EL FINAL
Parte 2
Levantó la vista de repente al escuchar un leve picoteo en la ventana. Un pajarito se había asomado con la ayuda de otro más grandecito con pedazo generoso para el tamaño de ambos de pan. El más grande voló, pero el más pequeño se quedó ahí, observándola, y agitó las alas mientras dejaba caer el pedazo de pan al suelo. Los cuatro perritos al instante fueron a devorarlo…
-¿Dimitri?
Y el pajarito le brindó un maravilloso canto.
-viejo amigo… gracias.
Estaba llorando y riendo cuando Dimitri se fue, y aún más cuando los cachorritos la invadieron de nuevo con sus ladridos y saltitos. Después de todo existía el final feliz.Una semana y tres días después… muy apartado de las cercanías de Gales.
-aun no hay tierra a la vista, mi capitán. Pero tengo el extraño presentimiento de que un barco pirata estará detrás de nosotros y nos atacará; así que… ¡Preparense para la batalla!
Exclamó un niño de cinco años y medio trepado en un árbol. Muy oculto entre las ramas para que nadie lo encontrara. Una parajito amarillo se posó en su hombro y alardeó:
-silencio, mi estimado amiguito, no quieres que te apunten ¿O sí?
Miró a través del vidrio de su larga vista hacia el horizonte, por donde nacía el sendero de tierra. Abrió los ojos de par en par al ver que un carruaje negro se acercaba, se cercioró de ver quién era el que venía en aquel vehículo y sonrió de oreja a oreja. Se bajo del árbol de un salto y comenzó a correr hacia el castillo de piedra, su castillo, su hogar.
-¡Papá, es mamá! ¡Papá, es mamá! ¡Ya ha regresado!
Harry salió en ese instante y sujetó al niño por la cintura para alzarlo. El pequeño aun corría en el aire.
-¡Tranquilo! Pequeño Harold, ¿Qué te tiene tan eufórico?
-¡Mamá regreso! ¿Puedo ir a recibirla en la entrada? Por favor, por favor. Prometo que ésta vez no me acercare tanto a los caballos sin tu permiso.
-está bien, pero sin correr –lo dejo en suelo, y antes de que pudiera advertirle algo más, el niño se echó a correr a toda velocidad- ¡Pero qué es lo primero que… -rió, sin poder evitarlo.
Ése niño sí que era hiperactivo, pero sobretodo feliz. Su hijo, más bien el de ambos, de TN y de él.
Atravesó el gran salón y el pequeño de cabello oscuro y ondulado estaba en la puerta principal, inquieto, desesperado por echarse a correr otra vez. No lo hizo hasta que el carruaje estacionó en la entrada.
Una bella tarde de abril, de hecho todos los días tenía algo que lo hacía bello, ya sea quienes habitaban el castillo o los encantos que les brindaba la naturaleza. De hecho el lugar estaba más apartado de la sociedad de lo que se permitía, y no les molestaba en absoluto, las necesidades tales como la comida y bebida se satisfacían fácilmente, bastaba con una salida cada semana. Y con respecto a la educación del niño, y de los que vendrían, había una escuela pública a menos de una hora de camino. Vivian como querían vivir, en paz y felices. Bueno… tenían sus altibajos de vez en cuando ¿Pero que tendría de interesante la vida si todo fuera estructuradamente perfecto?
Harry sonrió al ver al pequeño Harold pegando brinquitos, esperando que su madre descendiera del carruaje.
-¡Mamá!
-¡Mi tesoro! Ven aquí.
Y TN lo rodeo con sus brazos y un enternecedor abrazo.
De repente volteo a escuchar unos grititos que llegaban hasta él. Una beba de cabellos finos y dorados gateo hasta él, ensuciando así un precioso vestidito blanco. Y detrás de ella venia persiguiéndola la niñera, totalmente desesperada.
-¡Cuánto lo siento, milord! Pero se me la ha escapado de la cuna… no entiendo cómo puede hacerlo.
Liberarse de un título de nobleza nunca habría sido una opción. De hecho la vida de un conde aislado de la vida social no era tan atareada como pensaba.
-tranquila, Marie –le dijo a la niñera, y tomó a la niña en brazos- esta niña ha salido al padre ¿Verdad que sí, preciosa? ¿Verdad que si?
La princesa de Gales balbuceó y rió ante las muecas de Harry. Marie esbozo una sonrisa también y se retiró con un leve asentimiento de cabeza. La pequeña señaló hacia la entrada con el dedito acusador, y pegó unos grititos de alegría.