La vida de la familia Jaeger

4.5K 267 32
                                    

*_EREN_* [Pasado]

.

.

.

No quería hacerlo, de verdad que no lo quería pero tenía que admitirlo.

Hoy sí que había sido un día pésimo.

Y pensar que siempre me ganaba la idea de mirar siempre el lado bueno de las cosas, siempre sin excepciones, pero en este caso se me hacía casi imposible hacerlo…claro, casi. No todo estaba perdido, simplemente tenía que ir a casa de Mikasa y pedirle que me deje quedarme por esa noche, no me lo negaría, tampoco sus padres. El problema estaba en si me perdonará por los tantos líos que le hice pasar. Mierda, no, no podía.

—Debo hacerlo…

Me apretujé más en el abrigo delgado que llevaba puesto y halé las mangas hacia abajo para que mis manos no se congelen a causa de la brisa gélida que pasaba a toda prisa a mi alrededor. A pesar de estar a punto de comenzar el ciclo escolar, el ambiente aún mantenía ese pequeñísimo deje de humedad de las vacaciones de verano, pero no era agradable. Era realmente pesado, llegaba a asfixiarme de vez en cuando, aunque también podía ser el hecho de que estaba a punto de entrar a primero superior en el colegio en el que estudiaba. Comenzaría un nuevo ciclo, una nueva etapa en mi vida, algo así como un nuevo comienzo y saberlo me aterraba.

Para cuando llegué a la casa de Mikasa ya me sentía lo suficientemente cansado como para permitir que mi cuerpo cayera en medio del pavimento a pesar de estar a unos pocos metros de la entrada ¿Cómo es que estaba tan lejos? No lo recordaba en un lugar tan desolado. No lo recordaba…

Todo estaba tan diferente a como lo recordaba.

Claro y ¿Cómo no estarlo?

¿Hace cuánto que no había pasado por aquí? ¿Hace cuánto que no veía a Mikasa?

Presioné el timbre dos veces seguidas, no queriendo parecer impaciente ni que piensen que solo es un crío jugando con cada timbre de las casas ubicadas a lo largo y ancho de la alargada manzana. Tras hacerlo esperé a que alguien contestara. Unos cuantos minutos después una voz adormilada se hizo presente detrás de a puerta preguntando quien es, enseguida le contesté y la puerta se abrió sin miramientos, provocando que me sobresaltara por lo rápido que lo hizo. Mikasa se veía como hace tiempo, aunque ahora ya era toda una adolescente bien formada ¿Tan rápido pasó de ser una niña a toda una chica con buen cuerpo en menos de dos años? Sus labios de un matiz rosa suave estaban entreabiertos al igual que sus ojos rasgados, se veía sorprendida y al mismo tiempo feliz, molesta y triste. Me sentí mal y por un momento quise dar la vuelta y volver por donde vine, no debería hacerle esto, solo venir como si nada para pedir favores. No me había dado cuenta de lo mezquino que era todo esto, era un muy mal amigo…

—E-eren…—de pronto me sentí aprisionado por sus brazos, siendo atraído hacia ella sin incertidumbre, sin rencor ni recuerdos dolorosos de por medio. Sentí ganas de llorar pero me contuve, no quería romper esta quietud sorprendente. Por fin volví a sentirme querido por alguien—Volviste…

.

.

.

Como supuse Mikasa me miraba como si en cualquier momento fuera a abalanzarse a mí y a ahorcarme por lo que había hecho para llegar a la situación en la que me encontraba. Aunque con toda razón, hasta yo quería abofetearme por haberlo hecho, pero si en ese instante en el que estructure todo el plan  poco o nada me importaba que me descubriera papá, ahora estaba aterrado.

— ¿COMO PUDISTE HABER HUÍDO DE TU CASA, EREN?

—Deja de gritarme—repuse cruzándome de brazos con recelo, mirando la repisa llena de libros en la esquina de su habitación— No podía quedarme ahí, papá llevaba a demasiada mujeres y empezaba a cansarme. Además…—apreté los labios con rabia— Va a volver a casarse y ni siquiera me ha dicho con cuál de todas esas mujeres lo hará y de paso me iba a llevar a Alemania, y no quiero ir.

Amigos con DerechoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora