Capítulo 72

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-fui sólo una noche fogosa, no significo nada para ti…. No me amáis ni nada eso-seguía sorprendiéndole el hecho de que le doliera tanto. El nudo en su pecho era indescriptible. Había sido una experiencia sexual fabulosa, no cabía duda, pero por un momento pensó que habían derribado las barreras de lo físico para pasar hacia el campo más temido: el amor.
Él se palideció un poco ante su afirmación y se apresuró en hacerle gestos, TN frunció el ceño, finalmente cuando vio que no entendía sus gestos de desaprobación tomó la mano de TN la posó en el hueco de su pecho. Bajo la palma ella sintió como el corazón de aquel hombre latía con rapidez, pero quizás se debía a su notable desesperación por hacerle entender que se equivocaba. La miró tan fijamente a los ojos que TN pensó que la atravesaría, luego presiono la mano contra su pecho…
-¿Qué quieres decirme con esto? ¿Qué quieres hacerme entender? ¿Qué me amas? ¿Es eso?
Pareció aliviado, pero rápidamente reemplazo ese gesto esbozando una ligera sonrisa. Ahora era el corazón de TN el que latía más rápido a cada segundo. 
-¿Cómo es eso posible? –le preguntó, consternada y enternecida. Creía comprender su mirada, y si estaba en lo cierto… no… no podía ser cierto. Ni siquiera ella misma lo entendía.
-dime como…
Pero él la cayó con un dulce beso, como tantas otras veces aquello logró que perdiera fuerzas para luchar. Suspiró ligeramente y permitió que él le acariciara con la yema de los dedos el rostro. Ese hombre lograba que olvidara hasta su propio nombre… y sus besos daban que hablar. Era extraña aquella sensación, pero igualmente reconfortante. Necesitaba de un hombre así… 
Y que el cielo la perdonase, pero haría el amor con ese hombre hasta que amaneciera… claro, si es que tenía fuerzas.

El sol comenzaba a asomarse por el horizonte, la brisa de la madrugada se disipaba dejando a su paso un aroma a lirios recién florecidos. TN despertó lentamente con el olor a rosa de loto en la nariz, estaba encima de una de ellas, supuso, y jamás, ni la más acolchada y bullida cama reemplazaría el cosquilleo del césped crecido bajo su cuerpo. Algo soñolienta notó que él estaba sentado a su lado, esbozando las más encantadoras de las sonrisas. También se permitió sonreír cuando sintió la calidez de sus dedos sobre la mejilla. Luego reaccionó exaltada, aún estaba desnuda. Pero a él parecía no importarle. No ¿Cómo crees? Claro, él estaba perfectamente vestido con sus botas negras, pantalones del mismo color y una camisa holgada con vuelos en el cuello, mientras que ella apenas tenía los brazos para cubrirse los pechos.
Su torso… su fornido y musculoso torso, cielos, sintió calor al recordar el tacto de la piel contra la suya, contra esos bien formados abdominales y pectorales. Pero de repente recordó algo que en la noche apenas si había tenido tiempo de comprobar. El tacto de sus dedos había detectado unas cicatrices en su torso y espalda, no eran muy palpables, puesto que parecían heridas viejas. Sin embargo… le había parecido reconocer que eran algo así como rasguños, cicatrices de rasguños, dedujo. Unos rasguños que sin comprender por qué le parecían familiares. No obstante él no le había permitido terminar de verificarlo, y al recordarlo, un tono rojizo se tiñó en sus mejillas.
Él seguía manteniendo una sonrisa reluciente en los labios, y un brillo precioso en los ojos. No era tan ajeno a su desnudez, eso estaba más que claro, pero la miraba de una manera diferente a como esperaba: la miraba con añoranza y recelo, amor y admiración, enternecimiento y consternación, una combinación bastante extraña pero sorprendentemente agradable.
Como si le leyera el pensamiento le tendió la ropa del día anterior con inocencia. Aquel hombre había sido todo menos inocente.

Sintió un peligroso escalofrió por la espalda cuando él posó ambas manos en sus brazos, al menos ya estaba totalmente vestida, con el insoportable corsé pero fuera del alcance de su fogosa mirada. Hizo que se girara lentamente y tuvo que mantenerse firme para no derretirse con solo verlo a los ojos. Unos ojos tan enigmáticos…
Ya sentía el roce de su aliento en los labios cuando unas voces irrumpieron en su cabeza, un momento, no era su conciencia… si no…
-¡Duquesa!
-¡Señora Horan!
-¡Duquesa!
Gritaban diferentes voces de hombres por el bosque, los guardias del castillo.
-oh, no –musitó angustiada- será mejor que te vayas pronto, no… es mejor que yo me vaya…
La intensidad de su mirada le decía que no quería dejarla ir, y eso le enterneció, sin embargo, el gesto que hizo con la cabeza le dijo que estaba dispuesto a dejarla marchar.

