¿Y usted es...?

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— ¿Y usted es...?—

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Prácticamente salí corriendo de la enorme casa en cuanto el timbre de mi celular sonó hoy en la madrugada. En ese momento no tenía ánimos para cuestionarme lo que estaba a punto de hacer, ni para pensármelo más de dos veces. Tiempo es lo que menos tenía en ese instante y a la falta, simplemente debía confiar en que la idea que tuve la noche anterior no fuera una de las tantas ideas descabelladas que se me ocurrían al verme en una circunstancia tensa como la de este tipo.

Una vez que había cerrado la puerta de la casa, corrí a toda velocidad hacia el auto aparcado fuera y entré. Realmente hacía un frío de muerte y lo podía sentir a pesar de que llevaba puesto el abrigo y una bufanda. Incluso llevaba guantes, pero la brisa gélida no parecía querer ceder y se colaba con facilidad por entre las costuras de las prendas.

—Ten—ni bien me acomodé en el asiento frente a mi apareció de pronto una taza humeante de chocolate. Elevé la vista hacia la parte frontal del auto, topándome enseguida con la mirada preocupada de Mikasa y de igual forma la de Annie— Hace demasiado frío. Estoy segura de que esto te ayudará a calmarlo un poco.

Lo tomé con cuidado murmurando un "gracias" y aparté la mirada hacia la ventana. Aún estaba oscuro todo, apenas había unos cuantos destellos azulados a lo lejos, y las casas vecinas —o mejor dicho las pocas mansiones vecinas—tenían las luces apagadas por completo. Suspiré. Todo era tan confuso, no me sentía capaz de ver a Mikasa o Annie a los ojos, ni siquiera de intentar hablar con ellas. A pesar de que les estaba pidiendo un favor tan grande como este, a pesar de que ellas estaban dispuestas a meter las manos en fuego por mí; yo no era capaz de abrir la boca.

En cuanto escuché el motor encenderse y las llantas del auto deslizarse por el blanquecino suelo llevé la pajilla a mis labios y sorbí un poco de la negruzca a bebida. Me vino bien. Al menos había hecho que en mi estómago haya algo caliente, y de pasó mis manos absorbían todo el calor que podían del vaso.

Me relajé. Estaba bien, podía mantener un momento la calma. Al menos hasta llegar...

Mikasa hablaba con Annie —quien conducía— manteniendo la vista fija en ella. Ambas llevaban un gorro de costuras negras y unos abrigos bastante grandes. Los vasos vacíos reposaban en el portavasos central y ambas ya se veían lo bastante despiertas como para ofrecerse leves sonrisas la una a la otra. Miradas, simples gestos.

Me mordí el labio sintiéndome culpable al percibir una pizca de envidia hacia ellas. Digo, no debería sentirme de esa forma, más bien debería estar feliz por la forma en como ambas se complementan a pesar de tener unas personalidades tan contradictorias y más que todo feliz de saber que mi hermana estaba mucho más animada y alegre que antes.

Si...

Feliz de saber que ambas estaban juntas.

Me pasé mi mano por el rostro. Ya había tenido suficiente tiempo de sentirme miserable e infeliz el día anterior. Justo ahora lo único que quería era pensar en una forma posible de lograr lo que venía proponiéndome desde ayer y lo que me quitó el sueño toda la noche.

Amigos con DerechoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora