mujer no se aparezca más en mi casa, en mi vida y muchos menos a insultarme.- Su tez lucía rojiza, estaba llena de furia.
-Yo no sabía que iba a llegar y menos así, perdón reina.-
-Deberías, prestarle atención a tú mujercita nunca sabes cuándo te pueda engañar.- Sentenció sin pensarlo.
-¿Estás celosa?.-
-Claro que no, solo te aconsejo eso.- Tomó iniciativa para irse pero Manuel la detuvo.
-Mírame a los ojos, ¿Por qué dices eso?.-
La conocía perfectamente, ella sabía algo más y no quería decírselo.
Ella caía ante su mirada, la envolvía, lo deseaba tanto.
-Manuel... no me hagas esto- lo observaba con tanta delicadeza.
Podía controlarla de una manera impactante.
-Hablemos en otro momento, por favor.- le suplico con su mirada.
Esa mirada que lo hechizaba y enloquecía cada vez que encontraba en el firmamento a su Lucero, tan pura, fina, majestuosa, como solo ella sabía serlo, su Lucero, el Lucero de su vida.