-yo… -balbuceó, pero antes de que pudiera añadir otra cosa él ya la había atrapado con sus fuertes brazos por la cintura para besarle los labios con ardor, y qué ardor… TN apenas si podía respirar cuando se liberó lentamente de sus brazos.
No podía quedarse más tiempo, había llegado demasiado lejos, y hasta ese momento estaba siendo consciente de ello. De nada le servía contradecirse, engañarse a sí misma. 
Cuando los tres guardias del castillo la vieron aparecer de entre los árboles, desalineada y agitada, al instante dedujeron que había sido asaltada.
Poco antes de llegar a la entrada de Sudeley, sus doncellas se abalanzaron sobre ella y la llevaron de inmediato dentro. En las escaleras fue invadida por las constantes preguntas de Angélica y Lord Malik, poco después se sumó Caitlin, una preocupación fingida, por supuesto, pero TN no tenía fuerzas para procesarlo, se limitaba a responder con sí y no. Nada más. 
El pánico la invadía mientras Lady Boston le enjabonaba el cabello y Lady Allen dejaba caer otro balde de agua tibia sobre la tina de madera. Era claro que todos habían estado preocupados por su desaparición, excepto Caitlin, pero no le importaba, lo que más deseaba era irse de ahí cuanto antes… pero lo sucedido en la noche…

No, se reprendió a sí misma. Sólo había sido un acto de inconsciencia, o de… ¿Qué más se podía inventar para decirse que nada de lo que había sucedido le importo? Porque sucedía exactamente lo contrario. Ahora era consciente de que no podría contra los recuerdos, contra las sensaciones, contra los sentimientos, contra ella misma. 
Pero debía dejar de lado lo sucedido y concentrarse en Niall… la noticia de que había enfermado gravemente de una inocente gripe la inmutó. Su marido había estado padeciendo toda la noche de una tos seca y fiebre alta mientras que ella…

Se echó a su lado en la cama, sin poder controlar su desconsuelo mientras ocultaba el rostro en su pecho.
-oh, querida –musitó él débilmente con la voz ronca- me alegra que hayas vuelto… estuve muy preocupado por ti.
Lady Allen le había comentado que en el delirio de la fiebre no había dejado de nombrarla y buscarla.
-lo lamento –sollozó TN.
-no… -la acunó con sus brazos- shh… tranquila –susurró suavemente- quien quiera que haya sido capaz de hacerte algún daño lo pagara. Ahora estás aquí… preciosa mía… estás aquí y eso me llena de gozo.

Eso la derrumbó aún más, pero debía controlarse. No podía alterarlo, le controló la fiebre y estaba disminuyendo, pero ello no significaba que estuviera recuperado. Estaba tan pálido como un pergamino y muy sudoroso. Le dolía en el alma verlo así… nunca antes creyó verlo así: débil y derrotado. Claro que no tardaría en recuperarse porque sólo era una enfermedad común de la estación, lo sabía, pero el remordimiento le quemaba por dentro, no podía creer cuán irresponsable había sido. 
Se quedó a su lado el resto de la tarde, ignorando las sugerencias de las doncellas, que le decían que lo dejara descansar, pero TN sabía que querían que se alejara de él para no contagiarse. La verdad era que no le importaba, él necesitaba de ella y ella de él, sólo que Niall no sabría cuánto.
Era increíble que tuvieran que partir de Sudeley a la mañana siguiente, solos. Siguiendo órdenes de la reina Caitlin las doncellas tuvieron que quedarse para no expandir la enfermedad por las cercanías, ya que la gripe era contagiosa y corrían riesgos de epidemia, suficiente tenían con la cólera. TN sintió que dejaba el corazón en Sudeley mientras acomodaba la cabeza de Niall en su regazo. ¡Hasta Bonita tenía que quedarse! Se le hacía difícil tener que dejarla sola, pero sabía que las doncellas cuidarían de ella. De todos modos volvería ahí para ir a buscarlas.
Cuando Niall estuviera recuperado del todo volvería y seguirían con la siguiente visita hacia Gales.

Lo único positivo que le encontraba a aquella situación era que lo sucedido en los bosques quedaría en los bosques, y muy a su pesar, en su memoria… porque sabía que se le iba a ser muy difícil olvidar lo sucedido. Esa noche eran de las memorables, y era eso lo que más le dolía, porque no sólo había traicionado a Niall, también a todo lo que había aprendido, y si él se llegaba enterarse de lo sucedido, que no le habían asaltado, que había huido por voluntad propia y que… compartió una noche de pasión con un hombre también por voluntad propia, lo más seguro era que la desterraría no sólo de su vida, sino del castillo y la dejaría en la miseria. No podría culparlo por ello, pero no quería volver a pasar por la misma mísera situación, no deseaba volver a vivir a duras cuestas… no quería que él dejara de amarla, ya que había sido el único hombre en toda su vida a quien realmente le importó.
Aunque tuviera que arrancarse el corazón y ponerse uno nuevo para amar de una vez por todas a Niall lo haría. Él se lo merecía.

Enamorada del Candidato Equivocado (Harry Styles y tu) -Segunda Temporada-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora